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Bosques urbanos, tan extensos como invisibles. ¿Por qué los necesitamos?

El bosque más extenso, diverso y curioso del mundo es al mismo tiempo el más desconocido y el más amenazado del Planeta. Agrupa la superficie arbolada de todas las ciudades y los pueblos del planeta, tanto la que ocupa parques y jardines como aquella que hermosea sus calles.

El bosque más extenso, diverso y curioso del mundo es al mismo tiempo el más desconocido. Agrupa la superficie arbolada de todas las ciudades y los pueblos del planeta, tanto la que ocupa parques y jardines como aquella que hermosea sus calles. Pero según Susana Domínguez, presidenta de Bosques sin Fronteras, estos bosques urbanos son también “los más amenazados del planeta”. En su opinión, al no reconocerlos la sociedad y las administraciones locales como tales, los ignoramos y maltratamos en su individualidad, sin darles la protección y cuidados que se merecen. “Nos preocupa el Amazonas pero no el árbol de nuestra calle”, se lamenta la ingeniera forestal.

Filtros verdes y sanatorios naturales de las ciudades

Los árboles son elementos fundamentales en las ciudades. Vistos en conjunto se comportan como un bosque urbano disperso, pero bosque a fin de cuentas. Esa masa verde conserva una muy especial biodiversidad urbana y ofrece inmensos servicios a la sociedad asociados a la mejora de nuestra calidad de vida, purificación del aire contaminado y mitigación de las consecuencias del cambio climático al absorber CO2, por no hablar de sus siempre generosas sombras que reducen las temperaturas extremas en las calles. Paralelamente, tiene una gran importancia para el ocio, la práctica del deporte y la mejora de la salud mental de las personas. Como defiende el catedrático de Psicología Ambiental de la Universidad Autónoma de Madrid José Antonio Corraliza, lo verde no es un mero ornato de la ciudad, es una necesidad del ser humano.

Desde Bosques sin Fronteras se ha creado la red de municipios amigos de los árboles para trabajar con ellos en la concienciación y en el desarrollo de proyectos ciudadanos de voluntariado. Promueve la renaturalización de las ciudades, como ya se hace en grandes capitales como París, Berlín o Londres, pero de una manera holística, transversal. Una revolución verde que va más allá de plantar árboles, que también. Es un movimiento “imparable”, según Domínguez, que promueve alcorques vivos cuidados por los vecinos, tejados verdes, huertos urbanos, terrazas floridas y todo aquello que nos reconecte de nuevo con la naturaleza, con ese mundo vivo y viviente que cada día parece más lejano a pesar de tenerlo tan cerca.

Subidos a esta nueva ola de reverdecimiento urbano, repasamos algunos de los bosques urbanos más reconocidos e influyentes.

Abrazos con ramas

El bosque urbano español más conocido y reconocido internacionalmente es también uno de los primeros que logró tal reconocimiento. Es el Anillo Verde de Vitoria-Gasteiz, el exitoso resultado de un proyecto iniciado a comienzos de los años 90 con el objetivo de restaurar la periferia de la capital vasca, tanto desde el punto de vista ambiental como social, para crear una gran área natural de uso recreativo.

Vista del l Anillo Verde de Vitoria-Gasteiz
Anillo Verde de Vitoria-Gasteiz (Imagen de https://www.vitoria-gasteiz.org )

Hoy no solo se ha convertido en el orgullo de la ciudad. Es también uno de sus principales atractivos turísticos, cercano, agradable y siempre sorprendente. Prácticamente sin salir de la ciudad, el paseante que lo elige en su deambular se puede encontrar igual con una rara mariposa libando una orquídea silvestre que con la figura huidiza de un ciervo.

Sin duda influido por el anillo verde vitoriano, el Arco Verde de Madrid aspira a convertirse en el gran bosque metropolitano de la capital. Conectará el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama y los tres grandes parques regionales (Cuenca Alta del Manzanares, curso medio del río Guadarrama y Sureste) a través de un gran corredor verde de 200 kilómetros que rodeará Madrid y los 25 municipios de su área metropolitana.

Abrazando a la gran urbe cual florido y oxigenado anillo, incluirá la construcción de 20 puentes o túneles ‘verdes’ que ayudarán a comunicar las piezas desconectadas de un territorio aislado por kilómetros de autovías y vías de ferrocarril. Esta nueva corona forestal madrileña ocupará unas 14.200 hectáreas que incluyen casi 6.000 nuevas hectáreas arboladas, el equivalente a 51 veces El Retiro. Pero no será una obra rápida. La naturaleza (y las administraciones) tienen sus ritmos, por lo que los madrileños no podrán disfrutar al completo de la ambiental infraestructura hasta el año 2032.

Las lagunas de El Campillo formarán parte del Arco Verde de Madrid

Bosque social y solidario

Uno de esos espacios madrileños que formarán parte del Arco Verde es el prácticamente desconocido entorno Meaques Retamares, un corredor ecológico formado por dos arroyos y un humedal situado entre los barrios madrileños de Campamento, Colonia Ciudad Jardín y el municipio de Pozuelo de Alarcón. Para sus vecinos es una auténtica isla de biodiversidad, tan olvidada como degradada. Pero desde 2014, un reducido grupo de entusiastas se ha empeñado en su recuperación. Para empezar, ha plantado (y regado, y cuidado uno a uno) más de 10.000 nuevos árboles (olmos, pinos, alisos, encinas, almendros, almeces, arces) a lo largo de unas 200 hectáreas de bosque mediterráneo.

