La economía circular ha suscitado un interés creciente en los últimos años. De ser una preocupación de tan solo unos pocos ha pasado a ser una prioridad para empresarios, responsables políticos y gobiernos enteros, incluida la Unión Europea que en diciembre de 2015 aprobó un ambicioso Plan de Acción para la Economía Circular con la intención de dar respuesta a los desafíos del cambio climático y el desarrollo sostenible, al mismo tiempo que pretendía fortalecer la cohesión social y la integración en la UE.
El último mandatario en sumarse a esta larga lista de responsables públicos que reclaman un nuevo modelo de producción y consumo circular es el Rey Felipe VI. Durante el discurso inaugural de la XI Cumbre de Cotec Europa celebrada en Madrid en febrero señalaba: “resulta urgente y de vital importancia acelerar la transición de la economía global hacia un modelo más sostenible. Un modelo que abandone progresivamente la pauta lineal de ‘extraer, fabricar, usar y tirar’ y que apueste por cerrar el ciclo de vida de las materias primas y de los productos. Un modelo circular que ha de ser, además, más eficiente desde el punto de vista energético”.
La economía circular se presenta así como la alternativa al modelo de producción y consumo actual, capaz de resolver los retos económicos, sociales y medioambientales a los que nos enfrentamos. “La comunidad científica viene dando señales de alarma en los últimos años sobre la profundidad del deterioro ambiental del planeta y también sobre la insostenibilidad a medio plazo de nuestros parámetros de desarrollo. No hablamos de profecías sino de previsiones que, por desgracia, el paso del tiempo está confirmando, como las referidas al calentamiento global”, aseguraba sin sutilezas ni medias tintas el monarca en su intervención.
La economía circular viene a cambiar de manera radical el patrón de producción y consumo vigente durante los últimos dos siglos, por otro más resiliente y adaptable a la escasez de recursos materiales y energéticos, en el cual se mantengan los recursos en la economía durante el mayor tiempo posible y se reduzca la generación de residuos al mínimo. Y sólo cuando llegue el final de su vida útil buscar la manera de reutilizarlos en otras industrias.
Esta transición, además, puede crear muchos puestos de trabajo, favorecer el crecimiento socioeconómico a escala local y fortalecer la cohesión social y la integración. Según recoge el primer Informe sobre La situación y evaluación de la economía circular en España, si se aplicara toda la normativa vigente en materia de residuos se crearían más de 400.000 empleos en la Unión Europea, de los cuales 52.000 se localizarían en España.
Un ejemplo muy claro es lo que hacen algunas empresas locales: reaprovechando ropa vieja como cortinas, sábanas, manteles, etc., para transformarlas en objetos de actualidad (bolsos, mochilas, monederos, etc.), dándoles un nuevo uso y, a la vez, favoreciendo la colaboración, integración y capacidad innovadora de la localidad.
Otro ejemplo de esta realidad son los Sistemas Integrados de Gestión como el de SIGNUS que garantiza la recogida gratuita de los neumático usados en cualquier taller de España y se encarga posteriormente de su clasificación, tratamiento y reciclado. Lo bueno de este modelo es que está basado en la especialización, la economía de escala y una mayor capacidad para llevar a cabo proyectos de mejora o I+D.