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S A V I A: la expo que nos reconecta con la naturaleza

Elena Ardao, Atauri, Lorena Cosba, Diego Lara y Adrián Pereda parten de la naturaleza no sólo como inspiración, sino incluso como materia para sus obras. Puedes conocer su obra hasta el 10 de diciembre de 2022 en la galería Mad is Mad

SIGNUS y la galería madrileña Mad is Mad, centrada en el arte emergente, han unido fuerzas para reunir a cinco jóvenes artistas que basan su creatividad en la necesaria reconexión con la naturaleza. Estamos hablando de S A V I A. Son nuestros ‘artistas en verde’ de noviembre.

Elena Ardao, Atauri, Lorena Cosba, Diego Lara y Adrián Pereda parten de la naturaleza no sólo como inspiración, sino incluso como materia para sus obras. Arte orgánico en su vertiente más auténtica. Son continuadores en la actualidad de esa tradición de grandes artistas como Richard Long, herman de vries y Schlosser que salían al campo, quedaban envueltos por los paisajes y lo trasladaban / fusionaban con su creatividad. Conozcámoslos.

Lorena Cosba

Es fotógrafa profesional, apasionada de los procesos químicos, los experimentos fotográficos y los tesoros encontrados en rastros, cajones y lugares inesperados. “En mis proyectos personales me gusta rebuscar en la memoria propia y ajena, ensuciarme las manos y crear objetos imposibles combinando elementos naturales con imágenes antiguas rescatadas, cartas, postales y trastos desechados por sus dueños. Creo en la poesía que se esconde en los álbumes familiares, las cajitas de la mesilla de mi abuela y los carretes que se velaron y solo están en la memoria”.

En S A V I A, Lorena Cosba presenta la serie Somos porque otros nos recuerdan. Nos lo cuenta ella:“El primer sábado de un mes cualquiera, rescatamos en un rastro de Zaragoza una caja-tesoro con 476 fotos familiares, 35 postales, 10 recordatorios de comuniones y fallecimientos, una partida de nacimiento, un billete de avión manuscrito, varias tarjetas de visita, 35 cartas y cientos de negativos en sus carteritas. En la caja habitaban Feli, Octavio, Paco, Dori, Adela, Roberto, Gerardo, Óscar e Isabel. Con sus rostros, sus historias y un montón de hojas recogidas en el Ebro, recreé un árbol genealógico que he acompañado de sus documentos personales, aquellos que ellos leyeron, tocaron y construyeron su historia”.

Adrián Pereda

Durante toda su trayectoria, su obra ha estado ligada a la naturaleza, a la búsqueda de soportes alternativos y al abandono del marco como formato natural de la obra plástica. Su trabajo es fruto de la fascinación por el encuentro entre el ser humano y el mundo natural. Adrián crea collages a partir de materiales orgánicos como la corteza de Platanero Oriental, de la cual el árbol se desprende de manera natural, e interviniendo soportes de madera recuperados, como contraventanas, cuarterones o cajas que el humano ha desechado, para darles una nueva vida.

Su obra podría definirse como ‘arte consciente’. A partir de elementos humildes y cercanos y utilizando siempre soportes reciclados, crea piezas que ensalzan la naturaleza desde su propio renacimiento a través de las materias primas como obra de arte. De esta forma, rescata momentos fugaces que en la realidad durarían unos segundos, como el salto de una liebre o el descanso de una mariposa, para conservarlos en el tiempo.

En la plasmación de animales cercanos geográficamente, hay una intención de reinventar la forma en la que estos han sido representados a la largo de la historia, casi siempre usados como metáfora del poder humano sobre la naturaleza, como escenas de caza y bodegones de naturaleza muerta. Las obras son un intento de reordenar el costumbrismo, de forma que deje de girar en torno al poder del hombre, sino que parta desde la fascinación por el mundo animal. El resultado son pequeñas ventanas en las que asomarse a la belleza de lo natural. Esa belleza a veces cotidiana, pero cada vez más exótica que nos rodea.

Estos collages son los que Adrián Pereda nos trae a S A V I A.

Elena Ardao

Practica el Gyotaku, un método tradicional de estampación japonesa que data de mediados del siglo XIX. Era una forma de impresión natural usada por pescadores que querían tener un registro de sus mejores capturas, pero también se convirtió en una forma de arte. Tintas y otros pigmentos naturales se aplican directamente en hojas u otros objetos relativamente planos con el fin de obtener una imagen con formas y texturas variadas. El gyotaku nació como registro de los peces capturados, Elena Ardao lleva esta sutil manera de estampación al mundo vegetal. Inspirada por los herbarios, las huellas de las flores silvestres quedan selladas en estos grabados sobre papel y tela de fibras vegetales, de Japón y Corea, jugando con el tiempo en el tiempo.

Diego Lara

La obra del diseñador gráfico y artista queda explicada en palabras del periodista Andrés Rubio:“Caminando por Madrid, Diego Lara fue recogiendo cortezas de plátanos, uno de los pocos árboles urbanos que renuevan su piel. Con este material que suele quedar abandonado en los alcorques, creó una pieza en la que ha logrado una de las aproximaciones más matizadas de su trayectoria. Porque, no satisfecho con la colocación de las cortezas en el marco de relación con el espacio vacío que es el cuadro, sobre la superficie de algunas de ellas ha dibujado plantas prehistóricas. Así, las cortezas viven, tras su primera metamorfosis como naturaleza caída, una segunda como soporte para la inspiración del artista.

Con este collage, Diego Lara (nacido en Colmenar Viejo, Madrid, en 1993), realiza un depurado elogio de la conservación de las especies vegetales que han logrado sobrevivir durante millones de años (es decir, de la naturaleza misma), y establece un hondo y metafórico diálogo entre madera y tinta. Se trata de un acercamiento de gran delicadeza al mundo vegetal, al poder de la naturaleza a través de los detalles, con el ginkgo como protagonista, lo que vincula al artista con la estética japonesa. Esta influencia oriental se percibe en toda su obra y subraya la sutil búsqueda de Diego Lara como creador curioso por otras culturas en una sensorial onda artística abierta a posibilidades renovadoras”.

Atauri (María Ángeles Atauri)

Explica así su trabajo: “Me declaro recolectora de objetos. Siempre cargo con piedras, semillas, palos… en los bolsillos. Siempre miro al suelo por el campo en busca de tesoros que almaceno en casa o el estudio. Luego les doy una nueva vida. En el mundo vegetal nada se para. Cambia de forma constantemente, y en sus diferentes estadios todo es tremendamente bello. Guardo aquello que encuentro y lo preservo del paso del tiempo. Lo aíslo y lo dejo reposar. Cuando llega su momento cobra una nueva vida y pasa a formar parte de alguna de mis obras.

Tengo un argumento en mi cabeza que hilvana todo aquello que recojo, y lo convierto en una historia entretejida a base de capítulos. A veces sueltos, otras ordenados en series, metáforas de mi propia vida.

Las raíces son anclajes. Son historia.

Los tallos son miembros que buscan la luz.

La vegetación es nuestra casa. Debería serlo”.

Y añade: “Las obras de raíces que presento en S A V I A pertenecen a un políptico que realicé con nueve plantas que recolecté un invierno hace años. Plantas muertas que limpié y cuya arquitectura oculta rescaté. Representan mujeres de mi entorno que se liberaron de sus ataduras. Las sillas vacías ancladas a un pasado, testigos de quien se ha ido”.

S A V I A puede visitarse en la galería Mad is Mad (calle Pelayo, 48, Madrid) https://www.madismad.com/ hasta el 10 de diciembre de 2022

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