El Ministerio para la Transición Ecológica ha elaborado un díptico informativo para dar a conocer los avances obtenidos en la lucha contra el agujero de la capa de ozono. Este gas, que actúa como filtro solar del planeta, evitando el paso de las radiaciones ultravioletas nocivas para la vida en la Tierra, va camino de su recuperación. En 2019, el agujero de la capa de ozono se redujo a mínimos históricos desde que comenzaran a existir registros.
Con esta campaña informativa, el Gobierno nos recuerda la efectividad de las medidas tomadas en el Protocolo de Montreal, firmado el 16 de septiembre de 1987 y ratificado por 197 países, para erradicar las sustancias perniciosas que acaban con el ozono estratosférico. Pero también pone de manifiesto la capacidad de la comunidad internacional para abordar los desafíos globales a los que se enfrenta la humanidad cuando existe la determinación de cooperar de forma conjunta.

Un ejemplo inspirador
El Protocolo de Montreal fue la culminación del trabajo de un grupo de científicos que, desde la década de los años 70, comenzó a investigar un tipo de compuestos químicos producidos por el ser humano, los llamados clorofluorocarbonos (CFC), que al llegar a las capas altas de la atmósfera –entre 15 y 50 kilómetros sobre la superficie de la Tierra– destruían la capa de ozono. Estos compuestos, de producción barata y almacenamiento sencillo, se utilizaban por aquel entonces de manera habitual en sistemas de refrigeración, aire acondicionado, espumas, aerosoles, fumigantes, etc.
Gracias a este tratado, el primero de la ONU en lograr la ratificación universal por parte de todos los países del mundo, hoy por hoy podemos presumir de haber dejado de utilizar más del 99 % de las sustancias dañinas que provocan el agujero de la capa de ozono y una larga lista de efectos adversos tanto para el ser humano (mayores tasas de cáncer de piel, cataratas oculares o alteraciones en el sistema inmunológico) como para la vida en la Tierra (donde existen multitud de organismos sensibles a las radiaciones ultravioletas con escasa o nula capacidad para eludirlas).

“El agujero de la capa de ozono es un ejemplo paradigmático de que los hechos científicos pueden provocar cambios políticos y, como consecuencia, cambios en el comportamiento humano. El éxito del Protocolo de Montreal debe servir de inspiración para combatir el cambio climático”, comentaba el director de programas de observación de la Tierra de la ESA, Josef Aschbacher, días después de conocerse los buenos datos de las concentraciones de ozono en 2019.
Un problema global con solución
Este año, el tamaño del agujero de la capa de ozono ha sido el más pequeño desde los primeros registros en 1982. Aunque el Ministerio para la Transición Ecológica reconoce en el documento informativo enviado a centros educativos y organizaciones sociales que una de las principales razones de esta gran noticia se debe a temperaturas estratosféricas más cálidas, la recuperación de la capa de ozono no sería posible sin la eliminación gradual de estos compuestos químicos con una elevada vida media de permanencia en la atmósfera que tardan varias décadas en desaparecer.

El agujero de la capa de ozono comienza a formarse cada año a finales de agosto y persiste hasta finales del mes de noviembre o diciembre. En 2019, el agujero de ozono se cerró antes de lo habitual y alcanzó un tamaño máximo de unos diez millones de kilómetros cuadrados (una superficie equivalente al territorio de los Estados Unidos), menos de la mitad de lo que solía alcanzar en las últimas décadas.
Esta recuperación continuará durante los próximos años. La ONU estima que la reparación completa de la capa de ozono se producirá en torno al año 2060. Primero se dejará notar en el hemisferio norte y las latitudes medias en la década de 2030, seguido por el hemisferio sur en la década de 2050 para terminar de sanearse en las regiones polares en los años 60.
Objetivo: reducir el calentamiento global
Parte de los esfuerzos del Protocolo de Montreal se orientan actualmente a reducir la producción y el consumo de hidrofluorocarbonos (HFC), a través de la Enmienda Kigali que ya han ratificado 81 países y el gobierno español se comprometió a firmar durante la Cumbre de la Acción Climática celebrada en Nueva York el pasado septiembre.

Los HFC son gases contaminantes que aceleran el calentamiento global y el cambio climático. Se han utilizado en refrigeradores, aires acondicionados y otros artículos similares como reemplazo a las sustancias que agotan la capa de ozono, y aunque representan alrededor del 1 % del total de los gases de efecto invernadero, su impacto puede ser cientos o miles de veces mayor que el del dióxido de carbono.
Los científicos aseguran que si se eliminaran estos compuestos se podría reducir el calentamiento global hasta un 0.4 ° C en este siglo. “A medida que la industria rediseña los dispositivos para reemplazar los HFC, también es esencial mejorar su eficiencia energética para reducir aún más su impacto en el clima”, aseguran fuentes de Naciones Unidas.