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Ángel Cañas, imponentes esculturas con músculos de neumáticos

Unicornios, cocodrilos, panteras, toros, caballos, guerreros… Hoy nos detenemos en esta sección de ‘Artistas que miran en verde’ en las poderosas figuras del madrileño Ángel Cañas, que lleva tres años trabajando con neumáticos reciclados para componer sus llamativas y originales esculturas.

Me cita en su pisito de soltero, en el Ecobulevar de Villa Vallecas, ese experimento de conjunto arquitectónico que busca la sostenibilidad y la vanguardia a través de viviendas sociales, desarrollado en Madrid a principios del milenio. Ha convertido la casa, de un dormitorio, en su estudio. Y resulta chocante ver compartiendo espacio al sofá, la mesa de comedor y la cocina con esas pesadas y asombrosas esculturas hechas de neumáticos reciclados: el guerrero, la pantera, el unicornio, el caballo, el cocodrilo, el toro, el rinoceronte… Hasta una decena de poderosas figuras con potente musculatura negra realizadas casi en su totalidad con neumáticos reciclados.

Estamos en el territorio de Ángel Cañas, madrileño del barrio de San Blas de 39 años, que, además de trabajar como conductor en horario nocturno, ha encontrado ahora en la energía de los neumáticos la vía perfecta para expresar su sentido artístico y seguir desarrollando su formación autodidacta. Siempre le gustó dibujar y pintar, con 15 años hacía «cosas surrealistas, lo que la mayoría de los jóvenes con esa edad»; después «pintura comercial, costumbrista, lo que me pedían»; y después muchos retratos realistas de mujeres desnudas y de famosos actores y actrices de Hollywood, «y sobre todo retratos por encargo»…. Por encargo, con la intención de poder vivir de ello, de su pintura, aunque la profesión de artista aún sigue sin cotizar al alza, salvo para unos pocos genios y otros pocos privilegiados. Su trabajo de conductor es lo que le aporta la estabilidad económica que necesita ahora que vive en pareja y tiene un hijo de 3 años.

En esas estaba, con sus mujeres desnudas y sus Brad Pitt y sus Julia Roberts, hasta que las ruedas se le cruzaron en el camino. Movido por su interés por el medioambiente, comenzó a trabajar con diferentes materiales de desecho y empezó a experimentar centrándose en el caucho, en cuya versatilidad y propiedades vio grandes posibilidades; en un principio de todo tipo de residuos, desde piezas de fontanería y mangueras, hasta desechos de automoción. En 2014 se presentó a una convocatoria abierta para nuevos artistas, la New Fair, en la New Gallery (Madrid), comisariada por Semíramis González, y lo seleccionaron para la muestra final. Poco después, surgió Signus en su trayectoria profesional y de su mano encontró el caladero para proveerse de buen material y también para recibir algunos encargos.

Parece que todo se confabuló en esa época, porque también descubrió las portentosas estructuras del escultor surcoreano Yong Ho Ji: animales, híbridos y humanoides de varios metros, y también realizadas a partir de neumáticos. Eso le animó a seguir. Y luego llegó la prensa, reportajes en EFE Verde, Onda Madrid, 20 minutos…, lo que le da fuelle, pues en estas disciplinas a menudo la carrera en solitario puede resultar desasosegante y desgastar sobremanera.

Total, que veía que sus lienzos se le quedaban pequeños y él, que siempre sintió muy de cerca el compromiso del reciclaje de residuos, decidió dar un paso adelante, dejar los pinceles y apostar por retorcer y dar forma al caucho para, como un demiurgo mecánico, moldear estas esculturas de impresionante presencia, llenas de energía y detalles. A los neumáticos de automóviles, motos y bicicletas, les añade Ángel un felpudo de goma para el vuelo de la falda del guerrero, o un cepillo para el pelo, o unos tapones de fregadero o unos tapones de envases plásticos para los ojos. En total, unas 80 horas de trabajo por cada escultura, tamaños de entre 70 y 150 centímetros de envergadura, y unos precios a partir de los 2.000 €.

En este vídeo podemos ver bien el proceso:

Cada figura comienza a tomar forma a partir de una sencilla estructura de madera -solamente la silueta-, en la que luego Ángel va fijando con tornillos las piezas y tiras del versátil caucho. Reconoce que el trabajo más duro es el de cortar los neumáticos para poder ir dándoles forma, pues por ejemplo los de automóviles llevan por su cara interna una malla metálica. Y que la parte más difícil es dotar de expresividad a los rostros de sus imponentes seres.

Todo el volumen y musculatura los consigue a través de las piezas neumáticas, pues la estructura inicial es solo un plano de madera.

Pero no es que Ángel Cañas parta de un modelo cerrado, muy meditado y preconcebido, sino que hay bastante de improvisación en el proceso. «De hecho, el cocodrilo comenzó siendo un ciervo». «Me dejo guiar por el material».

Después rellena la estructura con espuma de poliuretano para cerrar huecos, grietas y aberturas, y evitar así que el conjunto se deteriore si por ejemplo se coloca a la intemperie. Y finalmente, ya en la calle, que tampoco se trata de intoxicarse, le da una capa de pintura de esmalte negro para homogeneizar el conjunto, disimular los tornillos, mejorar el acabado.

El resultado es un mundo de criaturas con fuerte presencia y personalidad, algo agresivas y de reminiscencias góticas, de gran realismo y con un claro mensaje ecológico -todo residuo tiene su valor para emprender una nueva vida, y en este caso muy dignificada-, un mundo creativo que puede encuadrarse con apartado propio entre lo mejor del street art o arte urbano.

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