La educación ambiental, a la que en España dedican su trabajo un importantísimo grupo de profesionales, tanto por número como por cualificación, ha celebrado hace tan solo unos días su día mundial, del que hablábamos hace dos años en este mismo espacio, contando la parte de historia sobre este día y del nacimiento del concepto.
Ahora vuelve a tener mucho sentido hablar de nuevo sobre la educación ambiental y su importancia. Tanta como que el Gobierno ha incluido la elaboración de un Plan Nacional de Educación Ambiental para la Sostenibilidad como una de las 30 líneas de acción a desarrollar en el transcurso de este mismo año dentro del marco de la Declaración ante la Emergencia Climática y Ambiental en España, acordada en la segunda reunión del Consejo de Ministros. La rápida toma de este acuerdo y las medidas que conlleva dan idea de hasta qué punto los temas ambientales van a tener un importante protagonismo en esta legislatura.

Por ello, para valorar adecuadamente qué pueda llegar a ser ese plan nacional, cómo será el proceso de elaboración y qué objetivos concretos debería tener, hemos hablado con Sera Huertas, educador ambiental en el Centro de Educación Ambiental de la Comunidad Valenciana, (CEACV), y miembro del colectivo de educadores ambientales #EA26, que los días 26 de cada mes organizan encuentros en Twitter donde debaten, comparten reflexiones, proyectos, experiencias, etc.
P.- Desde tu ámbito de trabajo tienes contacto diario con el público que pasa por el vuestro centro, desde esa perspectiva ¿qué consideras que tiene que contemplar un proyecto como el Plan Nacional de Educación Ambiental?
R.- Lo primero que pensamos es que hay que dar la vuelta a la idea de que la educación ambiental es algo que solo corresponda al ámbito educativo, a la etapa escolar. Cierto que es necesaria en esas etapas, en edades tempranas. Pero, si hablamos de emergencia climática, quienes toman las decisiones de vida diaria son, fundamentalmente, los adultos.
Yo percibo, en mi trabajo diario con la gente, y hay que tener en cuenta que en el CEACV recibimos cada año entre 15.000 y 18.000 personas, más el público con el que trabajamos en muchas entidades, con otros organismos del gobierno valenciano, empresas, colectivos, profesores… es decir, que nuestro radio de trabajo va mucho más allá del que pasa por el centro. Entonces, con ese contacto visualizas que las encuestas en las que salen altísimos porcentajes de concienciación, de ciudadanía preocupada por el cambio climático, por la sostenibilidad, etc., dicen una cosa, pero la realidad que palpas es otra. Sí que vemos una percepción generalizada de que estamos ante un problema gordo y general, incluso una situación crítica. Pero, yo creo que todavía la inmensa mayoría de la gente actúa como pensando que eso no va con ellos todavía. Que está ocurriendo, pero que su vida no está aun afectada por la situación climática o ambiental.

Sí, luego llega una tormenta Gloria o la dana y parece que nos da un mazazo de realidad y se ve que lo que pasa ya nos alcanza más directamente. Así que lo primero que se necesita es que la sociedad conecte su día a día con lo que está pasando, todos los días no solo en momentos como ese. No verlo como algo ajeno.
P.- Justo eso ha ocurrido unos días después de la declaración de emergencia climática y del anuncio de las medidas que se tomarán para hacer frente a ese desafío, y una de ellas es la elaboración de este plan en este mismo año.
R.- Y es muy positivo que se relacione la educación ambiental con la emergencia climática. Esto significa que se podrá revisar y actualizar el Libro Blanco de la Educación Ambiental, aprobado en 2009, en el que hay temas que no están recogidos y es fundamental que estén. Como, justamente, los de cambio climático.
P.- En lo más concreto, ¿cómo se va a elaborar ese plan?
R.- Se ha abierto un periodo de seis meses para ello, con un plan de trabajo que se había presentado en la COP25. El proceso lo está liderando el Centro Nacional de Educación Ambiental, (CENEAM), dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica, con el apoyo de la Fundación Biodiversidad. Se han organizado 15 grupos de trabajo, con temáticas que abarcan desde administraciones públicas, sector privado o universidad, a medio urbano y medio rural, espacios protegidos o economía, consumo y estilos de vida. En cada grupo hay entre 20 y 30 personas, todas del ámbito de la educación ambiental pero de disciplinas diversas: salud, docencia, derecho, biología, ciencias ambientales, etc. Todos están trabajando ya, con su calendario de reuniones organizado para los próximos meses. La idea es que en septiembre haya un congreso donde se presente el documento que salga de todo este trabajo y se envíe al gobierno.

