La forma en la que vivimos y compramos ha cambiado drásticamente en el último año y medio por culpa de la maldita pandemia. Incluso con la reapertura de las tiendas, la demanda de comercio electrónico se mantiene en niveles altísimos que no paran de crecer. Paralelamente, el envío de comida a domicilio se ha convertido en habitual, con todo el gasto de envoltorios que ello supone. Pero también ha aumentado, y mucho, la preocupación ciudadana por tanto embalaje de abrir y tirar, por el impacto de tanto paquete recorriendo el mundo de una punta a la otra como si no hubiera un mañana.
¿Cómo seguir apostando por este nuevo modelo de compra sin morir (literalmente) en el intento? El envase sostenible tiene la solución.
Lo dice la directora General de Google España, Fuencisla Clemares, que de comercio digital sabe mucho: “No hay vuelta atrás“. La experta destaca cómo las compras online, que ya crecían desde hace años a velocidad de crucero, se han disparado con la pandemia de la Covid-19. Según los cálculos de su famosa compañía, han aumentado un 74% en los tres últimos años y se espera que en los próximos tres supondrán un 20% del total del sector. Por poner un ejemplo, Inditex ha registrado un crecimiento del 50% en su canal digital, con picos del 95%.
Los plásticos son ya un gravísimo problema ambiental que podría agravarse aún más con el auge del comercio electrónico y el reparto de comida a las casas. Por suerte, esta revolución comercial ha venido de la mano de un aumento de la conciencia ambiental ciudadana que cada vez exige más a las empresas el uso de empaquetado sostenible, aquel inspirado en la economía circular que apuesta por las tres famosas erres de reducir, reciclar y reutilizar materiales cuanto más y más veces mejor.
Las 10 reglas de un embalaje sostenible
Ante la difícil cuadratura del círculo de querer aumentar el consumo con el mínimo impacto ambiental posible se hace necesario echar mano de investigación, desarrollo y mucha imaginación para ofrecer embalajes sostenibles. Se basan en un decálogo de mínimos que también pueden ayudarnos a los consumidores a comprar con algo más de corazón (verde). Ese embalaje perfecto debe ser:
- De fácil reciclado y sin envoltorios innecesarios.
- Reutilizable en nuevos envíos o nuevos usos antes de proceder a su reciclado.
- En cartón, papel o madera reciclados o con certificado de gestión forestal responsable.
- Con bioplásticos o plásticos vegetales compostables.
- Si incorpora productos textiles, que sean reciclados.
- Los envases de vidrio deben de ser igualmente reciclados.
- Obtenidos a través de procesos de fabricación poco contaminantes y usando energías renovables.
- Promoviendo una producción ética.
- Con menores consumos de agua y materias primas en su producción.
- Con menor volumen y peso para ahorrar costes de transporte y emitir menos CO2 a la atmósfera.
Compromiso empresarial
Las principales empresas ya se están poniendo las pilas sostenibles. Por ejemplo DS Smith. Esta empresa, líder mundial en embalajes de cartón y papel, ha anunciado recientemente una expansión en sus operaciones digitales con el lanzamiento de su oferta ePack en España, que presenta como “100% respetuoso con el medio ambiente”. Son alternativas para las entregas a domicilio libres de plástico como contenedores de cartón reforzado para botellas de vino o cajas aislantes fabricadas a base de fibra vegetal totalmente reciclables.
La expansión digital apoya la importante presencia de esta empresa en Europa, donde sus más de 200 fábricas producen embalajes reciclables hechos a base de pasta de papel procedente de una gestión forestal sostenible para las marcas más importantes del mundo. Pero aspira a mucho más. Entre sus compromisos está retirar para 2025 mil millones de plásticos problemáticos de los supermercados, sacar 250.000 camiones de la carretera y buscar soluciones para el embalaje difícil de reciclar.
En esa línea trabaja el gigante IKEA, que lleva décadas optimizando el embalaje de sus productos para reducir su impacto ambiental. En los últimos años ha reducido el uso de plásticos en un 50% y está trabajando en la búsqueda de envases más sostenibles a partir de nuevos materiales de origen vegetal. Por ejemplo, se ha marcado sustituir el poliestireno por envoltorios fabricados a base de hongos. Frente al plástico, permitirá reducir hasta el 90% en las emisiones de carbono y de la energía utilizada en su proceso de producción.
