Estamos finalizando el verano más caluroso de la historia de Europa desde que existen registros, y todo apunta a que nos tendremos que acostumbrar a temperaturas cada vez más extremas en los próximos años. El día 14 de agosto, el termómetro de la estación meteorológica de La Rambla en la provincia de Córdoba alcanzaba los 47,6 grados por primera vez en España, en una tendencia que sigue en aumento y llegará, según los expertos, a los 50 °C en algún momento de la década. Al mismo tiempo, la pertinaz sequía ha provocado que se batiera un nuevo récord siniestro, el de mayor superficie quemada, alrededor 700.000 hectáreas, en Europa. ¿Por qué se están produciendo incendios tan devastadores en la actualidad? ¿Existe alguna relación entre el fuego y el cambio del clima? ¿Son fenómenos naturales que se retroalimentan?
Cristina Santín, investigadora del Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad de la Universidad de Oviedo, asociado al CSIC, nos ayuda a comprender esta relación, de la que hasta ahora se ha hablado poco: “Por un lado, los incendios contribuyen al cambio climático, emitiendo CO2 y otros gases de efecto invernadero. Por otro, el calentamiento global agrava las condiciones meteorológicas que provocan los incendios forestales: temperaturas altas, humedad muy baja y vientos fuertes… Dicho de otro modo, en la actualidad hay más días al año de riesgo extremo de incendio en los que, si empieza a arder el monte, es fácil que el fuego se extienda y tenga, además, una mayor intensidad”.
Más incendios y más extremos
Desde la época preindustrial, el mundo ya se ha calentado 1,1 °C de promedio, y algunos estudios señalan que al ritmo que vamos, pasaremos de largo el límite de los 1,5 °C. Dado que los episodios de sequía, altas temperaturas y baja humedad son más frecuentes, estos fenómenos también elevan el riesgo de incendios forestales, que, además, resultan más grandes y peligrosos. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente alerta de que los incendios extremos podrían aumentar hasta un 14% para 2030, un 30% para fines de 2050 y un 50% para fines de siglo. Un panorama desolador, ¿verdad?
Todo hace indicar que los bosques son uno de los grandes damnificados del cambio climático. Sin embargo, los incendios no se producen por una única causa. Como hemos visto, tienen que darse una serie de circunstancias en zonas con vegetación continua y fácilmente inflamable. Dichas zonas, a menudo, no están gestionadas apropiadamente debido al abandono rural en pastos o plantaciones de bajo matorral y vegetación en etapas tempranas.
Cambio climático y abandono rural
El cambio climático extiende la estación propensa a incendios, agudiza las sequías, incrementa la mortalidad de plantas (y la biomasa seca) e incrementa la frecuencia de condiciones meteorológicas favorables para los incendios (por ejemplo, olas de calor). A esto hay que añadir el abandono rural que ha tenido lugar en la historia reciente de España. La disminución de la agricultura, del pastoreo y de la recolección de madera, y la falta de gestión en plantaciones forestales, generan paisajes más continuos y homogéneos donde el fuego se propaga fácilmente. En estos paisajes, el papel relativo del clima en los incendios aumenta a medida que dejamos que avance el cambio climático.
No todos los incendios son iguales
Cristina Santín señala que, después del incendio, parte del carbono que se libera a la atmósfera es tomado de nuevo por la vegetación cuando ésta se regenera. Por tanto, “los incendios más perjudiciales son aquellos en los que el uso del terreno cambia; es decir, que la vegetación no se regenera”. Encontramos un triste ejemplo en la deforestación en la Amazonía, donde los bosques se transforman en pastizales para el ganado o en tierras de cultivo. Según los expertos, un 20 % de las emisiones de incendios contribuyen al cambio climático.
Si todos contribuimos al calentamiento global, debemos procurar que sus consecuencias sean lo menos catastróficas posible. La investigadora del CSIC recuerda que no podemos evitar los incendios al 100 %: “El fuego es parte natural de muchos ecosistemas y, aunque no lo fuera, en el momento que se juntan las condiciones meteorológicas propicias, vegetación y una fuente de ignición, como un rayo, habrá fuego… tal y como viene sucediendo desde hace más de 400 millones de años”. Por ello, señala que debemos coexistir con los incendios, al igual que hacemos con otros riesgos naturales como los terremotos: “Hay que actuar para minimizar el fuego que causa daños a las personas y/o a los ecosistemas, y estar preparados para que, cuando ese tipo de fuego llegue, cause el menor daño posible”.
Cómo podemos actuar
En la misma dirección se pronuncia Amanda del Río, directora adjunta de Fundación Global Nature, organización con una amplia experiencia en la gestión de bosques como aliados en la lucha contra el cambio climático: “El abandono, en todas sus vertientes, es el verdadero causante de los incendios. Un abandono que puede ser por dejadez, por no saber cuidar o no saber aprovechar todo el valor del monte y, ante todo, por el desconocimiento de que en España hay más de dos millones y medio de hectáreas sin dueños conocidos y sin posibilidad de realizar gestión alguna”.
A pesar de que los seres humanos han reducido la propagación de incendios en algunos paisajes naturalmente propensos, determinadas acumulaciones de vegetación que incrementan el riesgo de incendios a medio-largo plazo. Santín propone crear “paisajes más resilientes, capaces de minimizar los riesgos a la población”. Para ello, plantea apostar por iniciativas como el denominado paisaje en mosaico, donde convivan bosque natural, zonas agrícolas y ganaderas. “Es decir, si tenemos una urbanización en medio de un bosque de pinos, el riesgo de catástrofe en caso de incendio es mucho más elevado que si hay un núcleo rural o urbano rodeado por zonas sin vegetación densa”. En este sentido, los paisajes rurales tradicionales constituyen un buen ejemplo, por lo que sugiere rescatarlos allá donde se pueda y, en otros casos, probar otras soluciones.
En su búsqueda de soluciones para los incendios, igual que para el resto de amenazas que ponen en peligro nuestros bosques, la representante de Fundación Global Nature aboga por analizar datos y sacar conclusiones. Del Río subraya que “la actual crisis que viven nuestros bosques es el resultado de un abandono tan secular como secular fue su uso, si bien, con la llegada de nuevos modos de vida el éxodo rural dejó huérfanos a nuestros montes”. Frente al cambio climático y los incendios forestales, el proyecto LIFE Soria Forest Adapt investiga cómo serán los «bosques del futuro» ante la amenaza del calentamiento global. “La clave para resistir al embate del fuego es contar con un buen modelo de gestión forestal que conjugue las repoblaciones forestales, con la recuperación de espacios silvopastorales, la conservación de bosques maduros, la implicación de la sociedad y la creación de cinturones contra el fuego. Los fuegos se apagan en invierno”, concluye Amanda del Río.