Son malos tiempos para el derroche. Nunca fueron buenos, pero ahora lo son menos que antes con una guerra a las puertas de Europa que ha disparado los precios del gas y el gasoil con los que se alimentan las calderas de nuestras casas; los precios de la electricidad ya disparatados que nos hace temblar cada vez que ponemos la lavadora; los de una crisis climática que tiene contra las cuerdas a los combustibles fósiles, pero no acaba de acometer una transición energética sin dejar por el camino a empobrecidos perdedores.
Veámoslo en positivo. Hay brotes verdes. Nunca nuestro modelo económico ha estado más preocupado por su impacto ambiental, ha apostado más por la circularidad y el reciclaje, ha logrado inmensos avances tecnológicos que le están permitiendo afrontar los retos del futuro con un presente en rápida adaptación. Y también nunca los consumidores hemos estado más concienciados y tenemos más herramientas para subirnos a este carro del cambio sin dejarnos por el camino la cartera.
En este desafío no estamos solos. El Gobierno trabaja en un plan de ahorro y eficiencia energética en el ámbito de la Administración General del Estado (AGE), que incluirá una serie de «recomendaciones» no obligatorias para la ciudadanía y las empresas, con el objetivo contribuir a la reducción del consumo de energía y las importaciones de combustibles fósiles rusos de cara al próximo invierno.
Para subirse cuanto antes a esta creciente ola del cambio, a continuación te damos algunas ideas sencillas que pueden ayudarte a surfear por los inestables mares de la factura energética.
1. Estúdiate bien las tarifas de la electricidad
Al igual que ocurre con las tarifas de los móviles, las de la electricidad se han convertido en un complejo galimatías. Puedes optar por el mercado regulado, con una tarifa variable fijada por el Gobierno denominada PVPC (precio voluntario para el pequeño consumidor) o por una tarifa libre que podrá hacerte todas las promociones que quiera, pero siempre tendrá un precio fijo.
Dependiendo de tus consumos te podrá interesar una tarifa u otra, pero hay que currárselo bien estudiando todo el inmenso abanico de posibilidades, letras pequeñas e incertidumbres futuras de los contratos incluidas.
Al igual que ocurre con las tarifas de los móviles, las de la electricidad se han convertido en un complejo galimatías
Lo que sí puedes y debes hacer es ajustar la potencia contratada hasta ese límite incierto que evita que salten los fusibles al poner el horno. Un dato: cada kW de potencia que se baja supone un ahorro de unos 50 euros al año.
También puedes ajustar el consumo gracias a las tarifas con discriminación horaria. Según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), tener en cuenta las horas punta, llana o valle permite ahorrar al año una media de 70 euros.
2. Pásate al autoconsumo (si puedes)
Como te explicábamos en este otro post del blog, gracias a la instalación de placas fotovoltaicas en los tejados, el autoconsumo eléctrico permite reducir a la mitad la factura de la luz e incluso, si tienes un sistema independiente y has amortizado la inversión, a la larga te puede salir gratis.
Las subvenciones para el autoconsumo permiten además un ahorro en el precio final de la instalación de entre un 40% y un 50%. Estas subvenciones están destinadas principalmente a instalaciones en viviendas unifamiliares o comunidades de vecinos.
No por casualidad, el autoconsumo disfruta actualmente de un impresionante éxito. La desaparición del impuesto al sol ha traído la revolución de los tejados. Y es que será por sol en España. Según la UNEF, Unión Española Fotovoltaica, 11 de las 20 ciudades europeas con más luz al mes de media son españolas. Alicante encabeza esta luminosa lista con 349 horas mensuales, seguida de Catania, Murcia y Málaga.
3. Controla las temperaturas (también del agua caliente)
Según la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés), cada grado menos en la temperatura del hogar supone un ahorro del 7% en el consumo energético, lo que se traduce en una reducción de más de 70 euros en la factura energética anual. Lo ideal, señalan los expertos, es mantener la calefacción en torno a los 19 y 21 grados por el día, y entre 15 y 17 grados por la noche.
