El mundo del videojuego está en auge. Lejos quedó esa época en la que para jugar al Tetris o al Pac-Man había que ir a un salón recreativo. También quedan lejanos en el tiempo aquellas maquinitas portátiles en la que había que esquivar barriles lanzados por Donkey Kong para salvar a la princesa o la época del Spectrum o el Atari con el primer juego de tenis de la historia: el superventas Pong.
Ahora estamos en un momento en el que los gráficos de los videojuegos son más que reales, la posibilidad de jugar en línea es la nueva realidad y se ha creado una categoría específica para ellos. Ya no son simples videojuegos, ahora son eSports en los que especialistas (y no tan especialistas) en determinados títulos viven de jugar de forma profesional. Una fórmula que cada día gana adeptos y, sobre todo, espectadores. Sólo el Torneo Mundial de League of Legends fue seguido el año pasado por casi cuatro millones de espectadores. Numerosos estudios auguran que en menos de 10 años, el número de espectadores de los campeonatos de deportes electrónicos superarán con creces los espectadores de una final de la Champions League o de la Superbowl.

El videojuego reúne entorno a un móvil, una tableta, un PC o una videoconsola a cientos de miles de usuarios cada día. El número de jugadores se incrementa y la pandemia ha supuesto un impulso todavía mayor. Se estima que el ecosistema está compuesto por alrededor de 1.000 millones de usuarios de videojuegos habituales.
La sostenibilidad de jugar a Fortnite o FIFA
Son estos 1.000 millones de usuarios en los que hay que fijarse. Al ser habituales, quieren equipos cada vez más potentes. Se necesitan por varios motivos: en primer lugar porque los gráficos de muchos de los títulos más famosos necesitan de una gran potencia de procesamiento. Las características y prestaciones de estos ordenadores son tan elevadas así que profesionales como arquitectos o diseñadores gráficos se decantan cada vez más a comprar un “PC para Gamers” para poder ganar en productividad en su trabajo diario.
El segundo motivo viene propiciado por el juego en línea, fundamental, por ejemplo, para el desarrollo de los eSports. Se necesita una conexión y un equipo potente para que la latencia sea la mínima posible. La latencia es el tiempo que se tarda desde el momento en el que se da la orden hasta que se ejecuta. A mayor latencia, más se tarda en ejecutar esa orden y unas pocas décimas de segundo puede suponer que un jugador pierda una partida con respecto a otro.

Evidentemente, estos equipos consumen mucha energía y son varias la voces que han alertado sobre el impacto que el mundo del videojuego y de los eSports tiene en la sostenibilidad. La industria del videojuego es ya la sexta más importante de todo el mundo por lo que su papel en conseguir los Objetivos de Desarrollo Sostenible es fundamental. Y lo cierto, es que los videojuegos y los eSports son también responsables de, por ejemplo, la emisión de gases de efecto invernadero. Un estudio de Computer Games Journal estimó que solo en los Estados Unidos, los jugadores emiten 24.000 kilotoneladas de CO2 por año o lo que es lo mismo, más de las que emiten países como Sri Lanka, Estonia y Líbano. Sólo un juego tan popular como el FIFA es responsable de la emisión de casi una tonelada de CO2 al año.
Pero la industria de los videojuegos no sólo impacta en el consumo energético y en las emisiones de gases a la atmósfera. El hecho de que muchos jugadores quieran adquirir el videojuego en formato físico implica también el uso de plástico. Y hablamos de juegos que se renuevan año a año. El mismo estudio hace referencia a que si los usuarios se deshicieran de sus antiguos FIFA 19 para adquirir el FIFA 20, se irían al vertedero nada más y nada menos que 128,479 kg de plástico. Por ello, es cada vez más necesario que los usuarios se conciencien sobre la importancia de apostar por la compra de títulos en formato digital. Y es que una copias física emite más de veinte veces las emisiones de CO2 de las descargas digitales de forma que los jugadores podrían reducir su huella de carbono en un asombroso 95.6% al elegir descargar un juego en lugar de comprar una copia. La mayor huella de CO2 de los juegos físicos se debe a los materiales utilizados en la producción de la caja y del disco y entre los que se incluyen el policarbonato de aluminio, los plásticos de polipropileno y polietileno de la caja y papel brillante de la cubierta y el folleto impresos.

Una industria concienciada
Pero hay buenas noticias. A pesar de estos datos, al tratarse de una industria relativamente joven, la concienciación con la sostenibilidad forma parte de los pilares de fabricantes, desarrolladores y por supuesto, jugadores. Por ejemplo, la nueva consola PS5, a pesar de sus características y de la potencia que incorpora, es la consola más ecológica fabricada hasta la fecha. Sony, fabricante de la misma, ha conseguido reducir en un 35% la huella de carbono con respecto a la PS4 y además, incrementando las prestaciones.
No sólo eso, sino que la Federación Global de eSports, que agrupa a los principales actores de esta industria se unió el pasado 19 de Marzo a la Iniciativa de las Naciones Unidas para la Acción Climática para generar conciencia en la comunidad de los deportes electrónicos y así combatir el cambio climático y construir comunidades sostenibles en todo el mundo.

Hay más ejemplos de la importancia que esta industria da a la sostenibilidad: Razer es uno de los principales fabricantes de hardware para videojuegos del mundo y ya ha dado varios pasos para convertirse en una de las empresas de juegos que lideren la sostenibilidad . sostenibles líderes en la industria es Razer. Por ejemplo, el pasado mes de octubre, la empresa anunció que había puesto en marcha la campaña la Sneki Snek para salvar 100.000 árboles. El objetivo lo consiguió en poco tiempo, por lo que amplió el número de árboles a salvar hasta el millón de ejemplares. La firma ha prometido garantizar que todos sus productos se puedan reciclar para 2030 y ofrecerá sitios de recolección gratuitos para ayudar a la recolección de productos reciclables. Los nuevos productos se fabricarán con plástico reciclado posconsumo. Esta inciativa se une a otras emprendidas por otros fabricantes que ya han adoptado plásticos PCR en varias de sus líneas de producto.
¿Y los jugadores?
Puede parecer que el jugador pinta poco en ese panorama. A fin de cuentas lo único que persigue es pasar un rato entretenido. Pero hay varias cosas que puede hacer para hacer de su pasatiempo algo más sostenible. El primero de ellos pasa por apagar la consola una vez que deja de jugar. Al igual que ocurre con la televisión y otros aparatos electrónicos, los usuarios una vez que termina de jugar dejan la consola o el equipo en modo “Stand-By”, lo que hace que se estén consumiendo de forma constante alrededor de 0,5w. Este consumo “insignificante” puede suponer un coste de unos 50 euros anuales. Otro acto, puede ser jugar en modo ecológico: para ello sólo hay que poner la televisión en esta modalidad.

Finalmente, apostar por los eSports. Éstos son potencialmente más sostenibles ya que normalmente están alojados en el cloud en lugar de en numerosos centros de datos, que son responsables de la mayor parte de las emisiones y consumos energéticos de la industria tecnológica.
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