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El genial pintor de la naturaleza Fernando Fueyo se hace árbol y raíces para siempre

Con el comienzo de 2022, el 4 de enero nos dejaba a los 76 años Fernando Fueyo, al que han llamado –y él mismo también se llamaba así– “el pintor de cámara de los árboles” y “embajador del bosque en la ciudad”. En esta serie de ‘artistas en verde’ queremos dedicar hoy nuestro recuerdo y homenaje a este referente de la pintura de naturaleza.

Con el comienzo de 2022, el 4 de enero nos dejaba a los 76 años Fernando Fueyo, al que han llamado –y él mismo también se llamaba así– “el pintor de cámara de los árboles” y “embajador del bosque en la ciudad”.  En esta serie de ‘artistas en verde’ queremos dedicar hoy nuestro recuerdo y homenaje a este referente de la pintura de naturaleza, a través de las palabras de algunos de sus mejores y conocidos amigos, que destacan su generosidad, su alma oriental en busca de las esencias y su espíritu positivo, siempre dispuesto a exaltar la belleza de lo que nos rodea.

Desde su estudio en Asturias (vivió y trabajó sobre todo en Gijón y Avilés, sus nidos de operaciones, aunque era un viajero incansable), este hombre de aspecto de sabio de otros tiempos, con su gran barba blanca, supo transmitirnos durante cinco décadas amor y respeto por la naturaleza, y muy especialmente por los árboles. Desde su querida Asturias, fue tejiendo, incansable, dibujo a dibujo, una red de asturianos pioneros en defensa de la naturaleza, como el periodista y divulgador Benigno Varillas, fundador de Quercus, revista decana de información ambiental que acaba de cumplir 40 años y con la que Fueyo colaboró intensamente desde sus comienzos, y Roberto Hartasánchez, director desde su creación en 1983 de la ONG FAPAS, volcada en la protección de la fauna salvaje y especialmente del oso pardo en la Cordillera Cantábrica. Todo un trío de ases del conservacionismo desde los años 80, cuando casi nadie en nuestro país estaba dispuesto a escuchar sus reivindicaciones.

Junto a otros grandes como Juan Varela (más centrado en las aves) y Manuel Sosa, estos pintores de la naturaleza han sabido transmitirnos la emoción y belleza de la naturaleza, no solo en el esplendor de los paisajes, sino también en cada pequeño detalle, desde la corteza de un abedul a la pluma de un colibrí o la mirada de un lobo.

En una nota publicada por el periódico asturiano El Comercio, firmada por Aida Collado, se repasaba su trayectoria tras su fallecimiento: “Fueyo fue autor de la imagen gráfica de numerosas campañas de protección medioambiental y autor de diversos libros sobre naturaleza, el último El País del Abeyeiro, firmado junto a Alberto Uría Moreno y publicado en 2018. Colaborador de medios de comunicación escritos y radiofónicos desde hace años, ha investigado al quebrantahuesos en Turquía y Nepal, el ecosistema humano, botánico y animal del Parque Nacional de Zakouma en Chad, la flora y la fauna de la garganta de Olduvai (Tanzania), los yacimientos pleistocenos de Pinilla del Valle (Madrid) o Burgos, siendo pintor de cabecera de los yacimientos de Atapuerca. Ha expuesto su obra en Japón, en media Europa y en toda España, ha ganado el Premio Internacional de la Sociedad Científica de la Ciencia y la Ilustración en dos ocasiones, así como el de la Sociedad Geográfica Española”.

En su enorme labor divulgativa, Fueyo publicó varios libros, entre los que destacan Árboles Notables de Asturias (1999), La Historia Cautiva (2001), El Mundo de Atapuerca (2004), Asturias, País del Agua (2005), La Historia de la Vida y el Hombre (2009) y La Espiga del tiempo (2010).

Para pintar un árbol tenía que entenderlo

Ese artículo de El Comercio destacaba unas declaraciones de uno de sus grandes amigos, el alcalde de Illas (municipio asturiano de poco más de un millar de habitantes), Alberto Tirador: “Su fusión de arte y naturaleza le hacía único”. Los linces y los quebrantahuesos “ya no tendrán quien les mire y refleje como Fernando lo hacía”. Y aquí lo más interesante: “No se limitaba a hacer retratos. Para pintar un árbol tenía que entenderlo. Lo miraba durante horas, con distintas luces. Tenía que sentir las cosas para pintarlas, era un artista entregado de verdad a la creación”. Este alcalde se alió con Fueyo para la puesta en marcha de una escuela de arte y naturaleza, “en la que realizó un trabajo intenso y precioso con los niños”.

