¿Qué tienen que ver una rana sudamericana de colores, la clasificación energética de los neumáticos y el código ético de los trabajadores de IKEA? Aparentemente nada, y sin embargo mucho. Veámoslo por partes, empezando por el final.
La televisión sueca ha realizado un documental sobre la vida del fundador de IKEA, Ingvar Kamprad, que ha proporcionado algunas revelaciones sorprendentes. A pesar de su fortuna, estimada en 64 mil millones de euros, el anciano Kamprad compra los yogures a punto de caducar, viste ropa de segunda mano y se hace cuadernos con las hojas usadas a las que les queda una cara en blanco. -Las selvas me lo agradecen-, se justifica en el vídeo que repasa su vida y en el que asegura querer dar ejemplo con su comportamiento. Al parecer, esta filosofía de austeridad a ultranza, que el propio Kamprad rechaza calificar como tacañería, es la misma que se aplica en su empresa. Los empleados la llaman la Biblia Ikea porque eleva a categoría de pecado el malgasto de los recursos. Puede que si analizáramos el fenómeno Ikea como modelo de consumo, el sueco archimillonario no saldría tan bien parado, pero es cierto que su discurso encaja con uno de los objetivos más perentorios que comparten todos los países desarrollados al menos sobre el papel: el consumo realmente sostenible de los recursos.
Pero…¿y las ranas de colores y los neumáticos, qué tienen que ver con esto? El investigador americano Mark C. Urban, del Departamento de Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de Conneticut, analizó recientemente millones de datos de todo el mundo para relacionar el riesgo de extinción de especies con el aumento global de la temperatura. Urban deduce que una de cada seis especies se extinguirá si la temperatura supera los 4 grados centígrados de media en el planeta a finales de este siglo que es, de momento, el escenario al que nos dirigimos. Los anfibios de Sudamérica resultan ser los seres vivos más sensibles al cambio climático, y entre ellos es fácil reconocer esas pequeñas ranas de vivos colores que se exhiben en los terrarios exóticos. Reciben popularmente el nombre de ranas punta de flecha porque los indios del Amazonas usaban su piel, compuesta de potentes toxinas, para envenenar sus armas. Estas ranitas originarias de remotas selvas vírgenes, y alejadas miles y miles de kilómetros de nosotros, son paradójicamente, víctimas directas de las emisiones de CO2 que se producen en todo el mundo por el inasumible consumo de combustibles fósiles. Habrá quien piense que el reto de evitarlo le queda demasiado grande a nivel individual, pero lo cierto es que cada propietario de vehículo puede hacer por ellas más de lo que cree, pues resulta que el 62% de las emisiones del transporte viario procede de los movimientos habituales con nuestros coches, y no del trasiego de mercancías, según ha puesto de manifiesto recientemente el Observatorio de la Sostenibilidad.
Más allá de la necesidad de plantearnos otras formas de movilidad, hay elementos relacionados con la conducción que todos debemos conocer. Por ejemplo, que el 20% del consumo de combustible de un vehículo, y por tanto de sus emisiones, corresponde al rozamiento de las ruedas. De ello se deduce la importancia de elegir unos neumáticos con “poca resistencia de rodadura”. La UE ha establecido una clasificación energética para los neumáticos que va desde la A (verde) hasta la G(rojo), igual que existe para los electrodomésticos. La diferencia entre la primera categoría y la última puede significar una reducción en el consumo de combustible de hasta el 7,5%, unos seis litros de combustible cada mil kilómetros. Por supuesto, además hay que asegurarse de que las ruedas llevan la presión correcta. Si el futuro de las ranas amazónicas le deja frío a pesar del aumento de la temperatura, piense que el ahorro económico aproximado podría ser de unos 300 euros en la vida útil de los neumáticos, dependiendo, claro está, del precio del combustible y del consumo de cada vehículo. Desde luego, el dueño de Ikea no se lo pensaría dos veces.