Laura Villadiego es periodista especializada en consumo y medio ambiente. Licenciada en Periodismo y Ciencias Políticas, después de estudiar en París y trabajar en España y Bruselas, de 2009 a 2019 desarrolló su actividad profesional en el Sudeste Asiático, especialmente Camboya y Tailandia, para medios nacionales como EFE o Público, e internacionales, como South China Morning Post, The Guardian o AlJazeera.
Es cofundadora de Carro de Combate, un colectivo de mujeres periodistas que desde hace 10 años investiga los impactos sociales y medioambientales de nuestro consumo, rechaza por manipulado el término de consumo responsable y promueve el consumo crítico, local, transversal y ecofeminista. Es un proyecto valiente que necesita el apoyo de sus mecenas para seguir adelante. Porque el periodismo de calidad hay que pagarlo.
Laura Villadiego protagoniza una nueva Charla en Verde a través de los directos de SIGNUS Ecovalor en su canal de Instagram. Éste es un resumen de esa entrevista:
- ¿Qué es y qué persigue Carro de Combate?
Carro de Combate es un proyecto de periodismo independiente cuyo objetivo fundamental es explicar cómo se producen las cosas que consumimos y cuáles son sus impactos sociales y medioambientales.
Teníamos la sensación de que cuando se publicaban informaciones en prensa o en medios generalistas sobre cómo se produce lo que consumimos siempre se hacía con una mirada muy puntual. No había una mirada sistémica de intentar explicar que no es un problema que ocurre en una fábrica X en Camboya, es algo global. Los casos más negativos que conocemos no son excepciones, son las normas. Las excepciones son normalmente las fábricas donde se trabaja en buenas condiciones, da igual el país donde se produzca.
- ¿Somos cada vez más conscientes del impacto de nuestro consumo? ¿Notáis el cambio?
Las condiciones laborales, sociales y medioambientales de los modelos productivos se han degradado mucho en todo el mundo en los últimos quince años y hay mucha gente que se pregunta cuál es la razón, el por qué. Muchas veces la respuesta somos nosotros. Si repensamos más nuestro consumo podemos cambiar muchas cosas.
- La industria dedica ingentes cantidades de dinero a marketing y publicidad que supera con creces el dinero invertido en educación. ¿Siempre estaremos en desventaja?
Y además tenemos que luchar contra muchas décadas de lavado de cerebro. En nuestro libro de Consumo Crítico hacemos un repaso histórico a cómo se ha conformado la sociedad de consumo actual. Y una de las claves llega a principios del siglo XX, cuando se industrializan los modelos de producción, pero para hacerlos rentables hay que conseguir muchos compradores.
En esa época los trabajadores preferían ahorrar, gastar menos y tener más tiempo libre. Como de esta forma no se podía hacer negocio, es cuando se empieza a engrasar la maquinaria del marketing y la publicidad, a partir de los años 20. Nace así el modelo del consumidor insatisfecho, el que consuma lo que consuma siempre va a querer más.
Ése era su objetivo y lo han logrado, pero estamos pagando las consecuencias. Porque viene de la mano de un modelo de producción cuyos impactos son insostenibles, tanto sociales como medioambientales.
- ¿Por qué habláis de Consumo Crítico y rechazáis la denominación de Consumo Responsable?
Los cambios empresariales para adaptarse al nuevo consumidor nos están trasladando la responsabilidad a los ciudadanos. El término de consumo responsable implica que tú como consumidora eres responsable de lo que estás consumiendo. Es un término que en cierta manera resulta culpabilizador. Por eso nosotras hemos decidido que ya no lo volveremos a utilizar y lo hemos sustituido por el concepto de consumo crítico.
El consumidor se plantea preguntas, pero no es responsable de los impactos de aquello que está consumiendo. El responsable final es siempre el que lo produce, que es además el que tiene el control directo sobre todos los impactos. Un consumidor no puede ir directamente a la fábrica a decirles que usen menos agua. Este término también nos permite reflexionar sobre cómo la industria nos está intentando culpabilizar.
- Proponéis que este nuevo consumo crítico sea ecofeminista. Pero también apoyáis el boicot positivo ¿En qué consiste?
El boicot positivo apoya activamente aquellos productos que consideramos que lo están haciendo bien. Así se construye algo tan importante como es la alternativa, fundamental para poder cambiar el modelo actual.
Dejar de comprar algo también tiene muchos impactos negativos que afectan directamente a las trabajadoras del Sur global, precisamente las más vulnerables. Y si esos procesos no están directamente liderados por ellas, nosotras no somos quiénes para promover un boicot.
- El aceite de palma es una de esas industrias a las que habéis dedicado más atención en Carro de Combate
Nosotras hicimos una investigación muy larga que ha durado más de cuatro años. Llegamos a la conclusión de que el boicot como tal nunca es una solución, lo importante está en cambiar el modelo entero. El aceite de palma es sólo uno de los elementos de un sistema alimentario que nos enferma, pero no el único. Da igual que dejes de consumir aceite de palma si te sigues comiendo la misma bollería industrial. El cambio también pasa por pensar no sólo qué es lo que comemos sino qué tipo de vida hacemos.
- ¿Y eso cómo lo podemos lograr?
El problema es que se nos está queriendo relegar a la categoría de meros consumidores, nos están intentando atontar. Por eso nosotras reivindicamos el consumo como un acto político. Se están canalizando todas nuestras acciones a través del consumo y al final los modelos de producción prácticamente determinan todos los elementos políticos, sociales y económicos del mundo en el que vivimos.
Reivindicando nuestro papel de ciudadanas a través del consumo podemos como mínimo abrir la conversación, decirles a las grandes empresas que sabemos lo que es importante y que no nos da igual, y quizá a partir de ahí empiecen a verse cambios.
La única forma de controlar cómo se produce algo es produciendo más cerca. Si sigues comprando todo a Indonesia o a China o a Mozambique no lo vas a poder controlar nunca. Es verdad que no puede haber una autarquía total y absoluta, pero yo sí que creo que reduciendo las cadenas de producción reduciríamos mucho nuestros impactos sociales y medioambientales.