Se calcula que más de 150.000 árboles de la ciudad de Madrid han resultado dañados a consecuencia de los terribles efectos del violento temporal invernal, por culpa del peso del hielo y la nieve acumulada en sus ramas. Parecidos estragos han sufrido capitales como Toledo o Albacete. Según los expertos, la actual crisis climática provocará un aumento de este tipo de episodios extremos (vientos huracanados, sequías, plagas) que obligará a replantearse la gestión de las masas arbóreas de las ciudades.
El trabajo es hercúleo. Como si de una desigual batalla contra los elementos se tratara, hay que retirar a los caídos, curar a los heridos y reforzar el ejército de árboles con nuevos reclutas capaces de mantener unos espacios callejeros lo más naturalizados posibles, base fundamental para sentirnos mejor (que con la que está cayendo falta nos hace). El problema son los tiempos. Y los dineros, claro.
Las personas lo sabemos, pero quizá muchos políticos lo desconocen: los árboles no son farolas. No se compran por miles, todos del mismo modelo/especie y se atornillan en el pavimento. Hace falta planificación profesional, pero ante todo mucha paciencia. Para que un árbol nos de buena sombra se necesitan al menos 20 años de cuidados.
Analizamos a continuación las cinco acciones más importantes que deberían desarrollarse en la ciudades para recuperarse de la catástrofe de Filomena y prepararse para las que están por venir.
1. Cirugía de urgencia
La seguridad es lo primero. Resulta fundamental eliminar cuanto antes cualquier tipo de riesgo de caída de ramas o vuelco de árboles. Un trabajo mucho más complejo de lo que parece y para el que es necesario contar con expertos profesionales. Aparte de los daños visibles, es necesario detectar riesgos futuros como grietas y desgarros, e incluso desequilibrios en la arquitectura natural de cada ejemplar. Como recomienda la Asociación Española de Arboricultura (AEA), tras esta intervención de urgencia, más tarde habrá que llevar a cabo diversas actuaciones individualizadas de limpieza, formación, cirugía y seguridad para mejorar las podas realizadas o atenuar heridas.
2. Mejor gestión forestal
Otra prioridad es conservar lo que ha quedado en pie, que es mucho. La certificación forestal FSC es una excelente herramienta para lograrlo, incluso en los parques urbanos. Apoyándose en la experiencia portuguesa del lisboeta Parque Forestal de Monsanto o el Paisaje Cultural de Sintra, la implantación de estándares de gestión sostenible en bosques urbanos como la Casa de Campo de Madrid permitiría adaptar ese gran espacio forestal (más de 1.700 hectáreas) a los efectos climáticos extremos.
“La certificación según nuestros estándares de grandes parques reforzaría la planificación con criterios científicos de un arbolado cada vez más afectado por el cambio climático y cada vez más necesario para garantizar una buena calidad de vida a sus ciudadanos”, asegura Gonzalo Anguita, director ejecutivo de FSC España.
3. Más reforestaciones
Hay que recuperar lo perdido y, en lo posible, aumentarlo. Pero no vale plantar cualquier tipo de árbol. Cada especie requiere de unos cuidados diferentes y está adaptada a unos ambientes y espacios distintos.
SEO/BirdLife propone trabajar en una estrategia de nuevas plantaciones. Esto significa que habría que sustituir especies, si fuera necesario, para crear una infraestructura ecológica más resiliente, con el árbol como elemento vertebrador del ecosistema urbano. “Es importante incrementar y diversificar el arbolado viario, dando prioridad a las especies autóctonas, más adaptadas a las condiciones locales y que incrementan además los recursos disponibles para la avifauna”, ha destacado Ignacio Fernández-Calvo, especialista de SEO/BirdLife en jardinería urbana y biodiversidad.
Planificar una variada cobertura vegetal autóctona permitiría proteger y potenciar la biodiversidad más cercana, reduciendo de paso la carga de polen alergénico y mejorando el aspecto paisajístico de nuestras calles.
4. Limpiezas para evitar incendios
Filomena no solo ha sido una calamidad ambiental para las ciudades. También ha afectado gravemente a los bosques naturales de todo el centro peninsular. Allí también habrá que trabajar mucho.
“La prioridad es limpiar las pistas para poder transitar y facilitar la prevención y defensa contra incendios forestales. En los bosques en los que se pueda entrar habrá que retirar cientos de árboles muertos y, si es posible, sacar la madera para evitar también la proliferación de plagas forestales”, explica José González Granados, decano del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Forestales.
El elevado número de árboles, tronchados o tumbados y su amontonamiento en algunos puntos puede aumentar peligrosamente la combustibilidad de los bosques. También aumenta el riesgo de convertirse en foco de plagas forestales. Por este motivo, los ingenieros forestales proponen que los montes y las masas forestales arboladas afectadas por la borrasca Filomena sean declarados Zona de Actuación Urgente y se disponga del presupuesto suficiente para realizar las actuaciones necesarias lo antes posible.
5. ¿Tirantes japoneses de protección?
Pensando en proteger en el futuro algunos árboles monumentales de Madrid tan inmensos e históricos como el famoso ciprés calvo de El Retiro o el almez centenario del Museo del Pardo, algunos han propuesto copiar a los japoneses. En concreto, se sugiere probar con ellos el arte del Yukitsuri, una vistosa técnica de la cultura jardinera nipona.
Consiste en proteger cada árbol con unos inmensos tirantes, cónicas estructuras de bambú y cuerdas a modo de cabestrillos que rodean sus copas para aliviar a las ramas del peso de la acumulación de la nieve. Dependiendo de su tamaño y frondosidad, algunos llegan a necesitar más de 800 de este tipo de tirantes, un número que impide generalizar la técnica.
Especies habituales de los jardines españoles como el cedro del Himalaya (Cedrus deodara) no lo necesitarían. Sus ramas tienen los extremos inclinados hacia abajo y están dotadas de una gran flexibilidad, lo que les permite doblarse sin daño, aliviándose por gravedad del excesivo peso de nieve.
Chopos, sauces, plátanos, hayas y otros árboles de hoja caduca esquivan este problema desnudándose en otoño, reduciendo así la posibilidad de acumulaciones del indeseable meteoro.
Se llama naturaleza y tiene respuestas para todo, aunque a un ritmo que los impacientes humanos no acabamos de aceptar.