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El cambio climático es mentira. O por qué necesitamos periodistas de ciencia y medioambiente

El cambio climático causado y acelerado por los seres humanos es un hecho real, comprobado científicamente, y sin embargo, el negacionismo sigue estando presente. En plena época de la postverdad y de fake news en aumento, los periodistas de ciencia y medioambiente son más necesarios que nunca, pero no lo tienen nada fácil.

El presidente de Estados Unidos, la segunda nación del mundo que más contribuye al cambio climático, niega que sea real y ha retirado a su país de la lucha contra el mayor desafío al que se enfrenta la humanidad. En plena época de la postverdad y de fake news en aumento, los periodistas de ciencia y medioambiente son más necesarios que nunca, pero no lo tienen nada fácil.

El cambio climático causado y acelerado por los seres humanos es un hecho real, comprobado científicamente, y sin embargo, el negacionismo sigue estando presente. El ejemplo más claro y evidente es el actual Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien afirmó en Twitter que “El concepto de calentamiento global fue creado por los Chinos para hacer a la industria de EE.UU. no competitiva”, y que una vez en la Casa Blanca sacaba a su país del Acuerdo de París en la lucha contra el principal problema al que nos enfrentamos los seres humanos y todo el planeta.

Pero no es el único ejemplo que puede verse, oírse o leerse, incluso publicado en medios de comunicación. Hasta tal punto que la dirección de la radiotelevisión pública británica, BBC, enviaba en septiembre un comunicado interno a sus trabajadores que les pedía no caer en el “falso equilibrio de las fuentes” del periodismo, aquel que ofrece voz a partes contrapuestas, aunque una de ellas carezca de verosimilitud, para intentar presentar un tema de manera supuestamente imparcial. Los responsables de la BBC daban una explicación muy gráfica: “En una crónica de fútbol no darías voz a quien niega que el Manchester United ha ganado una vez ya terminado el partido”.

En esta época actual, cada vez son más numerosas las “fake news”, un concepto que ya existía en nuestra lengua, la paparrucha, que el diccionario de la RAE define como esa “noticia falsa y desatinada de un suceso, esparcida entre el vulgo”. Según un estudio publicado el año pasado por la empresa Simple Lógica y el grupo de investigación en Psicología del Testimonio de la Universidad Complutense, el 86% de la población española se las cree. Estas paparruchas forman parte de lo que en EE.UU. se bautizó como “post-truth”, y que la RAE ha incorporado a su diccionario como “posverdad”, esa “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”.

Vivimos en una época en la que cualquiera puede crear y publicar cualquier contenido de manera muy sencilla y difundirlo rápidamente por las redes sociales. Si cualquiera puede publicar, ¿para qué necesitamos periodistas? Pues precisamente por ello, porque como hemos visto, es muy fácil publicar todo tipo de medias verdades, manipuladas o directamente falsas. El periodista de ciencia y medio ambiente puede contribuir, en su parcela de especialización, a detectarlas, a contrarrestarlas, a dar a conocer a la sociedad los hechos.

Pero no acaba ahí la importancia del periodista especializado. Una sociedad que vive de espaldas a la ciencia y al medioambiente es el caldo de cultivo perfecto para la posverdad, para las paparruchas, para los negacionistas del cambio climático. El periodista puede con sus conocimientos, sus fuentes, su labor profesional continua, dar a conocer los avances y conceptos científicos y ambientales a la sociedad de manera comprensible, atractiva y hasta divertida pero de manera rigurosa. Quien conoce los hechos científicos del cambio climático ya no se deja engañar. Ya lo decía Sócrates: “El conocimiento os hará libres”.

Para que haya profesionales especializados en informar y divulgar la ciencia y el medioambiente hace falta un “Periodigno” con el apoyo imprescindible de la ciudadanía para la que trabaja. Para ello hay que romper entre todos un circulo vicioso: si no se ofrece periodismo de calidad, ¿quién quiere pagar por ello?

En una sociedad desinformada, o más bien malinformada, las decisiones que afectan a la ciudadanía no se toman de manera adecuada. Si el cambio climático es mentira, ¿para qué invertir en descarbonizar nuestra economía? ¿Para qué cambiar nuestros hábitos de vida, de transporte, de consumo? El cambio climático es real, y avanza cada vez más. En nuestras manos está hacerle frente. Estamos a tiempo. Pero para ello no nos dejemos engañar ni manipular. No solo por nosotros, sino por las próximas generaciones, que van a tener que lidiar con algo que no provocaron ellos.

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