En el curso académico que dé comienzo el próximo septiembre una de las dos estudiantes que sacaron la mejor nota de las pruebas de acceso a la Universidad iniciará sus estudios de Ingeniería Industrial en la Universidad Politécnica de Valencia. La nota de 14 sobre 14 propició que ambas fueran noticia y salieran en los medios. En las declaraciones de una de ellas llamaba la atención la resolución con la que expresaba su vocación por la ingeniería. Porque no es frecuente. Ni las vocaciones femeninas por las ingenierías, ni la presencia de estudiantes mujeres en las carreras técnicas. Y no es una impresión, sino un hecho: la media de alumnas de ingenierías en España es del 25 por ciento, según datos del INE y del Instituto de la Mujer referidos al curso 2015-2016. Y tampoco es un fenómeno que se dé solo en España. Un informe de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) de 2105 decía que a los 15 años solo el 7 por ciento de las chicas quiere estudiar carreras técnicas, mientras que los chicos que tienen esa aspiración son el triple.
Esta realidad también es observada desde la profesión, a la que se traslada esta relación que ocasiona una menor presencia de mujeres ingenieras en las empresas. Por ello nació en 2016 el proyecto Mujer e Ingeniería de la Real Academia de Ingeniería, con el objetivo motivar e interesar a niñas y adolescentes y fomentar entre ellas las vocaciones por los estudios técnicos y tecnológicos, y impulsar así la presencia de las mujeres en las carreras técnicas, primero, e integrar su potencial creativo en el mundo tecnológico e industrial, después. Al frente está una de sus consejeras, Sara Gómez, ingeniera industrial y profesora en la Universidad Politécnica de Madrid.
«Es un área académica y profesional donde la presencia de la mujer es muy baja, -explica Gómez-. Las cifras son demoledoras: en la universidad la media es del 22/23 por ciento. Aunque, luego, el desglose por áreas es muy asimétrico: por ejemplo, en arquitectura, en las agronómicas y todo lo relacionado con lo bio, como bioingeniería o ingeniería biomédica, ahí la mitad más o menos son mujeres. Pero cuando vas a las TIC (Tecnologías de Información y Comunicación), el área de informática y telecomunicaciones, solo el 11 por ciento son chicas. Y, ya en las empresas, por ejemplo en ingeniería civil sólo el 30 por ciento son mujeres».
El porqué de la escasa atracción de las jóvenes por estas disciplinas «está relacionado la ausencia de referentes y con los modelos que hay en la sociedad, que se ven en las series, etc., que a las mujeres de este área no nos favorecen mucho. En general, los adolescentes piensan que las mujeres que hacen ingeniería son raras».
Esta idea la confirma Cecilia Castaño, catedrática de Economía Aplicada en la Universidad Complutense de Madrid y creadora del grupo de investigación de Genero y TIC de la Universitat Operta de Catalunya: «hay una percepción social de la ingeniería como algo muy masculino, como algo que los hombres son los que lo saben hacer bien. De hecho, un 30 por cien de los chicos dicen que estudiarían ingeniería; en cambio, solo un 10 por cien de las chicas dicen lo mismo. Y, también, en el grupo de investigación se ha visto cómo en las mujeres a la hora de elegir carreras priman los valores comunales, orientados a participar con otros para ayudar a otros, contribuir a mejorar el futuro de las personas. Por eso a las chicas les gustan las ingenierías más cercanas a esto. Como las energéticas, medioambientales, telemedicina».
Gómez recuerda un hecho que no deja de ser entre curioso y sintomático: «en los años 80, las escuelas de ingenierías informáticas eran una licenciatura y había casi un 40 por ciento de mujeres matriculadas. Pasaba también en Estados Unidos. Se cambió la nomenclatura y pasaron de ser facultades de informática a ser escuelas de ingenieros y el título cambió. Pues la presencia de mujeres se desplomó. En todas partes».
De manera que parece claro que es un problema estructural, una realidad que el programa Mujer e Ingeniería ambiciona cambiar «porque la sociedad es diversa y plural y se trata de fomentar la diversidad. Y en tecnología e ingeniería hacen falta muchas mujeres para que la haya. Entre otras cosas, porque los ingenieros resolvemos problemas y necesidades».
