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¿Para cuándo una etiqueta ecológica europea de los alimentos?

Cada vez son más los consumidores que demandan productos ecológicos, sostenibles y de proximidad en la cesta de la compra. Y no es que lo digamos nosotros, deseosos de acelerar una transformación necesaria hacia un modelo de consumo verde y saludable, sino que lo confirman todos los estudios realizados hasta el momento.

Según el último análisis de la producción ecológica en España, que publica cada año el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, una cuarta parte de la población compra, al menos una vez al mes, de forma consciente, un producto de alimentación ecológica (frutas, verduras, pollo, otras carnes y lácteos se sitúan entre los productos más solicitados).

Por su parte, la Asociación de Fabricantes y Distribuidores de España asegura que el 40% de los hogares de nuestro país han dejado de adquirir productos de marcas poco sostenibles, y que la compra de productos ecológicos y de kilómetro 0 comienza a ser una práctica habitual. El hecho es que la venta de este tipo de productos sigue aumentando en España, en un mercado que en la actualidad ya genera más de 2.300 millones de euros y cuenta con un canal consolidado de distribución ampliamente extendido en todo el territorio nacional.

Mucho donde elegir

El cambio de hábitos de consumo ha provocado que muchas marcas se sumen a esta tendencia. Si el cliente quiere sostenibilidad, ahí están ellas para reflejar su preocupación por el medio ambiente con una amplia gama de certificados ecológicos, sellos y eslóganes verdes. Lo malo es que en ocasiones estos mensajes no se corresponden con la realidad y se utilizan como una herramienta de marketing para darle una pátina verde al producto. Es el conocido como greenwashing. La cuestión es dilucidar cuáles son las etiquetas que recogen los criterios ambientales con mayor fiabilidad.

La Unión Europea estima que más de 37.000 productos comercializados en Europa llevan algún tipo de etiqueta ecológica. Sin embargo, tal y como pone de manifiesto en un estudio reciente, en la mayoría de los casos estas etiquetas no son del todo rigurosas, ya que no consideran todo el ciclo de vida de los productos, desde el procesamiento hasta su consumo, e incluso, en algunos casos, ni siquiera cuentan con un proceso de auditoría externa y son autodeclaraciones.

Una gran confusión

Llegados a este punto la Comisión Europea reconoce que existe una gran confusión en relación con la cantidad de etiquetas ambientales presentes en el mercado y la necesidad de implantar una etiqueta ecológica europea que debería venir acompañada de una campaña de comunicación sobre el significado de esta etiqueta.

Así, prohíbe hacer afirmaciones ambientales vagas y genéricas, como “respetuoso con el medio ambiente”, “eco”, “bio” o “verde” sin sustento probado, pero también aboga por estandarizar el impacto ambiental de los alimentos a través de una etiqueta ecológica europea basada en la Huella Ambiental del Producto.

En busca de una etiqueta fiable

En este escenario, podemos destacar tres firmas que están trabajando en una metodología unitaria que defina la sostenibilidad ambiental de un producto. Se trata de Eco-score, Planet-score y Enviroscore. Esta última ha sido desarrollada por el centro científico y tecnológico vasco AZTI, que cuenta con un Departamento de Investigación Alimentaria, y se han prestado a aclararnos algunas cuestiones relativas a esta confusión. Para empezar, el equipo de Enviroscore reconoce que “son muchos los etiquetados existentes en términos de sostenibilidad e impacto ambiental de los productos, ya que el ámbito de la sostenibilidad es muy amplio y, por lo tanto, las segmentaciones y diferenciaciones también lo son”.

Enviroscope plantea un algoritmo que agrega en una única puntuación final los impactos ambientales generados a lo largo de todas las etapas de producción y consumo de un producto. Esta metodología combina 16 impactos ambientales que integra todos los aspectos relacionados con el ciclo de vida del producto, desde su producción a la gestión de los residuos, pasando por el procesado, envasado, distribución, consumo. Todo ello se traduce finalmente en una sencilla clasificación de 5 escalas (A/B/C/D/E) que permite hacer más comprensible el resultado al consumidor.

Las etiquetas ambientales del futuro obligarán a la industria alimentaria a medir el impacto de ciclo de vida de sus productos identificando los ejes de mayor coste ambiental y generando estrategias para reducirlo. Para ello, nos indica Enviroscope, se ha establecido un esquema de certificación, actualmente en construcción, que aplica a dos grandes líneas: certificación de la huella ambiental y verificación del correcto uso de la etiqueta según manual de marca y reglamento de uso.

La UE planea que estos sistemas de cálculo y certificación estén operativos en 2024. “Si la Comisión Europea no saca la etiqueta para esa fecha, el propio mercado decidirá. Ahora es el momento: los consumidores y las consumidoras lo están pidiendo, las distribuidoras se están involucrando y las empresas están apostando por la sostenibilidad”, asegura AZTI.

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