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Día Mundial del Urbanismo: crear ambientes sanos, con espacios verdes

Desde 1949 el 8 de noviembre es el Día Mundial del Urbanismo, y se celebra en más de 30 países de todo el mundo. La jornada que se creó por iniciativa  del urbanista argentino Carlos María della Paolera, que fue el primer catedrático de Urbanismo de Argentina y director del Instituto de Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires. y se celebra en más de 30 países de todo el mundo. El mismo della Paolera había diseñado, en 1935, el símbolo del urbanismo, un sol sobre una irradiación azul y un fondo verde, que representa el sol, el agua y la vegetación.

El espíritu de este urbanista al impulsar la creación de este día, era que sirviera para concienciar a los profesionales de la planificación urbana de la necesidad llevar a cabo acciones para el bien común, de crear ambientes sanos, con espacios verdes, y evitar el hacinamiento y la contaminación.

70 años diseñando ciudades

Esta idea de della Paolera resume la que podría ser la definición del urbanismo: la disciplina que determina el diseño de la ciudad y su entorno, su planificación y ordenación, tanto de los edificios como de los espacios, según una normativa. Función que se realiza teniendo en cuenta las necesidades de la sociedad, los hábitos, la cultura, estética, el medio ambiente, la sociología, la economía, la política, la higiene y la tecnología.

Si para este urbanista crear ambientes sanos con espacios verdes era una acción imprescindible ya en su tiempo, cabe imaginar qué pensaría 70 años después viendo cómo va el ritmo de crecimiento de la población urbana, el ingente tamaño de tantas ciudades del mundo, y el camino que lleva precisamente la humanidad de vivir concentrada en las ciudades, en las que las previsiones apuntan a que en 2050 vivirá casi el 70 por ciento de la población mundial, según diversos documentos de la ONU. Que, además, indicen en la necesidad de que los gobiernos aborden políticas y acciones para mejorar la calidad de vida tanto en las zonas urbanas como en las rurales.

De entre los elementos que aportan a las ciudades y a sus habitantes calidad de vida sin duda las zonas verdes seguramente son los más evidentes. Tienen la característica de que se pueden planificar en los nuevos desarrollos urbanos, están presentes, en mayo o menor medida, en las áreas más consolidadas de las ciudades y se pueden introducir en las áreas más deficitarias de estos espacios. Y en esos espacios, pequeñas áreas de naturaleza en medio de las ciudades, los árboles son los protagonistas.

La importancia del «verde» en el urbanismo

Para la paisajista Esther Valdés, vicepresidenta de la Asociación Española de Paisajistas, «cada vez está tomando más importancia los espacios verdes en las ciudades. Hemos vivido muchas décadas pensando que la naturaleza era aquello que estaba lejos, fuera de las ciudades y a donde íbamos de vez en cuando, y que la ciudad es algo artificial, y dentro de ellas los jardines y parques eran solo pequeños espacios de recreo. Se nos había olvidado la importancia que tienen los espacios verdes para el ser humano. Ahora nos estamos dando cuenta, con el tema del cambio climático, de que hacen un papel fundamental, que además lo hacen gratis y que es importantísimo recuperar la relación entre el ser humano y la naturaleza, que además está en nuestra genética».

Ha habido distintas formas de integrar esas áreas verdes en las ciudades unas veces más domesticada, sobre todo en Europa, y otras con, al menos, una apariencia más natural. Valdés menciona el caso de las ciudades americanas, Boston, donde hizo una estancia de investigación en la universidad de Harvard, le sirve de ejemplo: «los parques del entorno urbano, allí son más naturales. Cuando estaban haciendo la planificación urbanística de la ciudad en una etapa de crecimiento, dejaban unas zonas de bosque reservadas para permanecer. Aquí, en Europa, el jardín ha sido mucho más diseñados y están como más aislados. Personalmente yo abogo por espacios menos intervenidos, más asilvestrados, menos aislados, con plantas autóctonas, adaptadas al clima y al suelo; menos formales y decorados, pero que nos traigan a la memoria los espacios realmente naturales. Porque, además, es la manera de, no solo introducir el verde en las ciudades, sino también parte de fauna. Ese tipo de parques requiere menos mantenimiento y, concretamente los árboles, van a estar más sanos».

Los beneficios de los árboles en las ciudades

En todo caso, la presencia de árboles en las ciudades, tiene claros y diversos impactos positivos en ellas. «Desde el punto de vista ambiental, por ejemplo, actúan como sumideros de carbono, regulan la temperatura y disminuyen el efecto de isla de calor que es la ciudad. Según cómo se diseñen esas zonas, se pueden crear corredores ecológicos e infraestructuras verdes que conecten la ciudad con el entorno, propicien un aumento de la biodiversidad y la  conservación de especies autóctonas. También sirven como salvaguarda de insectos polinizadores, absorben y reducen el ruido, aportan de sombra, etc. Incluso favorecen la recarga de acuíferos gracias a los pavimentos permeables, contribuyendo así a la regeneración de ecosistemas».

Todos ellos son servicios gratuitos de la naturaleza, que resuelven o palían situaciones relativas, como ha quedado dicho, ambientales. Pero no se quedan ahí los beneficios que aportan a la ciudad y sus habitantes los espacios verdes. Desde el punto de vista social Valdés destaca que «son puntos de encuentro y de cohesión social, espacios recreativos y de participación ciudadana. Fomentan el deporte al aire libre y mejoran de la salud; son también para la infancia, etapa en la que es importante el contacto con la naturaleza y se facilitan la educación».

Y, para redondear, no menos interesantes son los beneficios, también intangibles como los sociales, pero no menos reales, como son los económicos: «las zonas verdes, los parques, revalorizan los inmuebles y comercios en zonas cercanas. Atraen turismo, con la consiguiente generación de empleo y actividades económicas asociadas; promueven el intercambio cultural, disminuyen la contaminación y por ello de los gastos médicos, además de mejorar la salud física y mental de los habitantes de las ciudades, que también implica ahorros médicos. Y, en el caso de las cubiertas verdes y los jardines verticales instalados en muros, aunque no sean parques ni jardines, propician el ahorro energético en los edificios».

Con tal cantidad de argumentos la expresión “las ciudades del futuro serán verdes o no serán” cobra todo el sentido de las evidencias incontestables.

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