El proyecto desarrolla acciones “aguas arriba y aguas abajo”, -como dice Gómez-, con acciones en los colegios, la universidad y las empresas. En la parte de aguas abajo, «se puso en marcha un programa de mentoring, en el que ingenieras ya profesionales mentorizaban a estudiantes que estaban a punto de terminar la carrera para facilitarles ese tránsito de la vida académica a la vida profesional. Una labor muy importante en esta fase, para que tengan modelos, referencias de que existen compañeras, algunas trabajando en áreas muy hard, como energía o construcción aeronáutica, y mujeres trabajando en puestos de responsabilidad con las que tienen encuentros». Hasta ahora ya han mentorizado a 200 ingenieras, «empezamos en Madrid, este año lo hemos llevado también a Castilla y León, y estamos también en Castilla La Mancha, Valencia y Andalucía».
Además, para las estudiantes próximas finalizar la carrera también hay «cursos de comunicación, de liderazgo, de empoderamiento de la mujer. Para que esas chicas, buenísimas, que salen de las escuelas de ingeniería no se pierdan después. Porque, entre las que salen y las que alcanzan puestos de responsabilidad, vuelve a haber otro bajón, otra pérdida de talento. Y, por otra parte, «las recién graduadas a su vez, mentorizaban a las que empezaban la carrera, que el primer año suele ser duro». Se trata, en definitiva, de que «las generaciones de ingenieras que lleguen ahora no tengan que emplear tiempo en resolver problemas que hemos tenido otras, a facilitarles el camino y que tengan los mismos obstáculos que los hombres, ni más ni menos».
En el proyecto participan universidades y empresas. A una de ellas, Michelin, pertenecen un grupo de ingenieras que trabajan en la fábrica de Valladolid y que han sido mentoras de alumnas de la Universidad de Valladolid y que también hicieron una visita a la fábrica para conocer su funcionamiento y el mundo laboral. Silvia Garoz, ingeniera química y directora de Personal de la planta tiene una visión global de cuál pueda ser la cabida de las ingenieras en los diversos ámbitos profesionales «realmente en todos: calidad, organización industrial, oficinas técnicas. Cierto que hay determinadas ingenierías en los que hay un porcentaje muy bajo de mujeres. Como la electrónica, los automatismos. Así que tratar de captar ese tipo de perfiles es difícil. En Química, Diseño u Organización industrial tienen más porcentajes. De manera que, dependiendo de las necesidades cuesta más o menos encontrar cantera femenina. En Michelin están en todos los entornos donde estamos contratando, como Calidad, Organización industrial, Oficinas de estudios, etc. y son de diversas generaciones».
Por su experiencia, Garoz tiene muy claro que los equipos mixtos «son 100 por cien más ricos. Al final, un equipo mixto representa a la sociedad, va a tener distintos tipos de vista, más enriquecidos y van a trabajar mucho mejor».
Aguas arriba, continuando con la expresión de Sara Gómez, el proyecto ha iniciado también a actividades en colegios. Por partida doble, por una parte «con profesores de primaria e infantil, para mejorar la formación de los formadores y aportarles recursos didácticos para la enseñanza de las matemáticas, de manera que los niños las aprecien y les puedan gustar. Porque si no te gustan las matemáticas es imposible que quieras hacer una ingeniería». Y paralelamente «hemos comenzado en Madrid y el curso próximo funcionará también en Valencia y Castilla y León. Lo primero que hemos hecho ha sido un concurso en el que han participado 400 niños de 12 a 14 años de 18 colegios, que tenían que formar equipos mixtos al 50 por cien y debían estar liderados por una niña. Y ha funcionado de lujo. Tenían que hacer un prototipo que tuviera alguna utilidad social, para sus abuelos, sus mayores, discapacitados, etc. Han hecho cosas increíbles. ¿Cuáles era los objetivos del concurso? Pues mostrar que los ingenieros hacemos cosas concretas y resolvemos problemas de la gente, que eso los niños no lo saben. Que los ingenieros tienen un cometido social indudable y que pueden mejorar la vida de las personas. Y que comiencen a trabajar en equipo y aprendan haciendo, y vieran que las mujeres podemos responsabilizarnos de cosas con normalidad absoluto. Vamos, para que los niños y las niñas vean que las mujeres a los 18 o 22 años pueden estudiar una ingeniería y no tener dos cabezas».