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Fachada del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid Fachada del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid

250 años del Museo Nacional de Ciencias Naturales: “Si no conocemos lo que nos rodea difícilmente lo vamos a querer conservar”

Aprovechando el 250 aniversario de la fundación del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid, hablamos con Pilar López, su vicedirectora de Comunicación y Cultura Científica.

El Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC) está de “cumplisiglo”, pues en octubre celebra sus 250 años de fructífera existencia. Con sede en Madrid, a la vera del Paseo de La Castellana, es uno de los museos de historia natural más antiguos del mundo y uno de los institutos de investigación científica más importantes del país en el ámbito de las ciencias naturales.

Sus cifras son mareantes. Cada año lo visitan 300.000 personas. Sus colecciones naturales albergan más de 10 millones de ejemplares. Cuenta con un plantel científico de 80 personas dedicadas al estudio de la biodiversidad y el cambio climático, además de a la ecología, la paleobiología, la geología o la biología microbiana. Y por si todo esto fuera poco, es un centro de cultura y ciencia accesible, mérito de un equipo de entusiastas expertos capitaneado por Pilar López, su vicedirectora de Comunicación y Cultura Científica.

Pilar es doctora en Pedagogía por la Universidad Complutense de Madrid y una experta en divulgación científica. Lleva más de 25 años organizando, coordinando y diseñando programas divulgativos con multitud de actividades educativas y talleres que han hecho del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC) todo un referente internacional.

Aprovechando una nueva #CharlaEnVerde de SIGNUS Ecovalor a través de los directos de Instagram, hablamos con ella de pasado, pero sobre todo de futuro, de ciencia y de conciencia, de naturaleza y sostenibilidad.

El 17 de octubre de 1771 el Rey Carlos III fundó el Real Gabinete de Historia Natural, origen del actual Museo Nacional de Ciencias Naturales, que en principio iba a ocupar el actual Museo del Prado.

Al rey Carlos III le interesa todo, pero sobre todo la naturaleza y los animales. Le interesaban mucho los elefantes y aquí tenemos prueba de ello. Tenemos un elefante asiático que vino desde Filipinas a San Fernando en Cádiz, luego estuvo en La Granja San Ildefonso y después en Los Jardines de Aranjuez. Es un elefante pequeñito porque los asiáticos son más pequeños que los africanos. Por desgracia no vivió mucho tiempo porque es lo que tiene Madrid, el clima es muy frío, no es ciudad para elefantes.

¿Todavía se conserva ese elefante que trajo el rey?

Conservamos la naturalización que se hizo de él y que es una de las primeras históricas que se hicieron. Lo tenemos en el Real Gabinete, que es nuestro recuerdo a lo que fue el origen del museo. También hay ahí un cuadro de la osa hormiguera que se atribuye a Goya. Otro animal que trajeron entonces y también murió enseguida pues no había muchas hormigas que pudiera comer.

Pero el museo no es solo un lugar donde se exponen animales disecados como podrían pensar algunos, sino que es también y sobre todo un lugar de investigación. El museo es un centro que pertenece al CSIC, al Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Es uno de sus más de 100 institutos, como también está el Real Jardín Botánico o la Estación Biológica de Doñana. Estudiamos el área que se llama de la vida. Tenemos 80 investigadores de plantilla que desarrollan proyectos sobre biodiversidad, ecología evolutiva o paleontología. También se trabaja en cambio climático y en espacios en condiciones extremas como es la Antártida.

Tenemos un laboratorio muy curioso dedicado a la morfometría virtual donde trabajan con impresoras 3D, escaneando fósiles. Son capaces de reproducir, por ejemplo, el torso de un homínido a partir de una costilla, y gracias a ello saber cómo era su capacidad torácica y cómo respiraba. Este laboratorio es interesante porque nosotros también lo utilizamos como modelos de los cráneos de dinosaurios para hacer estaciones táctiles donde las personas con problemas visuales puedan reconocer al tacto cómo eran los dinosaurios. Así entrelazamos los proyectos de los investigadores con los que utilizamos en educación y con el público.

¿Por qué es tan importante para este museo la divulgación científica?

Porque si no se conoce lo que nos rodea difícilmente lo vamos a querer conservar si no sabemos ni siquiera que existe. Ese es también el reto de los científicos del museo, describir y conocer toda la biodiversidad del mundo que nos rodea para poderlo conservar y transmitirlo a la gente.

Lo que tienen los museos en general, y este en particular, es ese triángulo entre la producción científica, la conservación fuera del museo y dentro en nuestras colecciones históricas, y la divulgación.

¿La tragedia de la Covid-19 nos ha hecho repensar nuestra relación con la naturaleza?