Otro ejemplo interesante es la sustitución de las anillas plásticas de los packs de cerveza y refrescos. Importantes compañías como Estrella Damm o Mahou San Miguel ya ofrecen latas unidas por anillas de cartón procedente de bosques sostenibles. Un cambio sencillo, práctico y muy útil para acabar con esas imágenes tan terribles de cigüeñas o tortugas enganchadas accidentalmente en las tiras de plástico.
También hay prototipos realmente curiosos, como la bolsa de papel que se convierte en una percha, perfecta para colgar en el armario la prenda que acabas de comprar. HM ya está valorando fabricarla.
Ciudadanía muy concienciada
No solo son objetivos empresariales. Una nueva generación de consumidores exige este cambio y cada vez da más importancia a las políticas sociales y medioambientales de los negocios en los que compra.
Aunque la pandemia ha generado nuevos hábitos, los consumidores han reforzado su apuesta por los envases sostenibles. Según una encuesta de Ipsos Mori y DS Smith, el 40% de los clientes digitales españoles quieren un embalaje 100% reciclable y están dispuestos a tomar medidas si no es así. De hecho, más de un tercio de los encuestados asegura haber dejado de comprar determinadas marcas porque su embalaje no era sostenible. También rechazan los excesos. El 85% de los entrevistados afirma que prefiere productos que utilicen el menor embalaje posible.
Una coalición empresarial muy interesante es la Sustainable Packaging Coalition, comprometida en promover el uso de envases sostenibles “que sean buenos para las personas y para el medio ambiente”. Están marcando una tendencia que es ya imparable.
Trabajando el eco diseño
Envases y embalajes suelen sufrir graves problemas de diseño ambiental. Se piensan para dar soluciones prácticas, efectivas y económicas al contenido que cuidan, pero hasta ahora no se solía tener en cuenta su reciclado, qué hacer con ellos una vez abrimos los paquetes y pasan a convertirse en desecho. Cuando el consumidor responsable los quiere depositar en el contenedor de reciclaje apropiado empiezan los problemas: plásticos pegados al cartón, papel con burbujas, incontrolables chips de relleno de poliestireno, ventanas de celofán en los sobres,…
Para mejorar estos diseños nació TheCircularLab, el primer centro de innovación abierta sobre economía circular y ecodiseño creado en Europa. Puesto en marcha en 2017 en Logroño (La Rioja), centra su actividad en el estudio, prueba y desarrollo de las mejores prácticas en el ámbito de los envases y su posterior reciclado. Allí se trabaja en el conocido como “envase del futuro”, aquel reutilizable y fácilmente reciclable.
Este curioso laboratorio riojano lo promueve Ecoembes, la organización encargada en España del reciclaje de los envases de plástico, latas y briks (contenedor amarillo) y los envases de cartón y papel (contenedor azul). Nace de una verdad incómoda que sus responsables no se cansan de repetir: “El mejor residuo es el que no se produce”. Parece imposible, pero hay que intentarlo. Para lograrlo persigue una reducción en el uso de materias primas no renovables en el embalaje y envasado con el objetivo de minimizar al máximo el impacto de su proceso de producción, transporte y reciclado posterior.
El ecodiseño contempla criterios de sostenibilidad, desde la concepción del producto o servicio hasta la eliminación del mismo. Trata así de disminuir el impacto ambiental durante todo su ciclo de vida, que igualmente se alarga al máximo. Gracias a este trabajo cada vez los envases están mejor “ecodiseñados”. Nosotros quizá no lo notemos mucho, pero en las plantas de reciclaje, y especialmente en la naturaleza, cada vez se nota más.
Felicidades, buen post! Un buen embalaje es aquel que consigue encontrar el equilibrio entre la función de protección del producto, el volumen del embalaje y el control de los costes, derivados de todo el proceso logístico. Si además lo hacemos sostenible, el embalaje es ideal.
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