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Preguntamos a la inteligencia artificial: ¿Tiene futuro Doñana?

Doñana se enfrenta a un sombrío destino. Atrapado entre campos cultivados y urbanizaciones voraces, este espacio único ha sufrido la embestida del cambio climático, la sobreexplotación de acuíferos y la presión humana desenfrenada. Mientras expertos y conservacionistas claman por medidas urgentes, incluso la inteligencia artificial duda de un futuro optimista.

Hace años decías Doñana y se te llenaba la boca de flamencos, yeguas salvajes salpicando la marisma florida con amarillos ranúnculos, alcornoques centenarios sosteniendo pajareras donde criaban alborotadas garzas, espátulas, cigüeñas y alguna que otra águila imperial. Hoy dices Doñana y se te seca la boca y encoje el corazón. Pobre espacio natural, acorralado por los cultivos y las urbanizaciones, envenenado, desecado, reducido a triste reflejo de lo que durante miles de años fue la vivaz desembocadura del Guadalquivir en el Atlántico, ese lugar salvaje, ajeno al mundo urbano, refugio de vida y culturas ancestrales.

Cuanto más se habla de Doñana más cercano parece su final. Si tuviera una bola de cristal, y de verdad ese artilugio exotérico sirviera para adivinar el futuro, le preguntaría por Doñana. A falta de bruja vidente opto por la inteligencia artificial de Chat GPT, por si en su inmensa sabiduría digital atisba alguna posibilidad de salvación que los humanos no acertamos a discernir.

Tecleo: “¿Qué futuro le ves a Doñana?”. Pero ni siquiera el revolucionario modelo de lenguaje desarrollado por OpenAI se arriesga a mojarse en tan encharcado escenario, ahora más reseco que nunca. En su rápida respuesta reconoce que lo ve muy negro, si algo así es posible para un programa de ordenador, recordándome en cambio los muchos problemas que sufre el espacio natural. Cita especialmente la presión humana, el cambio climático, la contaminación y la sobreexplotación de los acuíferos.

En su opinión ¿de experto?, si se implementaran medidas efectivas de conservación, gestión sostenible y restauración ambiental, hay esperanza de que Doñana pueda salvarse y recuperarse. Avanza que algo así “requerirá esfuerzos coordinados a nivel local, nacional e internacional, junto con la participación activa de diversas partes interesadas, incluidos gobiernos, organizaciones de conservación, comunidades locales y el sector privado”.

Pero ahora viene lo peor. Afirma a renglón seguido nuestro supuestamente inteligente interlocutor que, si no se toman las medidas adecuadas, “el futuro de Doñana podría ser sombrío, con consecuencias graves para la biodiversidad, los servicios ecosistémicos y las comunidades que dependen de este invaluable entorno natural”. El palabro final, “invaluable”, me desconcierta por venir de una máquina que ha costado tantos cientos de millones de dólares. Le pregunto que de dónde se la ha sacado, qué quiere decir con eso. Incapaz de reconocer un error, el chisme explica que es un anglicismo rechazado por la Real Academia Española (RAE), ahí hemos pillado su origen californiano, pero que con él trata de expresar la misma idea que en inglés: “algo que es de un valor incalculable, inestimable o extremadamente valioso”.

Tanto el programa como yo estamos de acuerdo en que eso es Doñana, algo extremadamente valioso pero muy amenazado. Aunque para llegar a esta conclusión no había hecho falta preguntar al Gran Hermano digital, habría sido suficiente con escuchar a los científicos y asociaciones conservacionistas que llevan más de 50 años activando todas las alarmas, advirtiéndonos de que vamos de mal en peor y que, de seguir como hasta ahora, el simbólico espacio natural y su extraordinaria biodiversidad se van al carajo.

2023, año negro para Doñana

Chat GPT olvida en sus respuestas un reciente informe científico demoledor. Bajo el título «Estado de la biodiversidad en Doñana 2023», la Infraestructura Científica Técnica Singular – Reserva Biológica de Doñana (ICTS-Doñana), adscrita a la Estación Biológica de Doñana – CSIC, presenta los resultados del Programa de Seguimiento de Procesos Naturales llevado a cabo en el espacio natural. Dentro de este programa se recoge periódicamente información científica sobre el estado de conservación de Doñana.