Gracias a su trabajo desinteresado y a la ayuda de SIGNUS Ecovalor están logrando un doble milagro. Por un lado, mejoran un espacio situado a las puertas de la gran urbe madrileña, con todo lo bueno y malo que algo así tiene. Aunque parezca mentira, allí se refugia una fauna y flora sorprendente, desde el nervioso meloncillo o el curioso zorro al veloz gavilán, pasando por turones, milanos e incluso respetables serpientes como la culebra de escalera.

Pero esta acción de rehabilitación ambiental trata por otro lado de luchar contra un gigante de siete cabezas. Pretende blindar el espacio frente a futuros proyectos especulativos que podrían acarrear su urbanización y destrucción irreversible. Una posibilidad más que probable. Por eso, cada nuevo árbol supone la incorporación un nuevo guerrero verde luchando por la integridad de ese territorio. El sueño es lograr un robusto ejército forestal capaz de rechazar cualquier amenaza enemiga.

Hoteles para insectos urbanitas

Otro elemento curioso del Arco Verde de Madrid son las cerca de seis hectáreas incorporadas este año al parque forestal de La Alhóndiga, muy cerca del casco urbano de Getafe. Están siendo reforestadas por Carrefour y FSC España siguiendo modernos sistemas de adaptación al cambio climático que lo harán más resiliente frente a efectos adversos como la borrasca Filomena, al mismo tiempo que favorecerá su disfrute por la ciudadanía y se convertirá en refugio de biodiversidad.

Un sendero principal arbolado con arces recorrerá todo el terreno y aportará sombra a los ciudadanos favoreciendo paseos saludables. Cuenta con un “jardín ornitológico”, bosquete de especies autóctonas arbustivas que aporten alimento y atraigan a las aves. Incluye refugios de biodiversidad como pirámides de madera, troncos secos puestos a diferentes alturas, montones de piedras y un bosquete de carpes que ofrezca refugios a la pequeña fauna urbana como insectos, reptiles y micromamíferos. También se plantará un interesante “bosque de alimentos” con diferentes especies arbóreas que en un futuro permita a los visitantes recoger tanto frutos como hongos y comérselos felices en casa.

Diferentes especies aromáticas y arbustivas harán la función de “jardín de mariposas”, pues servirán de plantas nutricias para estos y otros invertebrados, que a su vez se verán beneficiados con la instalación de un “hotel para insectos”. El objetivo final de este tipo de intervenciones es atraer especies polinizadoras y conseguir un mejor control de plagas en todo el espacio.

Otro elemento singular será la plantación de una gran pradera natural en el centro del terreno. Contará con diversas especies mediterráneas adaptadas a las condiciones climáticas del lugar, aportando entornos floridos naturalizados de bajo mantenimiento que crearán un ecosistema herbáceo con mayor biodiversidad.

Parque de la Alhondiga (imagen de ayuntamiento de Getafe)

El ejemplo de Portugal

De la mano de la certificación forestal FSC (Forest Stewardship Council), los parques urbanos portugueses van más allá. Además de una conservación ejemplar, están adaptando su gestión a unos exigentes estándares de sostenibilidad que garantizan su disfrute evitando su degradación.

El Parque Forestal de Monsanto (PFM) fue en 2016 el primer parque forestal urbano de Europa en lograr este tipo de certificación forestal, la más importante en cuanto a exigencias ambientales, como ratifica Joana Faria, directora de FSC Portugal. Con una superficie de casi 1.000 hectáreas, es una importante reserva de biodiversidad y rica en ecosistemas naturales, algunos de los cuales son únicos en el contexto portugués.

Debido a su composición forestal, que incluye especies resinosas y frondosas, el PFM ofrece a los habitantes y visitantes de Lisboa una amplia gama de actividades recreativas, deportivas y culturales, desde escalada hasta caminatas, conciertos y exposiciones. De esta forma, explica el consistorio luso, “se garantiza que el Parque Forestal de Monsanto se gestione de forma responsable, mediante una gestión ecológicamente apropiada, socialmente beneficiosa y económicamente viable”.

Parque forestal de Monsanto (Imagen de Turismo de Lisboa)

Otro bosque ejemplar que igualmente ha apostado por la certificación FSC son los Parques de Sintra – Monte da Lua, parte fundamental del paisaje cultural declarado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. Esta certificación es vista por la empresa pública que lo gestiona como “un reconocimiento al excelente manejo de sus áreas forestales, convirtiéndose así en uno de los casos más recientes y emblemáticos de éxito en la certificación de áreas públicas”. Son cerca de 500 hectáreas de gran valor natural e histórico.

“Conocíamos nuestros valores naturales, nuestras preocupaciones desde un punto de vista ambiental, pero no teníamos este conocimiento plenamente reflejado en procedimientos de trabajo más delineados. Este proceso nos obligó a planificar mejor, a controlar más, a tener una mayor participación ciudadana”, ha reconocido el director del parque, Nuno Oliveira.

Parque de Sintra (Imagen de Turismo de Lisboa)

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