Las algas podrían utilizarse como un elemento más para hacer neumáticos o como biocombustible. Algunas propuestas incluso ofrecen una doble solución ecológica: Además de reducir el uso del petróleo y de nuevos materiales, se aprovecharían unas algas que se convierten en un problema cuando proliferan en las costas. Un posible ejemplo más de economía circular, donde los residuos se convierten en recursos.
“Las algas podrían sustituir una parte de los ingredientes convencionales de los neumáticos”. Así lo señala Félix Carrasco, Catedrático de Ingeniería Química de la Universidad de Girona (UdG). Junto a un equipo de la Universidad de Roma Tor Vergata y la empresa internacional de neumáticos Trelleborg Wheel Systems, participaba en un proyecto de investigación para incorporar las algas verdes (en concreto de la familia Ulva) en la composición del caucho para neumáticos.
El profesor Carrasco explica las ventajas económicas y ambientales de este caucho reforzado con algas verdes: “se abaratan los costes de producción y, además, se revaloriza lo que puede considerarse un residuo, ya que estas algas verdes proliferan en algunas zonas y son un verdadero problema medioambiental”.
El problema de estas algas es que han supuesto el aumento de la eutrofización, de manera especialmente importante en el Mar Mediterráneo, pero también en el Mar Adriático y en otras partes de Europa, incluida la Costa de Bretaña. La eutrofización comienza cuando las aguas reciben vertidos que favorecen el crecimiento rápido de algas y otras plantas verdes. Con el paso del tiempo, las aguas se convierten en auténticos cenagales, lo que se traduce en una pérdida importante de la biodiversidad, es decir, del número y la variedad de seres vivos.
En concreto, las algas sustituirían la sílice amorfa (uno de los componentes convencionales que se utiliza actualmente en los procesos de fabricación de caucho para neumáticos). Tras realizar varias pruebas con distintas gomas y proporciones de algas, el equipo de Carrasco demostraba que es posible sustituir parcialmente esta sílice amorfa por polvo de algas verdes, sin comprometer las propiedades mecánicas y térmicas del caucho. De esta manera, se lograría un ahorro del 10% de sílice amorfa, además de los beneficios ambientales de valorizar dichas algas.
Los responsables de esta tecnología la han patentado, si bien no ha pasado de la fase de ensayo industrial. Se trata además de una investigación pionera, ya que según el científico de la UdG, “no tengo noticias de que se estén añadiendo otras materias residuales en la fabricación de neumáticos ni a nivel de investigación ni de producción industrial”.
Las algas podrían ser también parte del combustible de los vehículos en los próximos años. La idea no es nueva: Ya en 1978, en plena crisis del petróleo, se creaba en Estados Unidos el «Programa de Especies Acuáticas», al que se daba por concluido en 1996 ante los escasos resultados. Sin embargo, un petróleo cada vez más caro y escaso y el empuje a las energías renovables han despertado el interés por las algas. Entre sus ventajas, destaca que la productividad de las algas es mucho mayor que la de otros elementos vegetales utilizados convencionalmente para producir biocombustibles. Además, como las algas no se utilizan como alimento de manera generalizada, y pueden crecer en terrenos no destinados a cultivos agrícolas, no interfieren la producción alimentaria.
Algunos emprendedores conocidos, como Craig Venter, famoso al arrancar en 1999 su propio Proyecto Genoma Humano al margen del consorcio público, o Robert Metcalfe, padre de tecnologías básicas para el desarrollo de Internet, como la Ethernet o el Wifi, han invertido millones de dólares en este tipo de proyectos.
Asimismo, los productos derivados de las algas podrían tener más aplicaciones para industrias como la plástica, la farmacéutica o la alimentaria. Los expertos incluso afirman que estos procesos podrían trasladarse a las refinerías para reproducir los productos elaborados con petróleo, y reducir así nuestra actual dependencia hacia este combustible fósil, y sus negativas consecuencias para el medio ambiente y la salud.