Si quedarse en casa ha resultado ser la medida más efectiva para frenar la expansión del coronavirus en el mundo entero, la incineración de residuos a más de 1.000 grados de temperatura es la principal recomendación de las autoridades sanitarias para eliminar hasta el último rastro que pueda dejar el virus Covid-19 en tejidos, restos de alimentos o productos contaminados, evitando así un efecto rebote de consecuencias impredecibles.
El Ministerio de Sanidad emitía el pasado 19 de marzo instrucciones concretas para la gestión de residuos en la crisis sanitaria causada por el Covid-19. En ella, instaba a las comunidades autónomas a priorizar la incineración de los residuos procedentes de los hogares con positivos en coronavirus por encima de cualquier otra opción, prohibiendo “en cualquier caso” la apertura manual de estas bolsas de basura en instalaciones de recogida y tratamiento de residuos.
Evitar un nuevo foco de contagio
Desde entonces camiones de basura y plantas de tratamiento trabajan sin descanso las 24 horas del día durante los siete días de la semana para deshacerse de todos los residuos que hayan podido entrar en contacto con el coronavirus. Una labor silenciosa a ojos del ciudadano, pero sumamente importante, como reconoce Rafael Guinea, presidente de la Asociación de Empresas de Valorización Energética de Residuos Urbanos (Aeversu): “somos conscientes de que operamos un servicio público esencial para tratar todos los residuos que está generando la pandemia”.
Las 10 plantas de incineración que hay en España, 11 si incluimos la de Andorra, ya están preparadas para llevar a cabo esta misión. “Nuestro objetivo es destruir los residuos contaminados con el virus y evitar que se puedan convertir en otra fuente de contagio”, señala el presidente de Aeversu. “No hay Coronavirus que sobreviva a los 1.000 grados a los que les sometemos en estas plantas”, asegura de forma rotunda.
Valorización energética
En estos momentos las plantas incineradoras de toda España están recibiendo residuos procedentes de la fracción resto (basura normal) de domicilios y entornos relacionados con el Covid-19 para su destrucción. La gran mayoría de estas plantas incorpora un sistema de recuperación energética de residuos que puede proporcionar calor y electricidad baja en carbono a cientos de miles de hogares españoles durante la crisis sanitaria.
La Comunidad Valenciana ha sido una de las primeras regiones en poner en marcha las actuaciones necesarias para sacar el máximo rendimiento energético a los residuos domésticos procedentes del coronavirus. La única condición es que tengan un alto contenido en biomasa, es decir, sean ricos en materia orgánica y puedan ser útiles como combustible en procesos industriales o para la generación de energía eléctrica durante la presente emergencia sanitaria.
Esta medida, que no incumbe a los residuos sanitarios, afecta fundamentalmente a las plantas de tratamiento mecánico biológico en la Comunidad Valenciana y a las instalaciones de fabricación de cemento. Ambas serán las encargadas de la valorización energética de estos materiales no reciclables ni peligrosos con contenido en biomasa.
El potencial de las fábricas de cemento
En la Orden SND/271/2020 del Ministerio de Sanidad se indica que en el caso de que fuera necesario se podría requerir a las fábricas de cemento para que procedieran de manera eventual a la incineración de la fracción resto de los residuos contaminados con Covid-19 debido a sus características especiales: “Tenemos las temperaturas más altas de todas las instalaciones industriales, ninguna otra alcanza los 2.000 grados en su llama principal”, recuerda Dimas Vallina, director gerente de la Fundación Laboral del Cemento y el Medio Ambiente (CEMA).
Las fábricas de cemento se caracterizan por ser grandes consumidoras de energía, con una larga tradición en la valorización energética de residuos de alto poder calorífico. Un caso paradigmático son los neumáticos fuera de uso que están considerados como un combustible alternativo muy rentable y sostenible, ya que pueden reemplazar a otras materias primas de origen natural como el petróleo o el carbón. CEMA calcula que el 26 % de toda la energía obtenida en estás plantas de fabricación de cemento proviene actualmente de combustibles derivados de residuos.
Los residuos sanitarios de Madrid
La Comunidad de Madrid ha llegado aún más lejos en su particular lucha contra el coronavirus, al ser la primera región de España en autorizar la eliminación de residuos sanitarios en la planta de Valdemingómez de manera temporal ante el “incremento exponencial” de los desechos hospitalarios, según reconoce una nota de prensa del Gobierno madrileño.
El parque tecnológico de Valdemingómez, obligado por las circunstancias, viene a complementar el trabajo que realizan el resto de las plantas de tratamiento de residuos hospitalarios de la región. No en vano, la Comunidad de Madrid es la más castigada por la crisis del coronavirus en España: la región registró hasta el martes 5.371 muertes, 40.469 casos confirmados y 16.688 pacientes activos.
Los residuos en contacto con COVID-19 procedentes de hospitales, ambulancias, laboratorios, así como de aquellos derivados de la desinfección de instalaciones ( como guantes, mascarillas o batas) están considerados como “residuos infecciosos” y se gestionan como tales en todo el territorio nacional.