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Geoingeniería. Tecnología para luchar contra el cambio climático

Crear nubes para producir lluvia, hacer nubes más reflectantes para aumentar la luz solar que se «devuelve» al espacio, fertilizar los océanos para ayudar a que crezca el fitoplacton… son algunas de las técnicas que incluye la Geoingeniería y que algunos gobiernos ya plantean poner en práctica para ganar tiempo en la lucha contra el Cambio Climático. ¿Error o acierto?

Como consecuencia de un verano tórrido como el que estamos sufriendo en todo el hemisferio norte  son cada vez más minoritarias las voces que niegan el cambio climático. Sólo los muy partidarios insisten en negar la evidencia y el consenso de que es necesario empezar a establecer medidas urgentes para combatirlo es cada vez más amplio. El problema radica que la lucha contra el cambio climático implica un cambio de hábitos tanto individuales como colectivos que, sin la urgencia que requiere la descarbonización, llevaría mucho tiempo. Y eso es precisamente lo que falta: tiempo.

Si hay que fijarse en estudios e informes, la humanidad y, sobre todo, los países más industrializados, llevan años reduciendo el impacto las emisiones de CO2. El último informe Net Zero Economy Index de PwC correspondiente a 2022 demuestra que desde el año 2000 al 2021, la intensidad global de carbono se ha reducido una media del 1,4% anual. Sin embargo, ese último año al que hace referencia el estudio sólo se redujo en un 0,5%. Es decir, somos capaces de reducir, pero no lo suficiente.

En la Cumbre del Clima de París del año 2015, las naciones se comprometieron a limitar los gases de efecto invernadero con el objetivo de conseguir que en el año 2050, la temperatura supere un aumento de 1,5ºC en comparación con los niveles preindustriales. Con las cifras actuales, el objetivo parece lejos de poder conseguirse. El mismo estudio señala que para limitar el calentamiento a los objetivos de París, se necesita alcanzar una tasa de descarbonización anual del 15,2%. Por ello, el informe se pone un objetivo menos ambicioso como es de impedir que el aumento de la temperatura supere los 2ºC. En ese caso, la tasa de descarbonización se situaría en el 6,3%. Es decir, en ninguno de los dos escenario, cumplimos con los objetivos de descarbonización. Houston, tenemos un problema.

Tecnología para luchar contra el cambio climático

Es obligatorio que los Gobiernos de los diferentes países apliquen las políticas adecuadas para evitar la catástrofe climática. Tienen que ser políticas ambiciosas y un apoyo para llevarlas a cabo se encuentra en la tecnología.

La más novedosa de todas es la geoingeniería, un conjunto de técnicas que no están exentas de ciertos riesgos. Con el uso de la geoingeniería lo que se pretende directamente es intervenir en el clima de la Tierra. Es decir cambiar el modo en que actúa el sistema climático para de esta forma mitigar los efectos del cambio climático o, al menos, reducir la intensidad de sus impactos. El problema de la geoingeniería es que no va a las causas que están provocando el calentamiento global ni ataca otros grandes problemas, como la tasa de contaminación del aire o el impacto medioambiental provocada por la extracción de combustibles fósiles, sino que sólo intenta atacar por la vía rápida uno de los efectos del cambio climático como es el incremento global de la temperatura. Y para ello, es necesario realizar manipulaciones de la atmósfera, el suelo o incluso el espacio exterior.

Lo cierto es que, ante la emergencia que supone el cambio climático, los Gobiernos están empezando a tener en cuenta algunas de las técnicas que forman parte de la geoingeniería. Sin ir más lejos, la Comisión Europea se abrió a estudiar el uso de la geoingeniería para reducir la temperatura del planeta. Bruselas, pide de hecho que se desarrolle una normativa internacional para regular su uso para crear entre todos los países un marco de trabajo global.

Técnicas de la geoingeniería

Son varias las técnicas que engloban la geoingeniería. Algunas ya se han probado. Sin ir más lejos, países como China, Estados Unidos e incluso España, ya han utilizado este método para combatir la escasez de agua. Los dos primeros han empleado la creación de las denominadas nubes artificiales para crear lluvia que permita incrementar las reservas de agua en territorios afectados por una sequía extrema. En el caso de nuestro país, se ha utilizado este método, pero con la intención de evitar que las granizadas puedan destruir los cultivos.

A pesar de que la creación de nubes artificiales es el método más conocido, existen más técnicas. Una de ellas es la denominada Gestión de la Radiación Solar (SRM) con la que se pretende reflejar una pequeña cantidad de la radiación solar de vuelta al espacio para reducir la cantidad de calor que llega a la Tierra. Esto se puede conseguir a través de la inyección de aerosoles en la estratosfera, simulando el efecto de las grandes erupciones volcánicas. El problema de esta técnica es que puede perturbar los patrones climáticos regionales.

Otra de las técnicas es la captura y almacenamiento de carbono (CAC), que se centra en eliminar el CO2 de la atmósfera. Entre los métodos para conseguir esto se incluyen la captura directa del aire o la forestación masiva. Esta técnica, menos invasiva que la anterior, cuenta en su contra con su viabilidad técnica y económica.

Modificar las nubes

De la misma forma que con las nubes artificiales se pretende conseguir que se produzcan las precipitaciones, la modificación de las nubes también se pueden utilizar para reducir el calentamiento global. En este caso, se modifican para hacer nubes más reflectantes y aumentar la cantidad de luz solar que se refleja de nuevo al espacio. Esto se puede lograr mediante la dispersión de partículas en las nubes o el uso de barcos generadores de aerosoles. El problema de esta técnica es que se desconocen a largo plazo sus efectos, aunque, en principio, parece una de las técnicas menos invasivas.

Finalmente, otra de las técnicas de geoingeniería que prometen luchar contra el cambio climático se encuentra en la fertilización de los océanos. El objetivo es el de añadir nutrientes y minerales en mares y océanos para que crezca el fitoplancton. Se cree que este proceso absorbe CO2 del aire durante la fotosíntesis y lo lleva al fondo del océano cuando las algas mueren. A pesar de ser considerada una solución potencial para capturar carbono, la fertilización oceánica también puede tener consecuencias ecológicas negativas, como la alteración de los ecosistemas marinos.

El problema de toda esta serie de tecnologías para tratar de combatir el cambio climático es que ninguna de ellas está suficientemente probada. Ni siquiera a pequeña escala, por lo que los científicos no se muestran muy partidarios de empezar a utilizarlas por los efectos secundarios que podría tener. Además, algunos críticos argumentan que centrarse en la geoingeniería derivaría en una reducción de los esfuerzos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y la transición hacia energías renovables. Para éstos, la prioridad debería seguir siendo la reducción sostenible de las emisiones de gases de efecto invernadero y promover prácticas más respetuosas con el medioambiente para abordar el cambio climático de forma integral.

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