Hoy os invitamos con este artículo a realizar un viaje al futuro, a un futuro cercano, al año 2050. Con una propuesta que puede resultar estrambótica, pero tiene un sentido: que todos los habitantes de la Tierra –se calcula que entonces habrá unos 10.000 millones– vivan… (no sé si decir vivamos, venga, sí, y también en el titular), vivamos en una sola ciudad. Es lo que propone el artista / arquitecto / cineasta Liam Young (Australia, 1979) en la exposición ‘Construir Mundos’ (Espacio Telefónica, Madrid). Imprescindible, aunque confieso que salí del viaje con un nudo en el estómago. Angustiado. Os lo contamos en esta entrega mensual de ‘artistas en verde’.
Será una sola ciudad de 10.157.030.257 habitantes (sí, así, con esa precisión; Liam Young –cuya obra está presente en colecciones como las del MoMA y el Victoria and Albert– trabaja siempre con asesoramiento científico; no elabora abstracciones elocuentes pero sin bases empíricas). Los edificios ocuparán 221.376 kilómetros cuadrados. Con 165 niveles y 1.412.534 barrios. Casi 50.000 millones de paneles solares. 2.357 granjas de algas. 7.047 idiomas. 42.457 canales de televisión. 23 millones de cumpleaños diarios. 254.082 muertes diarias.
Ciudad Planeta
Esta es la esencia de la obra Ciudad Planeta (un vídeo de 16 minutos realizado por Liam Young en 2021). Y así lo explican en Espacio Telefónica: “Una de las constantes en la obra de Young es la preocupación por el crecimiento urbanístico, la gran masificación de las ciudades y la superpoblación que llevan a la contaminación atmosférica y al desgaste planetario. En 2016, en su libro Half-Earth (Media Tierra), el biólogo americano Edward O. Wilson esboza una propuesta radical: liberar la mitad del planeta de la presencia humana con el fin de establecer una gran reserva natural para preservar la biodiversidad. La creación de este parque global haría necesario redistribuir las poblaciones actuales y rediseñar las ciudades. Liam Young parte de esta idea para construir su propia ficción urbana y explorar el potencial productivo de una densificación extrema”.
“A través de Planet City, Young esboza, en una visión especulativa, un nuevo orden mundial en el que los países se han replegado en una única metrópolis hiperdensa con el fin de liberar el resto de la superficie terrestre y renaturalizar la Tierra. La película muestra un día en la vida de esta ciudad planetaria. Un recorrido por diferentes distritos donde el trabajo de las máquinas convive con los ritos, bailes y procesiones de sus pobladores. Todas las culturas del planeta comparten esta megaciudad, de la que se obtienen los recursos necesarios para la subsistencia de sus 10.000 millones de habitantes, la población mundial prevista en 2050. Una solución desarrollada a partir de cálculos reales, investigaciones y estudios de vanguardia, y con el asesoramiento de un grupo internacional de prestigiosos economistas, científicos y pensadores como Saskia Sassen, Benjamin Bratton o Giorgos Kallis”.
Ciudad Planeta, con su ambiente Blade Runner de niebla permanente y gigantescos rascacielos, comunicados por ascensores ultra-rápidos y un avispero de drones, te ata algo por allá dentro. Y la aparición de humanos con máscaras que bailan una especie de danzas tribales, fuera de lugar en ese escenario distópico, aún aprieta más fuerte ese nudo por la contradicción que representa, como de no querer perder un pasado, una memoria humana.
El vértigo de los constantes avances tecnológicos
Este viaje a esa Ciudad Planeta es uno de los que propone Liam Young este verano en Espacio Telefónica a través de seis impactantes instalaciones en enormes pantallas de inmersión en futuros opresivos. Leemos: “Vivimos un período de inmensas oportunidades y profundos desafíos marcados por el avance de la tecnología que está reconfigurando aspectos esenciales de nuestra vida. Las tensiones entre viejos modelos industriales y la necesidad de revertir el cambio climático; entre la soberanía ciudadana y la concentración de poder; entre el acceso universal a la información y las fake news; entre la economía de datos y la privacidad, nos enfrentan a retos y preguntas para las que no parece existir una solución sencilla”. “Nuestras vidas, nuestro entorno, la manera como nos organizamos y relacionamos, se están transformando a gran velocidad. En ocasiones, los cambios son tan rápidos que avanzan por delante de nuestra propia capacidad de asimilarlos, sin tiempo muchas veces para elaborar una reflexión pausada sobre sus posibles consecuencias”.