Estamos todos muy sensibilizados todavía con una pandemia de la que parece que no acabamos de salir, pero que se podría haber evitado o se podrá evitar en el futuro. Los científicos del museo, algunos con tanta repercusión científica y mediática cómo Fernando Valladares, hablan de esa cortina de la biodiversidad que supone la naturaleza y que hace que no estemos tan expuestos a esos virus emergentes. Esta globalización hace que a todo el mundo nos afecte todo lo que pasa en el planeta. Ya no tenemos más remedio que ponernos a trabajar juntos, pues el cambio climático va mucho más rápido de lo que pensábamos y aquí está ya.

Es muy importante el trabajo que hacen los taxónomos, pues es un inventario de la vida que nos permite saber qué tenemos. Pero luego están aquellos científicos que estudian la ecología, cómo se relacionan las especies con su entorno y cómo evolucionan y surgen las nuevas especies y por qué. Y también están los científicos que trabajan en cambio global y cambio climático.

Parece que los científicos sufren una maldición. Nos están avisando de lo que va a pasar, pero luego a la sociedad no les hace caso

Qué difícil es que los científicos, que siempre se dedican a investigar de una manera objetiva y rigurosa, logren que otros luego tomen decisiones correctas que nos van a afectar a todos. Los políticos tienen que hacer más caso a los científicos y tendrán que aplicar las medidas que ellos proponen. A lo mejor los científicos también tiene que ser más comprometidos y más activistas, pero ellos están muy ocupados investigando, que es su papel. Es un tema de debate complejo, pero en eso estamos.

Hacen falta recursos. Pero son inversiones a largo plazo que tienen que trascender más allá de una candidatura política. Hay compromisos que deberían ser como las pensiones, llegar a acuerdos globales en cuestiones como educación o medio ambiente. En el fondo, esa conciencia cívica que muchas veces no se potencia debe tener en cuenta que el planeta es nuestra casa y que como no lo tengamos claro todos va a ser muy complicado el futuro. Los científicos no pueden ir por un lado, los políticos por otro y los ciudadanos por otro.

El reto está en buscar consensos. Entiendo que no es una tarea fácil, pero no nos va a quedar otra. Igual que antes nos parecía imposible de los coches eléctricos o híbridos y ya están aquí. Pero sigue habiendo grandes grupos de poder que cuesta mucho mover.

¿Y qué podemos hacer cada uno de nosotros?

Puedes hacer muchas cosas. Me gustan mucho los niños porque son muy comprometidos; los adolescentes bien llevados también. Corrigen mucho a los padres y son los primeros que reciclan en casa y tienen esa conciencia.

¿Qué esperas de la celebración de estos 250 años del museo?

En este aniversario nos gustaría abrir ventanas de participación ciudadana. Igual que la gente viene y participa en actividades y talleres, queremos que la participación vaya más allá, que puedan de alguna forma tener voz y voto. Que puedan preguntarnos cosas que les interesen y los científicos puedan darles respuestas. Me gustaría mucho crear un punto de referencia para que la gente que viene al museo pueda consultar y tener información de primera mano de los científicos. Yo creo que el futuro de los museos de historia natural va a tener que ser así. Nosotros somos un testimonio de la historia natural del pasado a través de nuestras colecciones histórico-científicas, nuestros animales naturalizados, pero yo creo que el futuro va a ir por unir la investigación y la divulgación, por abrir vías de participación ciudadana. Ese empoderamiento es complicado, porque para darle la palabra a un ciudadano para que opine sobre temas científicos o medioambientales tiene que tener formación para que sepa de lo que le estoy hablando.

¿Cuál es la manera más efectiva de comunicar ciencia?

La mejor manera es basarte en la evidencia y eso es lo que hacemos, comunicar la evidencia. Frente a la ciencia no puede haber dudas. La ciencia avanza sobre seguro. Las medicinas y las vacunas están testadas por un método científico que avala un resultado. La ciencia avanza así, despacio pero firme. La vacuna [de la covid-19] ha sido un gran paso porque ha habido muchas cabezas pensantes, muchas, muchas, unidas por un proyecto común. Yo tengo total confianza en la ciencia y los científicos. La evidencia no se puede negar. Llevo 30 años conviviendo con científicos. Ser científico es un trabajo muy duro, muy bonito, muy apasionado, pero muy sacrificado.

Nuestro trabajo consiste en levantar un poco la cortina y dejar que la gente se asome al trabajo que hacen los científicos. Tenemos actividades muy simpáticas como la de pregúntale al experto, grandes expertos que vienen un domingo, porque es cuando viene el público familiar, y cuentan en primera persona cómo es su trabajo y qué están haciendo. Tenemos un equipo de divulgadores y educadores que lleva muchos años, que son muy vocacionales y trabajan con todo tipo de colectivos. También se preparan recursos para los más pequeños.

¿Cuentan con suficientes recursos económicos?

El dinero mejor invertido es el que se invierte en ciencia. En el caso del museo es ciencia dedicada a mejorar el medio ambiente, que al final es mejorar la calidad de vida de todos nosotros.

