Uno de los productos textiles con mayor demanda de los últimos tiempos por parte de las nuevas generaciones es la piel vegana. A pesar de que esta alternativa a la piel de origen animal se vende como un producto responsable con el planeta, ¿es realmente así? A continuación, te desmontamos todos los mitos que circulan acerca de la posible sostenibilidad de las pieles veganas más populares del momento.
Poliuretano (PU)
Las primeras “pieles veganas” que comenzaron a comercializarse, se realizaron mediante variaciones de 2 tipos de plástico: PU y PVC. También conocido como plasticuero o vinilo, entre otros eufemismos, tanto el PU como el PVC son derivados de combustibles fósiles. Si bien es cierto que no tiene origen animal, estos materiales son de una calidad cuestionable lo que favorece que las empresas tengan que fabricar más productos debido a la necesidad de reemplazo. Además, los productos realizados con este material no son biodegradables por lo que quizá no sea la mejor manera de plantarle cara al problema de la contaminación textil.

Mylo: cuero de hongos
Utilizado por grandes marcas como Stella McCartney, Adidas o Ganni, Mylo es uno de los dos proveedores de cuero de hongos a nivel mundial. El micelio, una estructura que forma las raíces de las setas, utilizado para realizar este tipo de piel vegana, se cultiva en granjas verticales con energía renovable utilizando residuos procedentes de la agricultura. Una vez que el micelio llega a crear una sustancia con textura espumosa, se procesa y se corta en finas láminas con una textura similar a la del cuero. Posteriormente, pasa por otro tratamiento para imitar la apariencia del cuero, y finalmente se barniza con una sustancia con poliuretano como uno de sus componentes. ¿Y por qué un elemento tan contaminante como el poliuretano? El PU se necesita en este caso para dotar al calzado de propiedades como la flexibilidad, la durabilidad o la resistencia al agua.

Piñatex: cuero derivado de la piña
Utilizado por marcas más pequeñas, el Piñatex está formado por fibras de hoja de piña que se cultivan en granjas de Filipinas. Para conseguir un metro cuadrado de este material, hacen falta las hojas de 16 piñas, que puede parecer demasiado, pero teniendo en cuenta que es residuo, podríamos decir que es una buena vía de salida para conseguir un material textil responsable.
Para llegar al producto que ofrece Piñatex, las hojas de piña son procesadas mecánicamente para extraer fibras largas que se dejan secando al sol. Estas fibras son purificadas posteriormente utilizando un ácido poliláctico realizado a base de maíz, un tipo de bioplástico. Para finalizar, el tejido resultante se cubre con pigmentos y resinas a base de poliuretano.

Desserto: cuero de cactus
Utilizado por grandes grupos textiles como H&M, esta alternativa al cuero animal se realiza a partir de hojas de nopal, una variedad de cactus que pueden crecer sin utilizar productos químicos en un rancho de México. Una vez cortadas las hojas maduras, las limpian, las trituran, y las dejan secar al sol durante 3 días. La piel vegana resultante se consigue combinando hojas de cactus con proteína y un polímero líquido libre de tóxicos.
Desserto, la empresa que está detrás de la producción de este material, no ha querido revelar qué polímero utilizan para tratar su cuero vegano, un estudio realizado por el FILK Freiberg Institute en 2021 que investiga la presencia de químicos y plásticos en una variedad de pieles alternativas, confirma que Desserto contiene Poliuretano, y además, que encontró 5 sustancias químicas en la muestra testada.

¿Producción responsable, o greenwashing?
Estos son las principales alternativas a la piel tradicional, que, si bien es cierto que no contienen tejidos de origen animal, no podemos afirmar un nivel óptimo de responsabilidad con el medio ambiente.
Además, si echamos la vista atrás unos años, nos referíamos a la piel de plástico como “piel falsa”. Este término, en muchos casos se hace referir como “piel vegana” hoy en día, generalmente para dar una imagen de mejor calidad, proyectar unos valores o unas prácticas que probablemente a no se están llevando a cabo y ganarse a un mercado cada vez más en auge como es el del veganismo y las nuevas generaciones, más concienciadas con la sostenibilidad y el bienestar animal.