En este sentido, esto declaraba Fueyo a la Televisión Pública de Asturias a raíz de una muestra de sus dibujos en el Botánico de Gijón. “Yo antes de llegar al árbol, ya lo he visto desde la distancia, espero pacientemente, no llevo ni libreta ni acuarelas ni nada todavía, lo miro. Luego vuelvo por la tarde, la luz ha cambiado y el árbol también, al anochecer sucede lo mismo, y si ha caído un poco de agua muestra toda su belleza porque los colores se reavivan”. 

También lo recordaba el periodista ambiental Pedro Cáceres, en un sentido artículo en El Ágora, el diario del agua en el que Fueyo estaba publicando últimamente sus ilustraciones en la secciónDel Natural junto al botánico Bernabé Moya: “La forma de estar en el mundo de Fueyo era observar y disfrutar la naturaleza. Tenía un acercamiento muy oriental a la representación del mundo silvestre. Estar, mirar, integrar, absorber, digerir… y solo después de ese largo proceso interioralumbrar un retrato que no es retrato, sublimar la esencia, transmitir el espíritu sin fotografiarlo. No en vano, a Fueyo le cambió su estilo pictórico una larga estancia en Japón, donde perfeccionó su manera de ver y su técnica”.

Defensor de la naturaleza desde la sonrisa y la belleza

Añadía Cáceres en El Ágora: “Con la marcha de Fernando Fueyo perdemos a un artista colosal que llenaba los ojos de millones de amantes de la belleza en todo el mundo”. “Fueyo era un pionero y un referente de la conservación de la naturalezaen España, desde que allá por los años 70 prestara sus obras para ilustrar las campañas de muchas jóvenes organizaciones que abogaban porla conservación del territorio en un momento en el que el desarrollismo y el urbanismo desbocado daban un primer terrible mordisco a nuestro medio rural. Los dibujos sobre la fauna ibérica de Fueyo han llenado carteles, pegatinas, informes y todo tipo de primitivo merchandising conservacionistaque él, en su generosidad de siempre, regalaba y donaba. Fueyo participó en todos los movimientos y publicaciones del momento seminal del conservacionismo español. Un ejemplo, entre muchos, son los impactantes dibujos en blanco y negro que acompañaron los números iniciales de la revista Quercus”.

Y destacaba Pedro Cáceres:Fueyo pintó y habló siempre en positivo, en luminoso (…) Fruto de esos cuadros, que plasmaban la belleza, se salvaron muchas hectáreas,porque Fueyo tuvo el aciertode apelar a lo que importa: la emoción.Fue el mejor abogado de la naturalezaen España, y lo hizo siempre desde la sonrisa y la belleza”. “Fue hasta el final un personaje de primera categoría, un entusiasta, un vitalista, un optimista nato… un amante de la vida y sus bellezas”.

De ‘Quercus’ a Atapuerca

Otro conocido periodista y divulgador ambiental, César Javier Palacios, colaborador de este blog, expresaba en redes su tristeza: “Ha fallecido el gran Fernando Fueyo, nuestro artista del bosque, pincel poético del programa radiofónico El Bosque Habitado. Echaré mucho de menos esos paseos, esas charlas de arte y naturaleza, esos árboles singulares, esos vinos alegres”.

Y el escritor y divulgador ambiental Joaquín Araujo se expresaba así en un tuit: “Dos irreparables pérdidas consecutivas. Fernando Fueyo: logró que la siempre prestada belleza de la Natura anidara, casi intacta, en sus cuadros y nos llega a muchos. José Luis Pérez Chiscano, el más sabio de los naturalistas extremeños. Muy mal comienza 22”.

Unos días después, en su blog Emboscadas, en el diario El Confidencial, Araújo escribía un precioso artículo titulado Menos raíces para soportar vientos tan contrarios. Con estas reflexiones: “Fernando Fueyo miraba con admiración la libre luz de los paisajes todavía vivos. Les pedía prestada su belleza y, con el máximo respeto, la incluía en lienzos y papeles para que otros ojos comenzaran a aprender lo esencial. Un descomunal talento fluía desde su mente a sus manos. Como corriente eléctrica, se transmitía a unos lápices y pinceles estremecidos. (…) Cierto es que podemos presumir en este país de contar con tres decenas de excelentes ilustradores naturalistas, pero Fueyo armonizaba oficio y sensibilidad como nadie. De hecho, apenas se entiende lo que ha supuesto la divulgación de nuestras floras y faunas o la conciencia ambiental sin su obra. Sus recreaciones aparecieron en revistas como Quercus. No menos en sus exposiciones, en sus magistrales trabajos sobre el quebrantahuesos. Juan Luis Arsuaga lo incorporó a su ingente labor divulgativa. Insuperables las pinturas de ese libro imprescindible que es El mundo de Atapuerca”. Fueyo se ha hecho ya y para siempre raíces, corteza, hojas, árbol de savia sabia, bosque, esencia de apaciguadora barba blanca…

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