De cara al verano y a los días de calor no caigamos en el error de convertir el hogar o la oficina en una nevera. La temperatura ideal del aire acondicionado debería rondar los 25 grados, ya que cada grado menos aumenta el consumo casi un 10%. Tenerlo a 21 grados supone, según el comparador de tarifas de energía Selectra, encarecer la factura en un 25%. Y eso es mucha pasta.
Por cada grado que subimos en la calefacción pagamos unos 70 euros más al año.
También se puede ajustar la temperatura según el tipo de habitación, pues no es necesario tener la misma en el dormitorio o en el baño.
Otro detalle muy importante es la necesidad de controlar la temperatura del agua caliente. No tiene sentido que salga de la caldera a 80 grados, con el coste en combustible que eso supone, para que luego la mezcles con agua fría para no escaldarte. A partir de 40 grados el agua caliente ya quema, así que, aunque seas friolero compulsivo, tenerla a más de 50 grados es regalarle rublos al señor Putin.
4. Aísla bien tu casa
Este es el truco más caro, pero a la larga más rentable. Según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), la mejora de los aislamientos y la sustitución de ventanas y puertas ineficientes reduciría nuestras necesidades de calefacción y aire acondicionado entre el 25% y el 30%. Remediaría las deficiencias de unas viviendas que los promotores prefirieron ahorrarse en su momento y al final nos tocará pagar a nosotros.
Si en invierno tocas la pared que mira a la calle y está helada puedes estar seguro de que el constructor no la aisló como debía. Lo mismo ocurre con las ventanas, si las cortinas se mueven estando bien cerradas es que dejan más huecos que agujeros tiene un queso gruyere. Poner dobles muros y apostar por una carpintería exterior eficiente es sin duda la mejor inversión que se le puede hacer a una vivienda. A la larga sale a cuenta.
Lo ideal sería tener una casa sostenible, pero no es una opción barata. En este post del blog de SIGNUS Ecovalor te damos las claves para elegir una. Si estás buscando vivienda, cuanto mejor aislada y hecha esté será mucho mejor para tu economía y, algo más importante, para tu salud.
5. Apuesta por electrodomésticos eficientes
El frigorífico es con diferencia el electrodoméstico que más energía consume en casa, pues está encendido 24 horas al día 365 días al año. Un truco facilón es apagarlo cuando nos vamos de vacaciones. Además del ahorro eléctrico, nos obligará a dejarlo limpito y descongelado, lo que incluye consumir (o tirar) muchos de esos alimentos que llevan en el congelador desde que el abuelo hizo la primera comunión.
Otro error habitual. La televisión suele estar encendida durante horas, muchas veces sin que nadie la vea. Si te gusta su rumor como hilo musical mejor pon la radio, pero no gastes luz a lo tonto para que tan solo la vea el gato.
Piénsate también cuándo vas a poner el lavavajillas o la lavadora, para que estén a plena carga y así optimices al máximo la inversión.
Recuerda que desde el 1 de marzo de 2021 es obligatorio que todos los electrodomésticos incorporen el nuevo etiquetado energético. A partir de ahora, los más eficientes (que antes pertenecían a la clase A+++), quedarán asignados como mucho a la clase B, para dejar la clase A a futuras mejoras de la eficiencia energética que todavía no existen. Las etiquetas no solo informan del consumo eléctrico, sino que también aportan datos muy interesantes sobre el consumo de agua o ruido.
Desgraciadamente, los electrodomésticos más eficientes, los C y B, siguen siendo los más caros. Pero muchas veces este superior precio inicial se amortiza en poco tiempo gracias al ahorro energético. Una vez más toca comparar etiquetas, hacer cuentas y apostar por el difícil equilibrio entre sostenibilidad y economía familiar.