Si bien la mayoría de las personas son conscientes de la cantidad de desechos que arrojan al cubo de basura cotidianamente o la cantidad de envases que pasan por sus manos cada día, pocas son conscientes de los residuos generados a lo largo del proceso de fabricación de un producto.
¿Sabías que para fabricar un teléfono móvil, que tan solo pesa 200 gramos y se vende en una pequeña caja de cartón, se producen 86 kilogramos de desperdicio? ¿Sabías que un pantalón vaquero tiene una huella de residuos de 25 kilos frente a los 17 de una camiseta y un pantalón de deporte de poliéster o los 12 de un par de zapatos de cuero? Un nuevo término nos ayuda a visibilizar la gran cantidad de residuos que generamos durante la producción de los bienes de consumo, se denomina ‘residuos invisibles’ y hace referencia a los cientos de miles de toneladas de desperdicios que arrojamos a la basura sin darnos cuenta.
Y es que salvo los residuos que se generan en el entorno doméstico (cuando el usuario decide desprenderse de un determinado producto), los verdaderos desperdicios se producen durante la fabricación de los productos en sí. Una gran parte de estos desechos invisibles no se pueden reciclar y terminan en vertederos e incineradoras. A través de la huella de los residuos, a día de hoy podemos saber cuál es el desperdicio real de los productos que consumimos y tomar conciencia de este problema ambiental de grandes dimensiones.
¿Cuál es la huella de residuos?
El primer intento para medir la huella de los residuos lo encontramos en el año 2015, cuando la asociación sueca de gestión y reciclaje de residuos, Avfall Sverige, desarrolla un sistema de cálculo que permite calibrar la huella de residuos de algunos de los productos que forman parte de nuestra vida cotidiana: un ordenador portátil, un litro de leche, un pantalón vaquero, un par de zapatos de cuero o un litro de carne, entre otros.
El objetivo de esta novedosa herramienta no es otro que mejorar la comprensión y la conciencia de los consumidores sobre el total de residuos generados a lo largo del proceso de producción de bienes y servicios. “Los consumidores tienen dificultades para comprender el impacto real de sus compras sobre el medio ambiente, ya que sólo son conscientes de los residuos generados en el hogar”, aseguran los autores del estudio en el resumen ejecutivo. “Sin información completa sobre los impactos del ciclo de vida de los productos, los consumidores no pueden adoptar conductas sostenibles consistentes”.
El estudio, disponible ahora en inglés, arroja datos sorprendentes para la reflexión. Entre otros, revela que los productos electrónicos tienen una mayor huella de residuos por kg/producto que la ropa, el calzado o la alimentación. También pone de manifiesto que un kilogramo de ternera genera más residuos (4 kg.) que un kilo de carne de pollo (860 gramos) o que un litro de leche tiene una huella de residuos relativamente baja (97 gramos), pero aumenta alrededor del 10 por ciento cuando se le añade el embalaje (9 gramos). Además, confirma que producir proteínas animales requiere más energía –y tierra y agua– que producir proteínas vegetales. “Se necesita aproximadamente 25 veces más energía para producir una caloría de carne que para producir una caloría de maíz”.
Los residuos invisibles
En la actualidad, la huella ecológica de los residuos, y más concretamente el término de ‘residuos invisibles’, se utiliza para llamar la atención sobre la ingente cantidad de basuras que generamos año tras año, invitándonos a reflexionar sobre nuestra responsabilidad como consumidores: ¿Hasta qué punto somos conscientes del impacto que tiene la fabricación de productos de consumo en el planeta? ¿Conocemos cuál es su huella de residuos de los productos que consumimos? ¿Y la huella de carbono o hídrica de estos productos? ¿Cuánto estamos dispuestos a pagar para compensar el daño medioambiental de nuestros consumos?
En la última edición de la Semana Europea para la Prevención de Residuos (EWWR en sus siglas en inglés) los organizadores de este conocido evento de sensibilización ambiental lanzaron una campaña de comunicación basada en los residuos invisibles, encaminada a crear conciencia sobre la enorme cantidad de residuos que pasan desapercibidos a nuestro radar. “Queremos retar al ciudadano a informarse. Necesitamos visibilizar este problema medioambiental para que los consumidores puedan tomar decisiones de compra conforme a los hechos objetivos”, aseguraban desde la EWWR.
¿Qué puedo hacer al respecto?
El concepto de los residuos invisibles viene a incidir en la necesidad de actuar, tomando como punto de referencia el principio de las tres erres (reducir–reutilizar–reciclar) y que ¡el mejor residuo siempre es aquel que no se produce!.
La EWWR advierte que tanto los consumidores como los productores y los responsables públicos podemos contribuir a reducir los residuos invisibles, prolongando la vida útil de los productos, reutilizándolos y reparándolos, comprando de segunda mano, alquilando y compartiendo productos en lugar de poseerlos, obteniendo una etiqueta ecológica o sumándonos a la Responsabilidad Ampliada del Productor a quien la ley obliga a la prevención y la gestión de los residuos.
También nos recuerda que para una producción y consumo sostenibles, los productos deben tener una vida útil más larga, ser más fáciles de reparar y reciclar: “el aumento de la vida útil de los productos reduce la necesidad de producir nuevas unidades y, en consecuencia, la cantidad de residuos durante la fabricación”.