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Feliz Navidad-dadá con los collages-desechos del artista anti-todo

Llegamos a la recta final de este incierto 2023 con todo un clásico de la recuperación de materiales y la reinvención: el artista de Hannover (Alemania) Kurt Schwitters (nacido el mismo día que quien esto firma, un 20 de junio, pero algo antes, en 1887; fallecido en 1948). No podía faltar en nuestra serie ‘Artistas en Verde’ este puntal del dadaísmo. Con él os quiero felicitar esta Navidad-dadá, con su atormentada vida, su humor absurdo, su poesía absurda, sus collages de desechos que traducían una Europa rota por la guerra y, al final de este artículo, su particular Santa Claus.

Esta es la primera referencia que nos sale sobre Schwittersen el universo digital: “Su actividad artística se fundaba sobre el collage; sobre sus telas se encontraban boletos de ómnibus, pedazos de afiches, periódicos, lana, botones, telas…”. Schwitters fue pintor, escultor, poeta y diseñador gráfico, y no se puede decir que tuviera una vida fácil, aunque luego el paso del tiempo ha reconocido su talento y le ha colocado en su sitio, entre los grandes artistas del siglo XX, a base de reunir boletos de tranvía, envolturas de queso, suelas rotas, alambres, plumas o trapos de piso viejos…

Veamos: Su obra fue prohibida por los nazis a su llegada al poder en 1933 e incluida en las listas de “arte degenerado”. Cuando supo que le buscaba la Gestapo, se exilió a Noruega, nada más comenzar 1937. Pero los nazis invadieron también el país nórdico, por lo que huyó en barco a Edimburgo. Pero… Pero en el Reino Unido le consideraron enemigo extranjero y pasó por varios campos de internamiento. Acabó en la Isla de Man. Una vez liberado, se instaló en Londres y, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, se trasladó al norte de Inglaterra. En otoño de 1946 se cayó y rompió una pierna; traspiés del que ya nunca se recuperaría y que se unió a una letal gripe. Falleció poco más tarde, 14 meses después, en enero de 1948, con solo 60 años y en la más absoluta miseria (para ir sobreviviendo tuvo que combinar sus experimentos artísticos, sus merz, como llamaba a sus collages, con trabajos convencionales por encargo, como retratos y paisajes).

El 17 de junio de 1947, Schwitters sufrió hemorragias pulmonares. Al día siguiente escribió abatido: “Nunca en mi vida he estado tan permanentemente enfermo como ahora y además con dolencias diferentes. Debo de estar verdaderamente enfermo. El día 17 tuve, a las cinco de la mañana, un derrame que duró hasta las cinco de la tarde. Mis tres médicos intentaron hacer todo lo posible. Wantee me atendía continuamente. Y por la noche los cinco estábamos agotados. Todavía ahora escupo sangre sólida y negra”. El 3 de septiembre escribía: “Parece que salgo de la enfermedad, pero recaigo de nuevo rápidamente… Duermo tres cuartos del día para tener las fuerzas necesarias durante el cuarto de día restante”.

En vida poco triunfó como artista, y vivió prácticamente como un perfecto desconocido. El destino, muy a lo dadá, volvió a reírse en su cara: dos días después de su fallecimiento se le informaba por carta que le había sido concedida la ciudadanía británica.

Aparte de ser uno de los mayores representantes del dadaísmo (movimiento artístico que renegaba de los cánones y propugnaba las formas irracionales de la expresión) y apuntarse al arte subversivo y anti-todo, hay que reconocerle también ser pionero en el empleo de materiales de desecho para dar forma a sus collages; lo que comenzó a hacer en fecha tan temprana como 1919, cuando tenía 30 años y entonces más bien nada se hablaba del reciclaje. Schwitterssupo trasladar a su proceder artístico el momento histórico, el caos y descomposición de Europa tras la Primera Guerra Mundial. Así lo expresaba el propio artista: “La Gran Guerra ha terminado, en cierto modo el mundo está en ruinas, así pues, recojo sus fragmentos, construyo una nueva realidad”. Y siguió: “Con esto había terminado todo ese fraude que los hombres llaman guerra. Abandoné mi puesto de trabajo, sin ningún tipo de despido, y a partir de ese momento todo volvió a empezar. Ahora comenzaba realmente mi ebullición. Me sentía libre y tenía que gritar a los cuatro vientos mi alegría. Por ahorro, utilizaba para expresarme todo lo que encontraba, pues éramos un país empobrecido. Se puede también gritar con restos de basura y lo hice encolando y clavando estos desechos. Los denominé MERZ, eran como mi oración por el final victorioso de la guerra, pues una vez más había vencido la paz. De cualquier forma, todo estaba destruido y era válido empezar a reconstruir lo nuevo a partir de los escombros. Esto es, pues, MERZ…”.

Su indomable espíritu anti-todo también impregnó su carácter y sentido del humor. Era conocido por sus bromas, algunas bastante pesadas. Cuenta la radio macuto histórica que llevaba siempre consigo un cuchillo bien afilado para recortar cosas con destino a engrosar sus collages artísticos, y que más de una amiga le descubrió recortando cuidadosamente pedazos de linóleo del suelo de sus casas, lo cual, claro, les hacía poca gracia.