Una enorme instalación en el océano para absorber CO2
Junto con Ciudad Planeta el otro gran impacto, directo a la boca del estómago, lo recibimos con la obra El gran empeño (un vídeo de 5 minutos realizado este mismo año). “El cambio climático es la mayor amenaza a la que nos enfrentamos y sus consecuencias, ya perceptibles, serán devastadoras si el ser humano no actúa a tiempo. En opinión de Liam Young, a pesar de que ya existen tecnologías para la creación de sistemas más eficientes basados en energías renovables que puedan mitigar al calentamiento global, la batalla para combatir la emergencia climática debe librarse en la arena del debate social. Será necesario un cambio de mentalidad, voluntad política y un profundo giro cultural, así como un esfuerzo ingente para poner en marcha mecanismos que permitan eliminar el dióxido de carbono de la atmósfera y, con ello, empezar a gestionar la gran crisis que enfrenta la humanidad de una manera sostenible”.
“The Great Endeavour, una de las piezas creadas expresamente por Young para esta exposición, se sumerge en el imaginario de la logística y las grandes infraestructuras y documenta lo que podría ser el ‘proyecto constructivo más grande de la humanidad’ para revertir el cambio climático. Realizada en colaboración con la científica medioambiental Holly Jean Buck, The Great Endeavour visualiza cómo podría ser la construcción de esta infraestructura imaginaria levantada en aguas internacionales para transformar el CO2 en gas licuado y enterrarlo bajo el lecho marino”. Impresionante vídeo en el que el angustioso paisaje sonoro se construye con una mezcla de sirenas, alarmas, gemidos de cetáceos, gigantescos ventiladores, el ruido del océano…
Ciudades irrespirables
Algo similar nos transmite la instalación Nueva ciudad (cuatro vídeos simultáneos y en bucle, generados en 2019). “En New City”, dicen las notas del comisariado de Construir Mundos, “cientos de fotografías tomadas en expediciones alrededor del mundo han sido cuidadosamente extrapoladas, modificadas e hilvanadas para configurar una serie de ciudades imaginarias desde las que Young nos interpela sobre algunos de los desafíos más acuciantes de nuestro tiempo, como la logística global, la crisis climática o el impacto de la automatización en el empleo”. Ante nosotros, urbes oscuras, contaminadas, hiper-industrializadas, irrespirables, completamente deshumanizadas.
Vigilados permanentemente, y ojo con saltarse los filtros
Algo en lo que insiste de manera destacada Construir Mundos es en el peligro del Gran Hermano, de una vigilancia y permanente monitorización de todos y cada uno de los humanos, como simples piezas de un gran engranaje. En ese sentido, Young nos presenta dos piezas audiovisuales: In the Robot Skies y Where the City Can´t See. “En los Cielos Robot es el primer corto de ficción grabado íntegramente con drones autónomos. En una ciudad de un futuro cercano donde los drones ejercen como agentes de la férrea vigilancia del Estado, un dron se convierte en el medio a través del cual dos jóvenes se enamoran”. Y nos extraña ver a una adolescente saltándose todos los códigos, escribiendo una nota de cariño; ese gesto de romanticismo nos resulta completamente fuera de lugar en ese frío universo de hipercontrol.
Donde la ciudad no puede ver, pieza audiovisual ambientada en la ciudad de Detroit y grabada enteramente con la tecnología del escáner láser utilizada en los coches autónomos, cuenta la historia de un grupo de jóvenes que se reúne de noche al salir del trabajo. “Montados en taxis sin conductor recorren la ciudad en busca de un lugar donde ocultarse, en el que encontrarse y celebrar la vida, ajenos durante unas horas a la mirada de las máquinas que controlan la ciudad”. Se saltan todos los filtros y barreras, algo duramente penalizado. ¿Hacia ahí vamos?
La salida al espacio exterior
La pieza final de la exposición no podía ser otra que la búsqueda (absurda) de tierras más allá de nuestra Tierra, la salida al espacio exterior. Es la obra El emisario, de 8 minutos. “Siguiendo la estela de la Voyager 1, Liam Young se pregunta en The Emissary, un audiovisual creado para esta muestra con imágenes de observaciones astronómicas realizadas en colaboración con la NASA, qué mensaje enviaría una sociedad al borde de su propia extinción. Los satélites y las sondas son extensiones protésicas de nosotros mismos, evidencias de nuestros logros y ambiciones. Realizada en colaboración con la pionera en arqueología espacial Alice Gorman, The Emissary presenta el viaje de una nave espacial ficticia, una travesía a través de nuestro sistema solar y del vasto universo, un mensajero que viajará hacia la eternidad para conservar y transmitir la historia de lo que fuimos”. Descorazonador the end.
Cuando uno termina el recorrido de Construir Mundos, sale a la Gran Vía y se encuentra con ese Madrid sucio, abigarrado, lleno de gente aplatanada por la ola de calor, de arbolitos desganados, papeleras rebosantes de basura, de ruido y tráfico, de pastelerías y heladerías, ese uno –me imagino que como muchos otros– se alegra. Hasta se reconcilia y le gusta tanta imperfecta humanidad. Pero humanidad, al fin y al cabo.