Cuando se habla de inversión en ciencia también es importante invertir en divulgación científica. Creo que se tienen que dar a conocer muchas cosas que no se conocen. Por ejemplo, con el reciclaje sería muy útil estar constantemente contando qué cosas se hacen, cómo son los procesos de reciclaje, para que uno esté más convencido cuando está separando la basura. Es una labor de divulgación también muy importante que hay que hacer para que no te quede ninguna duda, que tengas claro que es un compromiso que se está haciendo bien.

¿Hay estereotipos de género en la ciencia?

De los 80 investigadores de plantilla, en las escalas más altas, los profesores de investigación, hay en torno a 18 hombres y 2 mujeres. Por eso hemos creado una comisión de igualdad en el museo. Hay que cambiar esos estereotipos de género que se mantienen inconscientemente. También utilizamos el referente femenino para mostrar a los más pequeños el trabajo que están haciendo las científicas. Incluso hemos preparado cuentos de mujeres científicas, que es una línea de trabajo muy tradicional pero que argumentada de esta manera está resultando también muy novedosa.

Cuéntame cómo dedicarme a la ciencia es un proyecto muy bonito que tenemos. Contamos la parte vivencial de estas científicas y gusta mucho porque te das cuenta que son como nosotros. Cuando los niños conocen personalmente a la investigadora la tratan como si fuese una heroína.

Intentamos despertar vocaciones a partir de referentes de científicos y científicas que han tenido una vida como ellos. Incluso algunos no fueron buenos estudiantes de niños. Pero de repente hay un profesor maravilloso, hay algo allí que te hace cambiar y te despierta esa vocación que eres capaz de llevarla adelante y convertirla en tu profesión.

Los museos son también espacios donde se fomenta la experimentación y la experiencia

Ahora todo está en la red, pero allí todo es virtual. Nosotros buscamos aquí las experiencias reales. Nos gustaría tener un espacio mayor dedicado a la cultura científica y a la investigación de todo lo que supone los diez millones ejemplares que tenemos guardados en las colecciones.

Aquí mucha gente viene con sus abuelos. Es un lugar que despierta mucha simpatía en la gente, mucho cariño porque han venido de niños con el colegio, o con sus padres o con sus abuelos.

Un proyecto precioso vuestro se titula “Ver con las manos, escuchar con la mirada, sentir con los recuerdos y aprender sin limitaciones” ¿Cómo se logra algo tan atractivo y difícil como hacer accesible un museo?

Cuando lo planteas supone mucho trabajo, pero no sabes lo gratificante que es. Supuso retomar todos los proyectos antiguos que teníamos, actualizarlos y sentar una base sólida para que a partir de aquí todo lo que hagamos en el museo contemple el principio de accesibilidad universal. Si hago una exposición, los vídeos tienen que estar subtitulados, contar con intérpretes de signos y preparar estaciones táctiles que muchas veces hacemos en colaboración con los científicos para que al menos haya una instalación con los textos en braille y sea accesible para el público ciego.

Estamos en edificio antiguo donde la accesibilidad es difícil de abordar, pero tenemos el compromiso de que sea accesible para todos los colectivos. Hemos logrado resultados tan bonitos como que nos dijeran desde la Confederación Estatal de Personas Sordas que les había costado mucho producir las sonoguías porque no tenían suficiente vocabulario científico para traducir al lenguaje de signos. Gracias a este proyecto ha aumentado el vocabulario científico dedicado a personas sordas.

Los colectivos con algún grado de discapacidad son los más gratificantes porque es un colectivo muy sensible y muy agradecido. Y hay que tener en cuenta que todo lo que haces para ellos supone una mejora para el resto. Yo ya no veo bien de cerca y si me pones un texto más grande lo voy agradecer. Lo difícil no es solo hacer proyectos de este tipo, sino que se quede y se transformen en un compromiso.

Incluso trabajamos con personas con Alzheimer. Hay mucha gente mayor que frente al elefante africano que está en la sala de la biodiversidad se emociona, porque es una imagen muy potente y debe de tirar del hilo de sus recuerdos, de haberlo visto de pequeño, quizá de haber venido al museo. Y tenemos ahí mucho potencial.

A fin de cuentas, la naturaleza son también muchos buenos recuerdos y sensaciones de paseos y de conexión con nuestra parte más natural

¿Por qué debemos ir y seguir yendo al museo de ciencias naturales?

Hay que visitar museos porque son de todos y porque son símbolos, en nuestro caso de la conservación de la naturaleza. Hay que seguir viniendo para compartir esas sensaciones con tus hijos, con la familia, pues tienen que haber ese intercambio generacional para que tus nietos puedan luego seguir haciéndolo.

Nosotros nos comprometemos en este centenario a que en el museo se mantenga ese compromiso de futuro y su función de altavoz de la sociedad para conectar con los científicos en las últimas investigaciones en conservación de biodiversidad.

Es un lugar que evoca a la historia, pero también se dirige hacia un futuro prometedor y de esperanza respecto a lo que puede hacer la sociedad cuando se une y vamos avanzando todos juntos.

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