Se acerca el calor y llega el momento de abrir los armarios para cambiar el vestuario. Las mantas, los jerséis y los abrigos pasan al fondo de los roperos, colocando camisetas, pantalones cortos y vestidos de verano al alcance de la mano. En el proceso, siempre encontramos prendas olvidadas que no nos vamos a volver a poner, bien porque han pasado de moda, porque fueron un capricho o porque, definitivamente, nunca más volveremos a caber en ellas. La opción más habitual suele ser tirarlas a la basura, cuando deberíamos hacer justo lo contrario: meterlas en una bolsa y depositarlas en uno de los muchos contenedores para residuos textiles que existen en la actualidad.
En el Análisis de la recogida de la ropa usada en España de moda re-, el proyecto textil de Cáritas Española, nos advierte que la moda es una de las industrias más contaminantes del planeta, generando un elevado impacto ambiental a lo largo de su ciclo de vida, tanto en emisiones de CO2 como consumo de agua y uso de productos químicos peligrosos. A lo que se suma una gestión inadecuada de residuos, con tasas de reciclaje que no superan el 1%.
La magnitud del problema se agrava al comprobar que, entre los años 2000 y 2015, las ventas mundiales de prendas de vestir se duplicaron, según nos indica la Fundación Ellen MacArthur. En su documento A new textiles economy: Redesigning fashion’s future, descubrimos que el aumento general en la demanda crece a un ritmo del 2% anual, impulsado por el fenómeno de la fast fashion, del que todos somos víctimas (o cómplices). Y lo que es más preocupante, nos revela que el uso que damos a la ropa es un 36 % menor que al inicio del milenio. Todo esto nos convierte en auténticos generadores de residuos, nada menos que 1.200 millones de toneladas anuales.
Una segunda vida para tus prendas de vestir
Una buena alternativa para dejar de ser parte del problema y convertirnos en parte de la solución es regalar nuestra ropa usada a familiares y amigos, o empezar a utilizar canales de compra/venta de ropa de segunda mano. Pero si no encontramos a quién darle nuestra ropa usada o simplemente no sabemos qué hacer con ella, existen organizaciones que se encargan de gestionar los residuos textiles, dándoles, además, un fin social. Es el caso de las ONG Cáritas, Madre Coraje o Humana. Como norma general, donan los productos a personas vulnerables a través de sus roperos, aunque también se venden de segunda mano o se exportan a países en vías de desarrollo. Aquello que no se puede reutilizar debido a su mal estado, se separa y se devuelve al ciclo textil.
Para colaborar con dichas instituciones, los ayuntamientos permiten instalar contenedores para ropa, muy reconocibles por su característico color rojo, si bien algunas organizaciones los personalizan con sus colores y elementos identificativos. Entre los operadores más representativos figuran Cáritas / moda re-, que dispone de más de 6.147 contenedores en vía pública y otras localizaciones privadas, como colegios, centros de salud o superficies comerciales. En el año 2019, se recibieron un total de 44.278 toneladas en 2019 a través de estos puntos. Por su parte, Humana cuenta con 5.000 contenedores repartidos en 1.500 localidades. También recogen la ropa usada en sus 44 tiendas, distribuidas en Barcelona, Madrid, Sevilla y Granada.
A pesar de estas loables iniciativas, muchas personas se resisten a hacer donaciones por temor a estafas. La propia Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha advertido contra la proliferación de contenedores pirata, que simulan participar en campañas de recogida pero terminan revendiendo la ropa que les llega a bajos precios. Para combatir este tipo de prácticas, OCU ha elaborado una guía de las organizaciones de recogida de ropa más fiables en España. Si tienes alguna duda consulta la lista aquí.
El reciclaje, el verdadero reto
Además de las ayudas solidarias, no hay que perder de vista la cantidad de ropa que no se puede reutilizar debido a sus malas condiciones de conservación. Se estima que hasta el 80 % del algodón y el poliéster sería susceptible de entrar en la cadena de reciclaje. Asimismo, el material rechazado puede destinarse a valorización energética.
Los ayuntamientos tienen la obligación de disponer de contenedores de residuos textiles en los puntos limpios de cada localidad, donde se almacena la ropa usada temporalmente y de forma gratuita. Algunos, además, cuentan con contenedores en la calle, o de servicios de recogida “a domicilio” o los puntos limpios móviles. Por otro lado, también hay contenedores legales para ropa en terrenos privados como parroquias, colegios, gasolineras o centros comerciales, bajo acuerdos bilaterales entre organizaciones privadas y gestores de residuos textiles.
Llega la Ley de Residuos
El pasado día 9 de abril, tras una larga espera, se publicaba la nueva Ley 7/2022, de residuos y suelos contaminados. Entre otras medidas, las entidades locales deberán establecer sistemas de recogida separada para los residuos textiles antes del 31 de diciembre de 2024, cumpliendo con la directiva europea. Además, la nueva norma prohíbe la destrucción de excedentes textiles, que deberán dirigirse a la reutilización.
Por fin, en el plazo máximo de tres años desde la entrada en vigor de la Ley de Residuos deberán desarrollarse regímenes de responsabilidad ampliada del productor para los materiales textiles, en coherencia con la normativa europea. Esto incluye obligaciones de diseño de los productos de manera que a lo largo de todo su ciclo de vida se reduzca su impacto ambiental, la puesta en marcha de servicios de entrega de los residuos generados tras el uso del producto o la obligación de aceptar la devolución de productos reutilizables.
Las empresas textiles se suman a la causa
Nuestra contribución es fundamental, pero de nada serviría si no se transforma nuestro modelo de consumo. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha promovido la Alianza Mundial para la Moda Sostenible, con la que pretende reducir el impacto social, económico y ambiental negativo de este sector productivo, en favor de un modelo de consumo y de producción más sostenible, que acabe con la cultura del desperdicio. Son los principales fundamentos de la slow fashion, la moda sostenible, que se contrapone a un modelo de consumo basado en las tendencias, la compra compulsiva, los materiales de baja calidad y la utilización de una gran cantidad de fibras sintéticas que acaban contaminando nuestras aguas y contribuyendo a la crisis de los microplásticos. Durante el año 2018, las agentes involucrados en el sector de la moda identificaron las formas en que la industria puede avanzar hacia un compromiso holístico con la acción climática. El resultado es la Carta de la Industria de la Moda para la Acción Climática, que se propone lograr emisiones netas cero para el año 2050.