Recientemente se ha celebrado en Huelva el Congreso Internacional de Cambio Climático, una reunión de tres días que ha tenido como lema “Sé parte de la solución”. En él se reflejaba el espíritu y los objetivos del congreso, que, más que contribuir al eterno debate sobre el cambio climático, sus causas y culpables y sus posibles soluciones en plan macro, proponía hacer una recopilación de las acciones con más utilidad para afrontar uno de los mayores, sino el mayor, reto de la Humanidad.
En el congreso se dieron cita una variedad de ponentes amplia y transversal, que aportaban reflexiones e ideas desde sus diferentes ámbitos: la política, la ciencia, el pensamiento, las empresas, la enseñanza, el activismo ecologista y social, el género e, incluso, la religión; pero, también, la diversidad de las procedencias geográficas contribuyó a enriquecer el debate. Entre todos configuraron una importante panorámica de puntos de vista, tanto en cuanto a la dimensión del impacto del problema como a los puntos prioritarios de la acción, las herramientas más eficaces o las posiciones éticas personales que individualmente puede adoptar quien quiera ser y sentirse parte de la solución.
Entre los ponentes se encontraban políticos que han estado en la primera fila, como José Luis Rodríguez Zapatero y Ernesto Samper, expresidente de Colombia. El primero se mostró convencido de que la investigación y el avance tecnológico serán la garantía para poder afrontar el reto global que es el cambio climático, junto con la inteligencia artificial, «que nos permitirá disponer de una gran capacidad de resolver muchos problemas con mucha más rapidez que las perspectivas que teníamos hace 30 años». Y para él «es esencial vincular las políticas contra el cambio climático con los objetivos del desarrollo sostenible» y apostó por trabajar con la energía y el agua como elementos fundamentales.
Por su parte Samper recordó que «el cambio climático no es una amenaza, sino una realidad que sentimos ya en todas partes y de la que somos víctimas en América, con 50 millones de personas a las que les falta agua». Y estuvo bien claro al afirmar que «nos toca cumplir un importante papel y debemos aprender a manejar las circunstancias con mayor independencia de Estados Unidos, ahora que su presidente ha comenzando a lanzar trumpadas contra el cambio climático. Tenemos que compartir el problema, la solución y las necesidades». Y eso que aun el directamente aludido, de quien dijo que «es un desastre natural para Latinoamérica y un Godzzila de la política exterior» no había anunciado oficialmente su objetivo de sacar a Estados Unidos del Acuerdo de París, como ya ha hecho.
Obviamente, a pesar de que el objetivo del congreso era la búsqueda de soluciones, incluso de microsoluciones, esta parte de debate de lo general y de las grandes palabras es inevitable. Por eso el consejero de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, José Fiscal recalcó la necesidad de poner «el foco, en el trabajo y la acción contra el cambio climático de las personas».
Entre las opciones para las microsoluciones merece la pena destacar algunas ideas, recogidas en el congreso como “dignas de difundir”. Algunas de ellas se plantearon en la sesión titulada “Procesos participativos, parte de la solución”, en la que se explicó cómo la participación es una de las formas individuales en las que los ciudadanos pueden actuar contra el cambio climático «porque en las plataformas ciudadanas, se comparten soluciones entre las personas, las empresas, las asociaciones y otras instituciones. Es decir, se movilizan las ideas y se ponen en marcha las acciones. Este es el espíritu con el que nació la Comunidad por el clima, «la primera red social sobre cambio climático», como la definió Rosa Castizo, coordinadora de Ecodes para América Latina.
Aprender a vivir mejor con menos, consumir local y cercano, energía 100 por cien renovable, sostenible y distribuida, moda hecha con tejidos orgánicos y diseños duraderos, de producción local y reutilizable, no desperdiciar alimentos… son maneras de actuar contra el cambio climático que «no requieren grandes sacrificios», afirmó el ambientólogo e investigador Héctor Barco; «que son acciones que cualquiera puede hacer y que requieren solo cambios en las pautas de consumo del agua, la energía o los residuos», recalcó Castizo.
Esta idea de que actuar contra el cambio climático está al alcance de todos tuvo un recorrido continuo en el congreso, puesto que a todos los conferenciantes y ponentes se les pedía, por parte de los moderadores de las diferentes mesas, que aportaran una acción concreta que las personas individualmente puedan realizar para ‘ser parte de la solución’. Fueron especialmente interesantes las que aportaron el encargado de pronunciar la conferencia inaugural, Christian Felder, y Leyla Acaroglu, que pronunció la de cierre.
El primero es profesor asociado de Economía en la Universidad de Viena, y junto a un grupo de empresarios desarrolló el concepto de la Economía del bien común, que describe como la verdadera economía, la que busca el bien de las personas y, en consecuencia, del planeta. Porque se rige por valores éticos, sostenibles y de justicia social, sin el lastre de los intereses crematísticos que comporta el capitalismo. Pues bien, preguntado Felber por una sola acción que puedan realizar las personas para actuar contra el cambio climático, dijo que «reflexionen y elijan una cosa, una sola cosa, un solo camino, una sola acción en la que implicarse y que la sigan fielmente».
Por su parte, Leyla Acaroglu, campeona del Clima del PNUMA en 2016, diseñadora experta en diseño para la economía circular y fundadora del Disrupt Design, Eco Innovators y the UnSchool, suele echarle la culpa del cambio climático al frigorífico. Suena un poco sorprendente, sí, pero lo cierto es que su argumento cobra sentido cuando explica cómo el diseño de las neveras, tan grandes y con cajones para la verdura que, en realidad, no siempre la conservan bien, influyen en que se compre comida muchas veces en exceso y se almacene en ellos demasiado tiempo, tanto que a menudo se queda ahí hasta acaba estropeándose y al final va a la basura. Con el consiguiente desperdicio no sólo de la comida, también de todos los recursos, esfuerzo e impacto ambiental que ha costado producirla. A lo que hay que añadir el problema que causará en los vertederos, donde contribuirá a la generación de metano. Si esa comida se come, al menos habrá servido para algo; pero, si se acaba tirando, ni eso.
Como Felber, Acaroglu, es una conferenciante habitual en eventos en torno a la sostenibilidad. Sus conferencias son igualmente motivadoras, y sus argumentos convencen al auditorio de que una persona, individualmente, puede hacer cosas importantes para mitigar el cambio climático. Otro ejemplo: el agua y el uso de los calentadores eléctricos. ¿Cuántas veces se pone agua de más a calentar cuando solo se va a preparar, por ejemplo, una taza de infusión? Aunque no sea con calentador eléctrico, cada vez que ponemos agua de más a calentar para hacer cualquier cosa, gastamos más agua y más energía de la realmente necesaria. Y también ha costado un consumo de recursos y unos impactos conseguir que las tengamos a nuestra disposición
Así que, calentar justo el agua precisa –es decir, actuando con la energía y el agua, como decía Zapatero- para lo que necesitemos puede ser esa sola acción que, como propone Felber, una persona individualmente puede poner en práctica desde su propia casa para ser parte de la solución contra el cambio climático. No parece tan difícil.
Genial artículo, tendré en cuenta algunos de los consejos para aportar mi granito de arena contra el cambio climático.
Como dato, de normal antes de calentar agua para algo, prefiero medirla en el vaso y así sé la cantidad justa que voy a usar para no tirar agua. Pensaba que era algo normal que hacía todo el mundo, pero ya veo que no… A ver si gracias a este post la gente aprende a hacerlo mejor…
Un saludo!
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