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Obra de juan Vidaurre Obra de juan Vidaurre

El hombre que susurra a los objetos para que le cuenten sus secretos

En nuestra serie de arte en verde, hoy traemos a Juan Vidaurre, un diseñador/artista que sabe escuchar las historias que los objetos llevan dentro y convertir un sacacorchos en un búho, una bisagra en una mariposa, una navaja multiusos en una garza o la cabeza de un martillo en un coche

En nuestra serie de arte en verde, hoy traemos a Juan Vidaurre, un diseñador/artista que sabe escuchar las historias que los objetos llevan dentro y convertir un sacacorchos en un búho, una bisagra en una mariposa, una navaja multiusos en una garza o la cabeza de un martillo en un coche. No hay mayor lección de consumo responsable. De ‘upcycling’ con alma. Son decenas y decenas de fascinantes esculturas/poemas visuales. Aparte de contar su historia, le hemos pedido para ilustrar este artículo que nos elija 10 de sus objetos favoritos que le contaron secretos.

‘Upcycling’ con alma

Ese martillo que ha perdido la cabeza y de repente se ha transformado en un coche. Ese candado que le ha dado la vuelta a su historia y se ha convertido en una casa de puertas abiertas e incluso te indica el camino de llegada. Ese pestillo que ya no sirve para cerrar sino que ahora despliega sus alas como una mariposa. Esa navaja multiusos que se ha convertido en un ave. Y ese bastoncillo higiénico que ahora sirve de chimenea humeante para un barco mercante.

Son poemas visuales, pequeñas historias de reutilización y reciclaje que salen de la cabeza de Juan Vidaurre desde hace 15 años y quedan recogidas en curiosos libros, llenos de dobles significados, metáforas y metonimias. Vidaurre trabaja en una editorial, pero da rienda suelta a su creatividad de diseñador/artista creándoles nuevas vidas a los objetos. No hay mayor upcycling. Se nota su admiración por poetas visuales como Joan Brossa, Peret y Chema Madoz. “Desde pequeño me había fascinado la imaginación del universo gráfico de Peret; siempre me llamaron la atención sus dobles significados, su descontextualización de los objetos para crear nuevas narrativas. Y, claro, luego está mi admiración por la poesía visual de Joan Brossa. Y por Alberto Corazón, con quien estuve en contacto durante un tiempo”.

Juan Vidaurre estudió Publicidad y llegó a trabajar en el departamento creativo de una agencia puntera, pero aquello no terminaba de convencerle: “Demasiadas horas, demasiadas imposiciones, demasiadas limitaciones”. Se marchó un año a Londres a trabajar de “chico para todo” en un hotel. Y allí le volvió a empujar el gusanillo de crear, de dibujar; su padre era arquitecto, catedrático de Dibujo Técnico, y Juan creció entre ese amor por las líneas, las fugas, los trazos, las perspectivas. Y dentro se le venía haciendo un hueco cada vez más grande la pasión por la creatividad sin tantas ataduras como las de los encargos publicitarios.

Poemas visuales

A la vuelta de Londres montó su propio estudio de ilustración y diseño. Recuerda bien cuál fue su primer cliente: unos laboratorios farmacéuticos que le encargaron el packaging y la identidad corporativa. Pero seguían siendo encargos, y dentro de él seguía revolviéndose, ansiosa por salir al exterior, la necesidad de una creatividad más libre.

Y así fue dándole forma a estos objetos-esculturas, poemas visuales, que va cuidadosamente almacenando en cajitas en su casa (más de 200) y presentando al público en diversas exposiciones y en más de una docena de libros. Desde Ideas-Objeto (ediciones Blur, 2005) –“este primer libro salió de la imprenta justo a la vez que nacía mi primer hijo, Íñigo”–. El segundo fue Cazador de ideas, que seguramente sea su favorito, también con la editorial Blur. Y después llegaron publicaciones con Kalandraka, Anaya, Oxford University Press, SinSentido, Chucherías de Arte… Hasta los dos últimos, catálogos de sendas exposiciones en la Fundación Antonio Pérez, en Cuenca. La última terminó hace justo un año.

Juan Vidaurre lleva así 15 años: mirando el alma de los objetos, las historias que tienen que contar… y que casi nadie se detiene a escuchar.

Sus objetos con alma se convierten a su vez en un nuevo objeto al que idolatra Vidaurre: el libro en papel. Un objeto que recoge otros objetos: el summum para este hombre. “El libro-objeto siempre ha sido un referente para mí. El libro en papel no puede desaparecer como objeto. Siempre he tenido la sensación de que todo lo que queda almacenado en un libro nunca se pierde”.

“Soy un mirador”

“Me siento”, nos cuenta, “muy identificado con la definición que hacía el maestro de las greguerías, Ramón Gómez de la Serna, sobre sí mismo: Soy un mirador”.

¿Y cómo es esa mirada en la que coincidís Antonio Pérez, Joan Brossa, Peret, Gómez de la Serna y Juan Vidaurre?

“Nace de la inquietud del objeto. Todos los objetos tienen alma y necesidad de contarnos historias, historias que van más allá de las convenciones y rutinas que les aplicamos. Yo así lo veo y me preocupo por atenderles y escucharles. Veo las posibilidades de darles una segunda vida. Los objetos nos hablan. Sólo debemos tener la predisposición para escucharles”.

Varias obras de Juan Vidaurre

Y son historias como la del búho enamorado de la Luna o la herradura hecha zapatilla de deporte, o la tapa de una lata reinventada en orgullosa medalla olímpica, o el cepillo de dientes en caballo de crin al viento o las cerillas en tupido bosque. Sus sueños, sus secretos.

¿Cuántas veces te has parado tú, atento lector, a escucharles?

Sin embargo, muchos de esos objetos no saben que están programados para morir, que les crearon con fecha de caducidad. La obsolescencia programada. Vidaurre lucha contra los tiempos, les libera y les hace aves e insectos, les da la oportunidad de reencarnarse en lo que ansiaban ser… Y se lo cuentan. Y les hace imperecederos. No hay mejor lección de consumo responsable, de conciencia ambiental: fijarnos en el alma de cada objeto, en las historias que encierra y que le quedan por contar. “Ya sé que los tiempos han corrido por otros derroteros, por el consumo voraz, por el despilfarro, por el usar y tirar. Quizá ahora estemos cambiando. No sé…”.

No sabe.

“Pero sí sé que se crean unos vínculos entre esos objetos y yo, que nos contamos nuestros secretos y nos los guardamos bajo secreto de confesión. No podemos traicionarnos…”.

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