Más de ocho millones de estudiantes no universitarios acaban de comenzar en España un curso con dos importantes novedades: estrenan nueva ley educativa y dejan atrás las restricciones provocadas por la covid. Tras decir (por fin) adiós a las mascarillas, el alumnado podrá respirar a pleno pulmón un aire más o menos puro que los nuevos contenidos curriculares relacionarán con la crisis climática y energética, pérdida de la biodiversidad, renaturalización de las ciudades, consumo responsable, justicia ecosocial y desarrollo sostenible.
El cambio es profundo. La nueva Ley de Educación (LOMLOE) pretende que los alumnos y alumnas conozcan, interpreten y relacionen su entorno, desarrollando habilidades que les permitan desenvolverse en la vida, más que especializarse en aprobar exámenes cuyos contenidos se olvidan al día siguiente. Este nuevo enfoque de “aprendizaje por competencias” implicará la renovación de los contenidos de todas las asignaturas, que a partir de ahora se hacen más transversales y también más ecologistas.
Verde, que te quiero verde
El nuevo currículo escolar incluye, entre otros aspectos, la educación para el desarrollo sostenible. Se alinea así con lo establecido en la Agenda 2030 de Naciones Unidas, como forma de abordar desde las aulas los desafíos de la emergencia climática.
Pero no solo se trata de ampliar contenidos. La LOMLOE pretende que los centros docentes se conviertan en centros dinamizadores de cuidado ambiental, desarrollando programas de estilos de vida sostenible y fomentando el reciclaje y el contacto con los espacios verdes, de tal forma que las generaciones futuras tengan bien claros estos nuevos conceptos a la hora de relacionarse con sus semejantes.

Aunque también hay paradojas curriculares como la que destaca la Fundación FUHEM. ¿Cómo es posible que en Ciencias Naturales se enumeren los problemas ambientales y se destaque el cambio climático, y en Ciencias Sociales se aborde la ciudad exaltando coche, el AVE o el avión sin relacionarlos con el calentamiento global? Según los expertos, llevará años lograr esa transversalidad entre materias, pero la apuesta por lograrlo es clara en las 17 Comunidades Autónomas del Estado español.
Eso sí. Para hacerlo posible harán falta muchos recursos económicos, pero también mucha formación del profesorado en materia ambiental.
Un buen comienzo, sin demasiadas críticas
Miriam Leirós, coordinadora de Teachers for Future (Profesores por el futuro) considera que la LOMLOE es “una ley novedosa al abordar la sostenibilidad de manera transversal” y “adaptar el sistema educativo a los tiempos a los que nos enfrentamos”. Recalca lo de “enfrentarnos” pues confirma tanto la urgencia del cambio como sus negativos efectos en el caso de no hacerlo.

Los profesores más ambientales y concienciados resaltan la importancia de esta nueva ley ya que refuerza la necesidad de una educación para la transición ecológica donde se hable al alumnado con criterios de responsabilidad y sostenibilidad ambiental, social y económica. Y que los proyectos de Aprendizaje y Servicio tengan una mayor repercusión en la comunidad, de tal forma que los centros logren ser “comunidades de transformación del entorno”. También valoran muy positivamente que la ley obliga a que en 2025 los docentes hayan recibido una formación específica en los contenidos de los ODS y la Agenda 2030. Porque ahora mismo esa formación del profesorado es el talón de Aquiles de la nueva ley educativa.
Educar a los educadores
La doctora Victoria Eugenia Martín, profesora del Departamento de Botánica, Ecología y Fisiología Vegetal de la Universidad de La Laguna y experta universitaria en Educación Ambiental por la Cátedra UNESCO de Educación Ambiental, aplaude la llegada de la nueva ley educativa, pero sigue viendo una gran laguna, la falta de formación específica, el conocimiento del medio en el que viven y trabajan: “Los maestros y maestras de Primaria no reciben en la Universidad contenidos específicos sobre flora, fauna y geografía regional, estudian didáctica pero se gradúan desconociendo por completo la naturaleza”, se lamenta.
Y así ocurre, critica la especialista, que difícilmente pueden explicar a su alumnado la importancia ecológica de la palmera canaria en el Archipiélago cuando son incapaces de distinguirla de una palmera datilera y no digamos ya de una washingtonia. O como le ha ocurrido a su nieta este principio de curso en clase, integrada en un grupo de trabajo denominado mapache, “una especie invasora completamente exótica que provoca gravísimos daños en las colonias de la muy amenazada pardela canaria”, critica Martín. Y mira que hay cientos de especies exclusivas canarias más hermosas y propias que un mapache americano.

