Como quizá muchos de ustedes sepan, en este año se han cumplido 40 del accidente de avioneta en el que perdió la vida Félix Rodríguez de la Fuente. Fue una noticia que cayó como un mazazo en muchas personas, de puro increíble, de puro dura. Hay que ponerse en la España de 1980 para darse cuenta de lo que significaba su desaparición. Significaba que Félix, que era un personaje absolutamente mediático cuando aún no existía ni siquiera el concepto, no volvería a aparecer en las pantallas de la única televisión que entraba en los hogares españoles, en los que era seguida con un enorme interés por grandes y pequeños. Así que, probablemente, fueran muchos los que sintieran una cierta sensación de vacío, de orfandad incluso; la que se siente cuando alguien, que no aun no perteneciendo al entorno más personal, sí que de alguna manera forma parte de la vida de muchos.
Para poner algo de contexto en lo que significó y ha significado años después la figura de Félix Rodríguez de la Fuente, algunas de las personas que trabajaron codo con codo con él en uno de sus primeros grandes proyectos, la Enciclopedia Salvat de la Fauna pueden ser guías adecuadas para adentrarse en su figura. Carlos González Vallecillo, ex director de Conservación y de Comunicación de WWF España, fue uno de los jóvenes biólogos que formaban el equipo de redactores de esa enciclopedia. Que no fue ninguna tontería: era una publicación por fascículos que se vendían en los kioscos. Durante tres años trabajó cada semana salía uno, hasta completar los once tomos que la componían. Se vendieron 40 millones de volumen, -18 de ellos en España-, en todos los continentes y fue traducida a 14 idiomas. Con estas cifras a la fuerza obviamente hay que pensar que llegó a una gran variedad de públicos.
En aquel momento no era el Félix de “El hombre y la Tierra”, pero sí el del programa de Televisión Española Fauna y el de la serie Planeta Azul, además de autor de ni de muchos otros de los proyectos que sacó adelante y de otros en los que su empuje y colaboración fueron fundamentales, pero sí que era ya una voz conocida por la radio, colaborador habitual de revistas y de programas de televisión, además de autor de libros. Es decir, era una figura conocida, popular incluso, respetada y valorada.
Para Vallecillo, apreciar adecuadamente a Rodríguez de la Fuente quizá previamente haya que, como se decía antes, poner algo de contexto «A él a menudo se le juzga con un criterio demasiado actual. Pero hay que tener en cuenta que casi toda su carrera la desarrolló bajo el franquismo. Una época en la que, cuando yo entré en el instituto, los años 50, en los libros de religión había un apartado que se titulaba “Pruebas contra la Teoría de la Evolución”. Era un libro de texto de un instituto público y de una asignatura que era obligatorio. Ese era el ambiente, ese el nivel en el que Félix, que era más de 10 años mayor que yo, ya estaba trabajando. Con ese ambiente, incluso con esa posición de la Iglesia en la sociedad es como desarrolló su trabajo. Así que no se le debe juzgar como si hiciera documentales de en la televisión de ahora».
Con esos mimbres o, quizá mejor dicho, a pesar de esos mimbres, dejó un legado muy importante. El material «como son los libros, las películas. Incluso, que es muy interesante, el primer caso de custodia del territorio como fue el Refugio de Aves de Montejo, que lo puso en marcha ya como vicepresidente de ADENA, después WWF España, que él mismo también había contribuido a crear. Él influyó muy fuertemente en la creación de Doñana y en la lucha contra la destrucción de las Tablas de Daimiel… Es decir, que hay un legado material que ha quedado».
Pero, además de ése, hay otro igual de importante. En un tiempo en que el movimiento conservacionista, mucho menos el ecologista, ni estaba ni se le esperaba, él «dejó un legado que yo creo que es todavía más importante, el inmaterial. Si pensamos en la gente que está a la cabeza de la conservación en España, desde Juan Carlos de Olmo, secretario general de WWF España, a José Antonio Montero, de la revista Quercus, son todos hijos de Félix. Así que, primero el cambio de conciencia que hizo en todo el país, que los niños pudieron empezar a pensar que podían ser naturalistas o biólogos, como profesión. Que la gente empezó a pensar en los animales desde otro punto de vista. Que la gente empezó a oír hablar de Ecología y de Evolución».
Vallecillo recuerda también que cuando él estudió Biológicas, en los años 60, «no había una asignatura que explicara la Evolución, ni cómo se organiza bioquímicamente un ser vivo, por ejemplo. Así que el poso de cultura científica en este país, que no existía, era un erial y él aportó mucho. Porque fue un gran divulgador. Tenía mucha garra y tenía muchísimo carisma».
Por otra parte, también recuerda de él que «era un gran estratega cuando tenía algún proyecto en la cabeza. Sabía convencer a quien correspondiera para que lo apoyara. Tenía un poder de convicción que arrastraba a quien fuera. Y unas dotes extraordinarias para sacar dinero, de debajo de las piedras. Una cualidad que se le ha criticado, pero yo creo que, al contrario: ojalá todos los conservacionistas actuales tuvieran esa capacidad que tenía él para conseguir financiación para los proyectos».
Rodríguez de la Fuente que había crecido en un pueblo burgalés y experimentado el contacto directo y permanente con la naturaleza, era un convencido de que los niños y niñas debían tener ese contacto. Fue un pionero de la educación ambiental en España y, además del Refugio de Aves de Montejo, creó el Club de Linces de ADENA, donde cada verano había campamentos para niños de todo el país, con los que él mismo solía pasar algún tiempo.