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La digitalización contamina … pero menos

La digitalización contamina pero si esa digitalización no se produce, las emisiones de gases de efecto invernadero serían mayores

La digitalización contamina pero hay que tener en cuenta que cualquier acción que llevamos a cabo los seres humanos es contaminante. ¡Si hasta a las vacas se les achaca parte de la culpa en el calentamiento global! Esa es la realidad, desde que empezamos nuestro día a día: los humanos contaminamos.

Y sí, la digitalización también es contaminante, pero lo cierto es que si esa digitalización no se produce, las emisiones de gases de efecto invernadero, por ejemplo, serían muy superiores. Tan sólo hay que retrotraerse unos pocos años atrás en el tiempo, cuando la transformación digital empezaba a dar sus primeros pasos, para darse cuenta de lo que había: mayor consumo de papel, desplazamientos en vehículos poco eficientes, equipos que derrochaban energía, gasto inasumible en sistemas poco eficientes de calefacción o de enfriamiento,… Ha sido la digitalización la responsable de que, hoy, esos parámetros sean mucho menores. Y por eso, para la concesión de los Fondos Next Generation EU, hay dos valores fundamentales para que sean concedidos: digitalización y sostenibilidad. Porque ambos están relacionados.

Y aún así, seguiremos contaminando, pero se trata de que se llegue a un punto en el que esa contaminación sea mínima. Reducir el impacto medioambiental se puede conseguir de forma sencilla. De hecho, casi sin darnos cuenta lo vamos consiguiendo: todos miramos la etiqueta de eficiencia energética cuando compramos un electrodoméstico y hoy, a muy pocas personas se le ocurre comprar un modelo que no sea eficiente. Lo mismo ocurre cuando adquirimos un nuevo portátil o cuando decidimos dejar nuestras fotos en un servicio cloud como Google, Amazon o Movistar. Sí, la nube reduce el impacto ambiental. Solo hay que pensar que esas imágenes, si estuvieran almacenadas en un ordenador, provocarían una disminución de su rendimiento al ir ocupando más espacio de almacenamiento. Esto se significaría un mayor consumo de energía del equipo y también en un menor tiempo de vida, con lo que se produce un aumento de los residuos contaminantes.

¿Quién es el mayor responsable de la «contaminación digital»?

Todos estos ejemplos se producen en un entorno de usuario cuyo impacto medioambiental es menor, aunque si sumamos a todas las personas que hacen uso de nuevas herramientas digitales, ese impacto deja de ser desdeñable. Donde el impacto es, sin embargo, notable es en el ámbito empresarial. Y dentro de ese entorno hay un elemento que es el que se lleva buena parte de los recursos energéticos: el centro de datos.

Un centro de datos, también llamado Data Center o CPD es el corazón de cualquier empresa. Se trata de un conjunto de máquinas ubicadas en un lugar físico y en el que están todos los recursos de computación que emplea una empresa. Normalmente, a mayor tamaño de la empresa, mayor es el número de máquinas que se necesitan y también, mayor es el espacio físico en el que se tienen que alojar esos equipos. Entre ese equipamiento se encuentran servidores, redes de comunicaciones, sistemas de almacenamiento, routers… Todo ello consume mucha energía, porque a la infraestructura tecnológica hay que añadirle todo un conjunto de aparatos de refrigeración que permita mantener una temperatura estable en todo el edificio para que la maquinaria no se sobrecaliente. Es decir, un centro de datos es cualquier cosa menos sostenible.

Todo pasa por el centro de datos

Puede parecer que es algo que no nos afecta, pero para poder ver una película en streaming, realizar una compra online, para chatear por Whatsapp o al programar el robot aspirador, se necesita el centro de datos. Todas estas acciones, que empezamos a dar por habituales no serían posibles sin la existencia de estas grandes salas de máquinas.