¿Por qué los docentes no hablan en clase de las especies autóctonas y sus problemas de conservación? Ella lo tiene muy claro: “Porque las desconocen”.
Pero siendo justos, también es verdad que hay buenos educadores y educadoras en España, grandes conocedores de sus entornos más cercanos, con una excelente visión humanística. Y que están desarrollando proyectos muy interesantes.
Sin ir más lejos, en Canarias, además de los tradicionales huertos escolares se están empezando a plantar jardines canarios con plantas autóctonas. En ellos los niños y niñas conocen plantas tan fascinantes como los tajinastes, los verodes, los dragos y, por supuesto, saben distinguir una palmera canaria de una datilera.
28.000 por el clima
Coincidiendo con el comienzo del curso escolar, Teachers For Future (TFF) ha lanzado la campaña de educación ambiental “28.000 por el clima” con el objetivo de llevar la temática climática a todos los centros docentes.
El objetivo de los más de 13.000 docentes que de manera altruista colaboran en TFF es implicar a los centros educativos de España en la concienciación y formación sobre el cambio climático. Para ello, se promueve la utilización en el aula de todo tipo de contenidos didácticos y recursos educativos, así como la realización de actividades y acciones coordinadas en días internacionales relacionados con el medioambiente.

Según Miriam Leirós, coordinadora de TFF, ser docente “no es solo luchar por la biodiversidad y el cuidado del planeta, es también involucrarse en una forma de educación que trata de generar ciudadanía con espíritu crítico, comprometida y capaz de tomar decisiones en pro del bien común”.
En la actualidad, 2.500 centros educativos han colaborado con la iniciativa. El objetivo es llegar a los más de 28.000 que hay en toda España durante este próximo curso escolar 2022-23, motivo del título de la campaña: 28.000 por el clima.
Modernizar los viejos colegios
Otra asignatura pendiente es la necesidad de adaptar físicamente los centros educativos al cambio climático, lo cual no es ni sencillo ni barato, pero sí muy urgente. Una prioridad es luchar contra las altas temperaturas que se sufren en las aulas en primavera y verano, pero también es necesario hacer más eficientes sus anticuados sistemas de calefacción, auténticas máquinas de derroche energético.
También se quiere mejorar el confort en las aulas retirando hormigón y cemento de los patios, poniendo fuentes de agua potable, plantando árboles y ajardinando espacios, además de promover la ventilación cruzada e instalando toldos, persianas y pérgolas que nos regalen la cada vez más necesaria sombra.

Naturaliza las aulas
Raquel Marín, coordinadora de Naturaliza, destaca que “con la nueva ley de educación LOMLOE la educación ambiental cobra más fuerza en el currículum escolar para concienciar así al alumnado de la importancia de preservar y cuidar el entorno que nos rodea”.
La red Naturaliza es un proyecto de educación ambiental promovido por Ecoembes en el que participan 1.900 profesores que se han formado en valores ambientales que pueden poner en práctica en las aulas. Así, incorporarán el medioambiente de forma transversal en las asignaturas de Matemáticas, Lengua Castellana y Literatura, Ciencias Sociales y Ciencias de la Naturaleza.

Gracias a estos profesores y profesoras, cerca de 84.000 alumnos de primaria de todo el país podrán seguir conociendo y abordando problemáticas como la contaminación del aire, de la naturaleza, la sequía, la desertificación, el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, entre otros y, de esta forma, poder contribuir a construir un futuro más sostenible.
En la plataforma de Naturaliza hay a disposición del profesorado una biblioteca con más de 2.000 recursos para poder aplicar en las aulas, además de ofrecerse formación y seguimiento de la mano de un equipo de expertos.