No podía faltar él en esta serie mensual de ‘Artistas en Verde’. Uno de los pioneros en el collage, en el ‘upcycling’, en el empleo de materiales desechados por la sociedad de consumo agregándoles el valor que les da convertirse en obra de arte, arte con ‘objetos encontrados’. Uno de los diez artistas estadounidenses más reconocidos del siglo XX. Además –y esto es especialmente interesante para Signus– fue el hombre que consiguió crear una gran obra de arte con una cabra disecada y un neumático. Sí, con una cabra disecada y un neumático. Estamos hablando de Robert Rauschenberg (Texas, 1925 / Florida, 2008).
La pieza artística más valiosa de la que forma parte un neumático
La obra se llama Monogram y se encuentra en la colección del Moderna Muséet de Estocolmo. Los materiales empleados: óleo, papel, tela, metal, madera, caucho y cabra disecada. A Rauschenberg le costó cinco años completarla, los que transcurrieron entre 1955 y 1959. Os contamos su historia, la historia de la que seguramente sea la pieza artística más valiosa de la que forma parte un neumático.
En 1955, Rauschenberg acudía mucho a una tienda de mobiliario y objetos de decoración de segunda mano situada en la Séptima Avenida de Nueva York. Frecuentaba el local para realizar “prospecciones” pensando en su creación artística. Y allí estaba, semana tras semana, mes tras mes, una cabra disecada, sucia y abandonada en el escaparate. Siempre mirando la cabra por el cristal, como queriendo salir de ahí. El artista preguntó cuánto costaba, le pidieron 35 dólares y, tras un corto regateo, finalmente se llevó el bicho por 15 dólares, aunque sin saber muy bien qué hacer con él. Pero digamos que el artista vivía su época de locos collages de la realidad.
En un principio pensó incorporarla a un cuadro, pues Rauschenberg percibió algo: “La cabra mira como si formara parte de una pintura”. Corría el año 1955 y en 1956 descartó la idea, pensando que la personalidad de la cabra merecía algo tridimensional, no solo las dos dimensiones de un cuadro para colgar en una pared. Pensó entonces en un ensamblaje. Entre 1956 y 1958, el artista estadounidense tuvo la feliz idea de insertarle un neumático a la cabra, posarla sobre un panel de madera y colocarla como sobresaliendo de un panel vertical que formaba parte de una obra que había pintado en 1951 en cinco paneles… Pero tampoco le funcionaba; le parecía que era “solamente una cabra pegada a algo artístico”. Le parecía que no tenía suficiente vida. Así que Rauschenberg construyó una plataforma de madera con ruedas, la decoró con papel y pintura, y puso la cabra en la mitad.
Cinco años de trabajo
Se pasó dos años recolocando paneles horizontales (que si con ruedas o sin ruedas) y verticales, rescatando antiguas obras suyas. Pero nada, no le acababa de convencer el conjunto.
Día a día, en una letanía como la vida de la cabra en aquel escaparate de aquella tienda, Rauschenberg añadía elementos autobiográficos de todo tipo, por lo que muchos expertos ven en Monograma una especie de autorretrato del artista. De hecho, la palabra monograma implica una firma, un símbolo hecho con caracteres sencillos creados para ser estampados en un producto.
Y no olvidemos que el artista en los años 50 estaba en su época de lo que él llamaba “combines” (combinaciones); una suerte de fusiones creativas, de collages de materiales encontrados que recordaban a los “ready mades” de Duchamp o los “Merz” de Schwitters. El artista, sesudo y conceptual, lo explicaba diciendo que deseaba trabajar en “la brecha entre el arte y la vida”, “es decir, en el punto mismo de intersección, donde ambas son la misma cosa”. De ahí su afición a visitar tiendas de segunda mano en Nueva York. Matrículas, carteles, cuadernos, fotografías, señales de tráfico…, casi todo le venía bien, objetos encontrados que, en sus manos, y recolocados estratégicamente, se convertían en algo valioso. Upcycling puro hace 70 años. ¿Neodadaísmo? ¿Pop Art?
Rauschenberg, que comenzó adscrito al expresionismo abstracto, luego renegó de esa corriente artística por considerarla elitista y pedante, y apostó por los desperdicios. Merece la pena recordar aquí –en este punto del artículo– su obra Cama: el artista enmarcó el lugar donde dormía: una almohada, una sábana y un edredón, y lo pintó todo con garabatos a lápiz y salpicaduras de pintura, como si fuera una obra de expresionismo abstracto, una broma en torno a Pollock. Se burlaba así de la seriedad de ese movimiento tan de moda entonces y del que renegó, y al que incluso odió.