La mayoría de los costes del departamento de TI de cualquier empresa vienen provocados por lo que consume un centro de datos. Además, el número de usuarios va aumentando por lo que las necesidades de almacenamiento y de computación también crecen. Y a medida que la empresa se desarrolla, hay que adquirir más máquinas, más redes, más energía para climatizar por lo que los costes se van, poco a poco, multiplicando.

Un estudio de la Agencia Internacional de la Energía demuestra que el consumo que se hace en esos data centers supone el 1% de toda la energía que se consume en el mundo. Puede parecer mucho, pero el informe señala que esa cifra de consumo energético ha permanecido invariable desde el año 2010. Es decir, al contrario de lo que ocurre con las emisiones de gases de efecto invernadero, que siguen creciendo año tras año, el consumo energético de todos los centros de datos permanece estable. Y todo ello a pesar de que, como señala el propio informe, el número de usuarios de Internet se ha multiplicado por 12 y las cargas de trabajo TI de las empresas se multiplicaron por 8 en ese mismo periodo. Además, la propia Agencia señala que el número de usuarios de Internet pasará 3.800 millones de 2019 a 5.000 millones en 2025. Apunta, también, que las conexiones a Internet producidas por el Internet de las Cosas (IoT) pasen de 12.000 millones a 25.000. En teoría supondría que a mayor consumo, menor eficiencia y sostenibilidad, y sin embargo,… en 2025, el consumo de los centros de datos, descenderá hasta el 0,8% del total de la energía consumida en el mundo.

La «nube» y la sostenibilidad

¿Qué es lo que ha ocurrido para que ese consumo de energía haya permanecido estable e incluso se prevean descensos? Es aquí, cuando aparece un cambio sustancial. Evidentemente, al igual que ha ocurrido por ejemplo con los electrodomésticos, las máquinas son mucho más sostenibles y eficientes, los sistemas de refrigeración han evolucionado (algunos data centers se enfrían por conducciones de agua o por inmersión) pero sobre todo ha habido un cambio esencial: la migración a la nube.

Hasta hace no muchos años, cada mediana y gran empresa tenía su propio centro de datos. Desde la aparición de la nube, muchos de los datos y aplicaciones que estaban en esos data centers fueron yendo, poco a poco, a la nube. Tal es así, que a las denominadas startups no se les courre montar un centro de datos. Directamente trabajan desde un entorno cloud. Las grandes empresas, también están realizando esa migración, aunque en este caso, algunas aplicaciones o datos muy sensibles no se pueden migrar por lo que se quedan en el centro de datos propio, aunque, en este caso, ha visto como el data center veía reducido el número de máquinas, y por tanto, cómo disminuían los consumos.

Nos digitalizamos de forma sostenible

Pero la nube no es un ente abstracto. Sí, para que la nube funcione también son necesarios data centers. Lo que sucede es que esos centros de datos son más modernos, consumen menos, son más eficientes y son llevados por empresas especializadas. Y para que a estas compañías el negocio de alojar los datos de otras organizaciones les salga rentable necesitan que el centro de datos sea sostenible y eficiente. Prueba de la importancia que le dan estos proveedores a la sostenibilidad es que a finales del pasado mes de enero, 25 de las principales compañías de centros de datos y cloud y 17 asociaciones firmaron el Pacto por la Neutralidad Climática dentro de los objetivos europeos de sostenibilidad. Por este pacto se comprometen a ser neutrales en carbono en 2030. Para conseguirlo, deben incidir en que la compra de energía proceda al 100% de fuentes renovables, se priorice la conservación del agua, haya un reciclaje de los servidores que componen los centros de datos y se reutilice el calor que se produce en ellos.

En definitiva, la digitalización contamina, pero las empresas TIC están concienciadas de la importancia de la sostenibilidad y la industria más contaminante como era la de los centros de datos ha sido consciente de ello desde el primer momento y ha conseguido que se convierta en uno de los pilares de sus estrategias. Las empresas, también van tomando conciencia de ello, mientras que los usuarios nos digitalizamos de forma sostenible… aunque no nos demos cuenta de ello.

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