Nosotros estamos en la idea de presentar un plan de máximos, que interpelará al gobierno para que aparezca en todas las políticas públicas, de manera transversal. Si lo asume, y eso es lo que se expresa en el punto 7 de la Declaración de Emergencia Climática y Ambiental, entenderemos que será lo que ocurra.
P.- Un plan como este, ¿de qué manera puede ser útil para, al menos, conseguir otros objetivos, como la descarbonización, cumplir los acuerdos de París, etc.?
R.- La educación ambiental lo que puede hacer sobre todo es ayudar a entender los mensajes, el significado de las medidas que se toman, las acciones que se plantean. Es una cuestión de alfabetización climática. Por eso, nuestro lema es “Ante la emergencia climática, más educación ambiental”. Para que la gente sepa de qué se está hablando, que le llegan muchas cuestiones científicas que muchas veces no entiende. En los escolares eso es más fácil, porque se empieza desde el principio; pero en los adultos es más complicado porque a lo mejor hay muchas lagunas de conocimiento que llenar.
Otra cosa que hay que hacer, y es muy importante, es evolucionar de una educación ambiental enfocada a la mitigación, “reduce tus residuos, reduce tus emisiones, etc.”, a una educación enfocada a la adaptación. Hay que trabajar en esa dirección. Y es muy difícil, aunque existen herramientas para que la ciudadanía imagine escenarios de futuro en función del punto en el que nos encontramos. La gente no entiende los escenarios climáticos que plantea el IPCC, y tampoco tiene porqué saber todo eso. Pero sí que se pueden hacer talleres para imaginar cómo puede ser el futuro; porque es necesario que la gente entienda que, en función de lo que hagamos ahora, y no más tarde, el mundo en el que van a vivir sus hijos, nuestros hijos y nietos, en 2050 o en 2070, puede ser de una forma u otra. Diferentes. Y también tener claro y aceptar que son acciones que no revertirán en ellos mismos, sino en sus hijos y nietos. En ese sentido el movimiento juvenil de estos últimos meses está siendo muy importante porque ellos sí que lo van a vivir. Nuestra generación ha vivido de una forma y vienen ahora otras que no van a ver nuestro mundo.

P.- Pero, en un plan así, a nivel nacional, ¿se contempla la posibilidad de que haya resistencias, personas que no quieran saber más sobre todo esto, que no quieran sensibilizarse, actuar de otra forma? Que se escaqueen, vamos.
R.- Esa es la gran cuestión. Uno de los objetivos de los profesionales que vamos a estar implicados en la elaboración del Plan, es dar respuesta a esta cuestión. Porque somos un colectivo que sabemos evaluar muy bien las dificultades y en este trabajo tenemos la grandísima oportunidad es identificar las barreras y excusas que el ciudadano encuentra a la hora de pasar a la acción. Pero, más aun que identificar las barreras, realmente el gran reto es ser capaces de proponer soluciones para vencer esas barreras y trasladarlas a medidas concretas que ayuden a que el ciudadano cambie su manera de pensar y encuentre facilidades para poder actuar.
Que no creo que es que no quieran, sino que se dejan llevar por una dinámica del día a día. Y, también, una cosa que los educadores ambientales llevamos mucho tiempo oyendo eso de que “lo que yo hago no lo hace nadie”, y para que la gente que hace buenas prácticas no se sienta rara.
Hay algo de lo que yo estoy convencido: y es de que hay suficiente masa crítica como para que, si nos alineamos todos ya en una dirección, la balanza se desequilibre y, a partir de ahí, el resto de la sociedad se sume también. Pero cuando toda esa parte que ya ha despertado sea mayor, pueden empezar a cambiar las cosas.

Aun así, habrá gente que nunca se incorpore a las buenas prácticas, pero no le parecerá mal, no objetará que otros lo hagan.
Además, se trata también de que empezar a trabajar y profundizar en una educación ambiental que abarque muchos aspectos transversales. Que hará también que la gente se cuestione cosas que quizá hasta ahora se planteaba. Para que la educación ambiental de los ciudadanos sirva para que hagan lo que tienen que hacer: cuestionar políticas.