Los resultados no pueden ser peores. 2023 fue un año muy seco y cálido para Doñana, “con la mayor temperatura media anual registrada en la serie histórica”. Además, la escasa inundación en marismas y lagunas ha traído consigo el número más bajo de aves acuáticas invernantes nunca antes registrado, responsable del declive de las poblaciones de aves acuáticas reproductoras, pero también de otras especies animales, especialmente anfibios y peces. La situación general también es mala para el conejo, del que dependen muchos carnívoros y aves rapaces.

Llueve menos, hace más calor que nunca y extraemos también más agua que nunca de los acuíferos. Con apenas 330,4 mm registrados, este último ciclo es el segundo con menor precipitación anual de la última década tras el de 2021-2022.

En cuanto a temperatura, Doñana vuelve a batir sus récords. El año pasado ya se alcanzó la máxima registrada en toda la serie histórica, mientras que este año se ha registrado la mayor temperatura media anual, que ha alcanzado los 19,3 ºC. El verano ha sido largo y caluroso, con 14 días con temperaturas superiores a 40 ºC.

Altas temperaturas y escasez de precipitaciones han tenido un gran efecto sobre el sistema de lagunas de Doñana, muy deteriorado también por la sobreexplotación del acuífero. Por ejemplo, la laguna de Santa Olalla, la más grande de Doñana, ha vuelto a secarse por completo a finales de agosto. Desde que se tienen registros, esta laguna nunca se había secado dos veranos seguidos, ni siquiera durante los periodos de sequía extrema de los años 90 ni de principios de los 2000.

Sin agua no hay patos, ni vida

Los técnicos del CSIC contabilizan mensualmente las aves acuáticas de Doñana mediante censos aéreos y terrestres desde el año 1973. En enero, el censo se realiza de manera simultánea en toda Europa como parte del Censo Internacional de Aves Acuáticas coordinado por Wetlands International. El número de individuos censados en este mes fue de 206.859, la décima peor cifra para estas fechas de toda la serie histórica, que abarca 60 años.

Son números algo superiores a los de enero del año anterior, pero se explican en gran medida por las precipitaciones caídas durante el mes de diciembre de 2022, que provocaron que la marisma presentara una lámina de agua somera que permitió a las aves asentarse en la zona ya en esas fechas. Aun así, el número de aves censadas supone tan solo una tercera parte de la invernada en un año bueno. Destaca la mala situación del ánsar común, especie emblemática en Doñana, que ha registrado este año la cifra más baja de su historia con tan solo 9.588 ejemplares, cuando sus números habituales solían encontrarse entre los 40.000-50.000 ejemplares.

En general, explica el informe del CSIC, la reproducción de aves acuáticas ha sido mala, ya que la superficie inundada en primavera ha sido escasa y se ha limitado, en su mayoría, a zonas inundadas de forma artificial o con influencia mareal. El 68 % de las especies que crían en Doñana tienen una tendencia poblacional negativa si se toman como referencia las últimas dos décadas. Esta cifra aumenta al 79 % si se calcula la tendencia para los últimos diez años.

En el caso de las rapaces, el milano real invernante sigue presentando un declive importante, con un censo de tan solo 120 ejemplares. El aguilucho lagunero occidental no ha llegado a reproducirse este año y su población invernante ha sido de 213 individuos, el valor más bajo de toda la serie histórica. Otro ejemplo sería el halcón peregrino, cuya población sigue también una tendencia negativa y del que este año solo se han contabilizado tres parejas.

Durante 2023 no han llegado a reproducirse en Doñana especies en peligro hasta ahora habituales del espacio como el avetoro, el fumarel común, el avetorillo, la garza imperial, el zampullín cuellinegro o el charrancito común.

“En la actualidad, Doñana y su entorno se adentran en territorio desconocido al atravesar, después de 12 años, el ciclo seco más largo de su historia, caracterizado por lluvias escasas, temperaturas más altas y primaveras más cortas”, advierte Carlos Davila, responsable de la Oficina Técnica de SEO/BirdLife en Doñana. Esta grave situación multiplica sus efectos negativos sobre los ecosistemas porque el acuífero se encuentra sobreexplotado a causa de la intensificación agrícola y los modelos turísticos basados en la masificación estacional. Además, recuerda Davila, “algunas masas de agua se encuentran contaminadas por los vertidos de nutrientes de origen agrícola y la deficiente depuración de aguas residuales”.

¿El futuro? Ni la inteligencia artificial es capaz de imaginarlo optimista.

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