En la revista digital masdearte.com , encontramos esta fabulosa reflexión sobre el artista que nos ocupa: “Utilizando una técnica de collage que se servía de objetos y materiales de la naturaleza más heterogénea, creó una visión del mundo profundamente individual, una anti-ideología a la que llamó Merz. Esa palabra, como la misma dadá, fue un hallazgo fortuito surgido durante el proceso de composición de un collage en el que incluía fragmentos de periódico, uno de los cuales era un anuncio del Privat- und Commerzbank. Tras haberlo recortado y pegado, todo lo que quedó de él fue el fragmento Merz. La visión anticonvencional de Schwitters había nacido y había sido bautizada a la vez”. “Hasta los últimos años de su carrera, todo se transformó en manos de Schwitters en Merz. También aplicó este término a la fantástica estructura que construyó en su casa de Hannover, en el número 5 de la Waldhausenstrasse. Hecha con materiales encontrados por casualidad, recuerdos aleatorios de la vida cotidiana complementados con trastos, yeso y pintura al óleo, el Merzbau creció progresivamente, historia tras historia. El alemán trabajó intensamente entre 1920 y 1936 en esa interminable columna de anhelos, que tenía como título completo Merzbau con la catedral de la miseria erótica”. Construcción que no duró mucho; fue bombardeada por los nazis, lo que causó un profundo dolor al artista.

Seguimos leyendo: “Yendo más allá de los cubistas y sus collages, descubrió la poesía oculta de lo trivial, de los objetos cotidianos rechazados, cuestionando radicalmente los valores tradicionales. Bajo su mano, los billetes de tranvía, las ruedas de los cochecitos de bebé, las latas, el pelo, los periódicos viejos y las raíces podridas se transformaban en otra realidad visual, de una magia irresistible. Así, el poder mágico de los objetos dadaístas alcanzó su culmen con la obra de este autor solitario, brillante coleccionista de trastos. Rehabilitó y ennobleció los objetos emancipados desde una imaginación y una inocencia genuinas que le permitían contemplar los objetos banales con una mirada fresca y sentirse fascinado por ellos. Los redescubría como si no hubieran existido previamente y, tan pronto como su mirada los observaba, los transformaba y, manipulándolos lúdicamente, los dotaba de significados nuevos”.

Además, Schwitters estaba dotado de un sentido del humor innato e inofensivo, que tenía su origen en su naturaleza melancólica. De hecho, se presentaba diciendo: “Soy pintor. Clavo mis cuadros”, aludiendo con sorna a que por esa época clavaba los materiales sobre el soporte. Él, muy aficionado a escribir, nos ha dejado numerosos testimonios de su vida y de su día a día. Como estos:

Aquí cuenta su infancia de una manera peculiar: “Mi nodriza tenía la leche cortada y escasa, y me alimentaba durante el período legalmente permitido. La nodriza fue sancionada. Así conocí la maldad del mundo, sintiéndola en mi propio cuerpo. Rasgo fundamental de mi persona: la melancolía. Hasta 1909, al margen de numerosos viajes a diversos lugares, viví en Hanover (Revon). Yo mismo me llamaba Kuwitter; me orinaba y era encerrado en el cuarto de baño”.

Y aquí Schwitters narra un acontecimiento que ensombreció su carácter y le marcó para toda su vida. En el pueblo de Isernhagen, junto a Hannover, tenía un pequeño jardín: “Rosas, fresas, una montaña y un lago artificial. En otoño de 1901 me destruyeron los chicos del pueblo todo mi jardín ante mis propios ojos. De pura excitación, me dio el baile de San Vito. Pasé dos años enfermo, totalmente incapacitado para trabajar”. Schwitters sufrió durante toda su vida ataques epilépticos; esta dolencia fue, según su propio testimonio, determinante para su vida: “A causa de la enfermedad cambiaban mis gustos. Comencé a apasionarme por el arte. Al principio componía cuplés a la manera de los cómicos de variedades. En una noche de otoño de luna llena, me percaté de la luna clara y fría. Desde entonces escribo de forma lírico-sentimental. Después me pareció que la música era el arte por excelencia. Aprendí solfeo y hacía música toda la tarde. En 1906 vi por primera vez un paisaje nocturno en Isernhagen y comencé a pintar. Realicé 100 paisajes nocturnos, a acuarela, ante la naturaleza, con luz de vela de estearina. Decidí ser pintor”.

En fin… Todo un personaje. De esa madera exótica y poco convencional de la que están hechos los grandes artistas… En España, no se le ha podido disfrutar mucho. Sí hubo en 1982 una gran retrospectiva en la Fundación Juan March, en Madrid. También podemos contemplar en el Museo Nacional Thyssen-Bornesmiza cinco de sus obras de ensamblaje.

A la izquierda, Santa Claus

Para estas fechas, os dejamos un regalo muy schwitteriano: su Santa Claus, realizado en 1922 y que habita en el MoMA de Nueva York. Y uno de sus poemas taaan legibles. Felices VidesNaad (perdón, Navidades).

Aquí su poema Opinión (1946):

“Opinión

Par Avion Opinión de

cebolla

Par Avion

Herbert Read

Naoum Gabo

Tuntagrö

Nelly

Mi querido amigo

Par Avion

Soy tan graduado

Par Avion

Aa vee I ou ennenn

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London

bel-au-hau

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