Pero volvamos a la cabra y el neumático.
En la última reencarnación de Monograma (estamos ya en 1959) y siguiendo los consejos de su gran amigo el artista Jasper Johns, Robert decidió colocar el panel pintado en horizontal, con la cabra encima, en el centro, como si estuviera pastando en un prado, y metida en el neumático. Remató la obra con algún que otro detalle que, según él, reforzaban el mensaje: añadió al collage horizontal diversas fotografías y una pelota de tenis, colocada justo detrás de la cabra, así como un tacón de caucho (para mayor regocijo, décadas después, del empeño reciclador de Signus).
Y así fue como se expuso el conjunto en 1959 en la famosísima galería Leo Castelli de Nueva York. El coleccionista de arte Robert Scull se ofreció a adquirir la obra para donársela al MoMA, pero el entonces director de ese prestigioso museo declinó el ofrecimiento, y finalmente la pieza fue adquirida en 1964 por el Moderna Museet de Estocolmo.
Nada más lejos de mi intención que dar una idea sesgada y reduccionista (por lo de la cabra) de este gran artista pop. Así que terminaremos con lo que de él dicen los expertos del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, que cuenta con obra suya en sus fondos, y del Guggenheim.
La recuperación del espíritu dadá en Estados Unidos.
Señalan en el Thyssen: “A finales de la década de 1950, Robert Rauschenberg protagonizó junto a Jasper Johns la recuperación del espíritu dadá en Estados Unidos. Artista multidisciplinar y de espíritu crítico, buscó sin cesar nuevas formas de expresión artística que le convirtieron en una de las figuras fundamentales en la evolución del arte de las últimas décadas del siglo XX. Rauschenberg era un artista inquieto y de gran versatilidad que, a lo largo de toda su vida, participó en gran número de iniciativas de muy diversa índole. Cabe destacar la intensa colaboración con su amigo el músico John Cage, y entre 1955 y 1965, su participación como director de escena en la compañía de danza de Merce Cunningham. En 1966 creó junto a varios científicos un grupo de experimentación de arte y tecnología con el fin de aplicar los últimos avances técnicos en el arte”.
Y añaden: “Tras un primer período artístico que podría enmarcarse dentro del Expresionismo abstracto, en la década de los 50 empieza su verdadero desarrollo, con la presentación de sus primeros combine-paintings. En estas piezas difíciles de definir, se combinaban los objetos cotidianos de la forma más rocambolesca. El propio Rauschenberg decía que usar “un par de calcetines era tan apropiado para realizar una pintura como la madera, los clavos, la pintura al óleo o un lienzo”. Por eso solía usar objetos cotidianos y de desecho, propios de una sociedad cada vez más consumista. Rauschenberg quería enfatizar que su arte apostaba por introducir cualquier componente de la cultura popular de la época: botellas de Coca-Cola, imágenes del presidente Kennedy o incluso animales disecados”.
Y Julia Blaut, del Área Curatorial del Solomon R. Guggenheim Museum, escribió a propósito de una gran muestra que le dedicó en 1998/1999 el Guggenheim de Bilbao, que llevaba solo un año inaugurado (es decir, que Rauschenberg fue uno de los primeros artistas por los que decididamente apostó este centro): “Al inicio de su carrera artística, a finales de los años 40, su creencia en que la pintura guarda relación tanto con el arte como con la vida planteó un desafío directo a la estética moderna dominante. Los famosos Combinados (Combines) que comenzó a realizar a mediados de los 50 introdujeron imágenes y objetos del mundo real en el reino de la pintura abstracta e hicieron frente a divisiones aprobadas entre la pintura y la escultura. (…) Mientras viajó con el artista Cy Twombly por Europa y África del Norte en 1952, Rauschenberg creó collages con cartones utilizados para plegar camisas italianas que presagiaban su método consistente en combinar temas dispares y que contienen muchos de los motivos que han continuado siendo el núcleo de su obra: animales, partes del cuerpo, modos de transporte, reproducciones de arte, tipografía y diagramas”. “Ahondando en el concepto de los ready-made de Marcel Duchamp, Rauschenberg dio una nueva importancia a objetos ordinarios como una colcha de retales o un neumático de automóvil, yuxtaponiéndolos a objetos con los que no guardan ninguna relación y colocándolos en el contexto del arte”.
Lo dicho, todo un pionero en la crítica a la sociedad hiperconsumista a través del reciclaje, incluida la cabra disecada dentro de un neumático.