El 14 de marzo de 1980, hace ahora 42 años, fallecía en un fatal accidente aéreo en Alaska el naturalista y comunicador ambiental Félix Rodríguez de la Fuente. Ese día su hija pequeña, Odile, de siete años, esperaba junto a su madre y hermanas la llamada telefónica de su padre para cantarle el cumpleaños feliz. Esa llamada nunca llegó. Pero la llama de la pasión por la naturaleza, por la VIDA con mayúsculas, ya había prendido en ella. También la fascinación por uno de los personajes más influyentes, queridos y respetados en España cuyo legado, que no testamento, pues está muy vivo, ha condensado Odile en un libro maravilloso, Félix, un hombre en la tierra (GeoPlaneta, 2020).
Odile Rodríguez de la Fuente nos acompañó en una nueva Charla en Verde a través de los directos de SIGNUS Ecovalor en nuestro canal de Instagram. Licenciada en Biológicas y Producción de Cine en la University of Southern California (USC) de Los Ángeles, trabajó varios años en la sede de National Geographic en Washington D. C. antes de crear en 2004 la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente, de la que fue directora durante más de 15 años.
Odile considera que este libro, absolutamente maravilloso, “es en realidad un libro de Félix Rodríguez de la Fuente en el que yo me he permitido el lujo de entresacar las perlas de toda la obra de mi padre, que afortunadamente es enorme”.
El trabajo ha sido descomunal, seleccionar uno a uno los principales mensajes de toda su vasta obra literaria y audiovisual. “Ha sido un trabajo ingente pero enormemente satisfactorio porque también es mi libro de cabecera”, confiesa la hija del naturalista. Porque ella no lo ve tan solo como un relato más o menos bello: “Es filosofía pura en vena, profundamente humanista, una brújula para todos los que tenemos inquietud y sensibilidad hacia la vida”.
Sin duda Félix, leyendo este libro que también es suyo, le diría a su hija lo mismo que le decía cuando era pequeña: “¡Coño, qué niña más lista!”.
¿Qué es lo que más te ha sorprendido del legado intelectual de tu padre?
Me ha sorprendido lo muy adelantado que estaba a su tiempo, pues hablaba ya de conceptos que todavía no existían, como la biomímesis. Él decía que cuando el ser humano llegase a un grado más elevado de civilización, nos daríamos cuenta de que la naturaleza ya lo ha inventado todo y no tendríamos más que imitarla.
Por ejemplo, con el problema de las basuras, pues en la naturaleza no existen basuras porque en ella todo se reutiliza y recicla. Pensamos que somos seres muy civilizados, pero desafortunadamente esa idea está lejos de la realidad.
¿Qué destacarías de este libro que es tan suyo como tuyo?
Mi parte favorita es el capítulo central, el dedicado a la soledad del hombre. Es fundamental porque tiene que ver con nuestra creencia de quiénes somos, agentes destructivos por naturaleza. Él remueve esos cimientos ideológicos de que somos algo diferente de la naturaleza y que está para que nosotros le saquemos el máximo beneficio y la explotemos.
Yo siempre me he sentido parte indisociable de la naturaleza y seguramente es por influencia de la profunda sabiduría del pensamiento de mi padre. Por eso, cuando siento algún vacío en mi vida, lo que me llena es salir al campo y reconectar con la naturaleza.
¿Por qué es tan importante conectar con la naturaleza?
Es fundamental que recuperemos ese vínculo con la vida, con nosotros mismos, con nuestra propia esencia. Somos naturaleza. Y no hace falta salir al campo. El acto de meditar es ya una forma de entrar en sintonía con la naturaleza, porque tú eres naturaleza pensante y consciente. Lo que pasa es que tenemos tanto ruido en el cerebro que impide que conectemos con ella y todo su potencial.
Cuando tienes la ayuda del reflejo que te otorga la naturaleza de ti mismo es mucho más fácil reconectar, pero también lo puedes hacer entrando en estados de quietud mental, en sintonía con tu propia naturaleza.
¿La felicidad es un paseo por el campo hacia nosotros mismos?
Totalmente. Descubrir la naturaleza es para mí como encontrar el mapa de vuelta a casa, a nosotros mismos, a nuestra esencia y a esa gran madre que nos alberga, no sostiene, nos alimenta, nos inspira y que nos da absolutamente todo.
Para mí la felicidad no es un estado mantenido de hiperestimulación, que es un poco lo que se nos vende en esta sociedad de consumo.
¿Por qué recomiendas que los padres llevemos a nuestros hijos al campo?
