Después de miles de años de injusta discriminación, en poco tiempo las mujeres han ido derribando uno tras otro los muchos tabús que las arrinconaban en un segundo plano. Pero hay uno que se resiste a caer, la regla.
La menstruación es todavía en pleno siglo XXI un estigma femenino, fuente de grave desigualdad y discriminación por razón de género. Sin ir más lejos, hace apenas unos meses se modificaron las reglas del centenario campeonato de Wimbledon para eliminar la obligatoriedad de que las tenistas usaran ropa interior de color blanco. Una norma vergonzosa que solo provocaba ansiedad e inseguridad a las mujeres que debían jugar un partido teniendo la regla.
Aún hoy subsisten miedos ancestrales a que se note o se sepa, a manchar, a quejarse e incluso a pedir una baja laboral. También a una supuesta suciedad, que no es tal, y a una igualmente supuesta limpieza donde los productos de higiene íntima basados en el modelo anti ambiental del “usar y tirar” se han generalizado.
Frente a ello, poco a poco se van haciendo sitio en los hogares de las españolas opciones mucho más sostenibles como los productos reutilizables de larga duración, copas y anillos menstruales, además de bragas absorbentes y compresas lavables.
Un problema ambiental, pero también económico
Más de 100 000 millones de tampones y compresas son desechados cada año en todo el mundo, acabando, en el mejor de los casos, en el vertedero, donde aplicadores, embalajes y otras partes plásticas pueden tardar cientos de años en degradarse.
Otra desventaja no menos importante de estos productos menstruales tradicionales es la económica. Porque también existe la pobreza menstrual, tener que elegir entre comprar arroz o comprar compresas. Según la ONG Period Spain, este grave problema afecta a dos de cada diez mujeres españolas. Quienes la sufren puede que no tengan ingresos mensuales constantes pero sí menstrúan todos los meses. Sin recursos económicos suficientes, muchas tienen que recurrir a métodos tan antihigiénicos como toallas, cartones, periódicos o trapos. Esta precariedad genera una alta incidencia de infecciones urinarias y vaginales, efectos emocionales negativos y depresivos, además de afectar al empleo y aumentar la brecha social.
Productos gratuitos en Catalunya
El gobierno catalán ha sido uno de los primeros del mundo en aprobar un plan de equidad menstrual con el que facilitar productos sostenibles para la regla a 1,8 millones de mujeres. A partir del próximo año, las mujeres, personas no binarias y hombres trans que menstrúen podrán obtener gratuitamente en las farmacias artículos todavía poco conocidos como copas menstruales, bragas absorbentes o compresas de tela.
Es la medida estrella impulsada por el Departamento de Igualdad y Feminismos de la Generalitat de Catalunya para fomentar el uso de productos menos lesivos para el medio ambiente. Con esta actuación se quiere mitigar el impacto de las alrededor de 9 000 toneladas de productos menstruales no reutilizables que se calcula acaban cada año en los vertederos catalanes. Pero también, reconocen las responsables políticas, es una medida para “acabar con los mitos, tabús y falta de conocimiento” sobre la menstruación.
Se estima que alrededor de 2 000 millones de mujeres (alrededor del 26% de la población) están en edad de menstruar y pasan un promedio de 65 días al año con el flujo sanguíneo menstrual. Pero la ignorancia, los prejuicios, los costos y los temores sobre la seguridad pueden impedir que las niñas y mujeres prueben toda la gama de productos disponibles a su alcance, especialmente los más novedosos y sostenibles. Algo que la nueva norma catalana trata de mitigar.
¿Qué es la copa menstrual?
La copa menstrual fue patentada en la década de 1930 por una mujer, la estadounidense Leona Chalmers. Inventora polifacética e incluso actriz, Chalmers buscaba una alternativa segura y sostenible para la higiene íntima femenina, respetuosa con el cuerpo pero también con el planeta. Hasta que dio con esta pequeña genialidad, colocar un pequeño recipiente de silicona o látex dentro de la vagina, lo que crea un sello sin fugas. En lugar de absorber el flujo menstrual como hacen los tampones lo recoge, respetando el equilibrio íntimo y sin provocar sequedad.
Solo tiene un problema, la necesidad de cuidar la higiene. La copa menstrual se debe vaciar y limpiar con agua y jabón cada 12 horas. Y al finalizar el periodo debe ser esterilizada hirviéndola unos minutos en agua caliente. Nada más. Y nada menos.
Cada vez mejor diseñadas, el efecto vacío asegura que la copa no se mueva ni el flujo se desborde. También hay modelos que cuentan con una solapa anti-desbordamiento para evitar posibles fugas y un tallo de fácil sujeción.
Una copa menstrual equivale a 1 700 tampones. Aunque tiene un precio más elevado, al durar hasta 10 años el coste final la hace muy rentable, apenas 3 euros al año.
¿Pero de verdad funcionan?
Pasar de lo absorbente desechable al retenedor reutilizable es un paso complejo lleno de dudas. Muchas mujeres se han acostumbrado a manipular lo menos posible estos flujos e incluso su propio cuerpo. El estigma de la mancha o los olores sigue provocando un miedo generalizado. También el temor a posibles infecciones. Pero son métodos absolutamente seguros, como han demostrado diversos estudios médicos.
Según una reciente revisión publicada en la prestigiosa revista Lancet Public Health, las copas menstruales “son un método seguro y eficaz” para las mujeres en los días de regla. Se ha comprobado científicamente la efectividad del sistema en cuanto a posibles fugas. También respecto a efectos negativos como sequedad, abrasiones, infecciones o problemas en la microflora vaginal. Tampoco se ha encontrado un mayor riesgo de infección en mujeres y niñas de Europa, confirmándose así que son tan eficaces como los métodos de protección desechables.
Paralelamente, los investigadores realizaron un estudio con más de tres mil mujeres que habían usado las copas menstruales, concluyendo que el 70% confirmaron su preferencia frente a tampones o compresas.
Las españolas, a la cabeza
El fabricante sueco Intimina afirma que España es el país europeo donde las mujeres usan más las copas menstruales, por delante de Reino Unido, Portugal y Alemania. Las usuarias destacan entre sus ventajas que es un producto reutilizable, respetuoso con el medio ambiente, ergonómico y seguro.
Pero no todas las copas menstruales son iguales. En primer lugar hay que tener en cuenta el tamaño pélvico, para así elegir la copa que mejor se adapte al cuerpo. Hay además diversos modelos. Por ejemplo, las jóvenes se animan por aquellas con un formato más innovador, como las plegables, mientras que las que ya han sido madres prefieren hacer uso de modelos más clásicos.
También los discos menstruales
Menos utilizados al ser más complejos de colocar, los discos menstruales son igualmente una buena alternativa a las compresas y tampones desechables. Se trata de un receptáculo en forma de disco o cuenco que recoge la sangre del periodo, parecido a la copa, pero diferente. Se coloca en el fórnix vaginal, la parte más ancha y base del cuello uterino, mientras que la copa menstrual se aloja en el canal vaginal. Y a diferencia de las copas no crea una succión.
Una investigación publicada en la revista BMJ Sexual & Reproductive Health concluyó que los discos menstruales son los más eficaces en el caso de reglas abundantes. Ofrecen una media de retención de 61 mililitros por uso, que puede llegar a los 80, frente a entre los 20 y 50 mililitros de tampones, compresas gruesas y copas menstruales, y los apenas 3 mililitros de las bragas.