En primer lugar, para quitarnos esa posición de autoridad que muchos tenemos. Cuando por ejemplo te vas de acampada con ellos eres un superviviente más que te enfrentas a retos para los que a lo mejor no tienes una respuesta inmediata, te vuelves más vulnerable y esa autoridad se reparte entre todos porque todos tenemos que contribuir a encontrar soluciones. También te permite aprender mucho de la intuición de los niños y su capacidad de sobreponerse a dificultades. Todo eso genera un nexo muy humano de igual a igual.
Los niños se desenvuelven en la naturaleza de una manera maravillosa. Son experiencias que te marcan profundamente. Lo que más recordarán no serán juegos con máquinas sino esas experiencias con sus padres en la naturaleza. Lo otro son solo distracciones fáciles.
Pero no hay que obligarlos. Hay que tratar de seducirlos explotando esa curiosidad natural que tienen.
¿Félix era su infancia?
Sin duda. No se escolarizó hasta los 10 años y hasta entonces vivió libre en Poza de la Sal. Él mismo confiesa que su vida fue una forma de volver a experimentar lo que había vivido de niño, ese sentido de aventura que nunca olvidó. Por eso dedicó toda su vida a la curiosidad por aprender y experimentar, por vivir en primera persona todo lo que nos ofrece el planeta.
Félix era ante todo un contador de historias. Pero tú le añades el título de chamán. ¿Por qué lo haces?
Chamán quiere decir “el que sabe”. Eran personas que se adentraban en mundos paralelos y cuyos aprendizajes se utilizaban para tratar de ayudar a la tribu y mejorar su relación con el entorno natural.
Mi padre, a través de sus viajes y llevado por la curiosidad, nos traía sus conclusiones para mejorarnos como colectivo, mejorar nuestra relación con nosotros mismos, con otras personas y con el entorno con la naturaleza.
También por eso en todos sus programas nos convocaba al ritmo de los tambores, igual que hacen los chamanes en las tribus. Para reunirnos a todos alrededor del fuego figurativo que era el televisor o la radio; para contarnos esas historias y hacernos mejores.
¿Félix Rodríguez de la Fuente nos hizo mejores?
Estoy convencida. La esencia del mensaje de mi padre es vivir la vida exprimiéndola a tope. Y tratar de hacer mejores a todos los que nos rodean con ese enamoramiento que tenemos de la vida con mayúsculas. Ser generosos en compartir esa pasión, ese entusiasmo y esa curiosidad. Con entusiasmo y curiosidad vas a todas partes.
¿Cuál es el secreto de la felicidad?
Hay que empezar por uno mismo, cuidándose y queriéndose. Parar y pensar si ésta es la vida con la que soñábamos cuando éramos pequeños. Plantearnos dónde vivimos, qué tipo de trabajo tenemos, con quién nos relacionamos, cuánto tiempo dedicamos a leer, a pasear, a vivir, a respirar.
Tenemos que empezar a cuidarnos, porque cuando uno se alinea con uno mismo es como que se van alineando también todas las cosas en tu vida. Buscar más tiempo para nosotros, reorientar la vida hacia lo que realmente te llena y necesitas para ser verdaderamente feliz.
Y disfrutarlo entre amigos
El efecto de red es importantísimo, saber que no estás solo, que hay mucha gente que ya está mejorando su vida y la de su entorno.
Pero es muy importante desarrollar un criterio propio, porque en los próximos años vamos a llegar a situaciones totalmente nuevas y habrá que elegir. Ha empezado el momento de mirar hacia dentro y de cuidarse, de saber quién es uno y qué es lo que de verdad necesitamos.
¿Por qué los animales son cada vez más importantes para nuestra sociedad?
Vivir junto a otros animales te hace sentir que no estás tan solo, pues son embajadores de la vida y muy parecidos a nosotros. Con los animales siempre conectas. Te ayudan a luchar contra el estrés y la ansiedad, a conocerte mejor, a explorar otras formas de estar en el mundo.
Eso ya lo hacía mi padre. Quién no se ha sentido alguna vez halcón o lobo escuchándole. Solo él fue capaz de que nos sintiéramos un lirón careto y vivir en nuestra propia piel lo que significaba estar en aquella tronca luchando por la supervivencia, vivir y experimentar la vida a través de los animales, de los árboles y las plantas. Es apasionante saber que gracias a ellos no somos uno sino miles de millones de seres vivos que sumados hacemos algo único, la maravilla de la vida.
Danos un último consejo. ¿Cómo hombres y mujeres podemos ser felices en la tierra?
Quiérete, siéntete, tú eres naturaleza, tú eres vida. Rinde un homenaje permanente de gratitud al privilegio que supone estar vivos, sentir, pensar, experimentar y compartir.