Con 20 años de experiencia como educadora e intérprete ambiental, Miriam Leirós es maestra de Primaria del Centro de Educación Infantil Antonio Palacios de Porriño (Pontevedra), una pequeña población cercana a Vigo. Coordinadora del colectivo Teachers for Future en España. Miriam es una de las caras más visibles de este grupo de profesoras y profesores preocupados por el estado de emergencia climática que sufrimos. Desarrollan acciones para mejorar la gestión ambiental de los centros escolares, promueven la educación ambiental y favorecen el contacto con la naturaleza de la comunidad educativa, todo de manera desinteresada. Son responsables de una revolución verde, silenciosa pero muy potente, que está cambiando nuestra manera de relacionarnos con el entorno gracias a esa arma cargada de futuro llamada educación en valores.
Hablemos de consumo y especialmente de alimentación. ¿Qué comen nuestros hijos y qué deberían comer?
Los comedores escolares no es un tema menor. Es cierto que los menús se elaboran a partir de los informes de nutricionistas profesionales y aparentemente son saludables, pero muchas veces hay alimentos ultraprocesados; todo lo que tenga la etiqueta de ingredientes ya quiere decir que no es la materia prima en sí misma.
Nosotros apoyamos la campaña eco-comedores, que promueve el consumo de comida de temporada. Esto de que existe todo de todo durante todo el año tiene un coste ecológico importantísimo. Tener fresas en las tiendas en enero no es natural. Apoyamos el consumo de productos de temporada, ecológicos y siempre producto local para que sea comida de kilómetro cero. No tiene sentido incorporar a los platos unas verduras que vienen de Perú porque es allí la estación de calor. Tampoco tienen la salubridad necesaria porque fueron sacadas de la tierra antes de su maduración, sin los nutrientes óptimos que los humanos necesitamos. Al hacer la compra tenemos que dedicar un poco más de tiempo y estar con mucho más ojo. La alimentación repercute directamente en nuestra salud.
¿Sabemos educar a nuestros hijos e hijas en una alimentación saludable?
Caemos en la trampa de la publicidad. Es cierto que hay una falta de concienciación en cuanto a invertir más en nuestra comida. Una cosa que estamos encontrando entre nuestros niños y niñas es que han perdido la memoria gustativa, nunca han probado tomates que sepan a tomate. Sí que es cierto que hay gente más adulta que cuando prueba un tomate ecológico o de casa decimos que sabe a tomate de verdad, pero esta conciencia del sabor muchos niños la han perdido. Relacionan el sabor de la fresa con un yogur de fresa, pero no tienen nada que ver con un sabor creado artificialmente.
La falta de conciliación de la vida familiar nos puede llevar a buscar unos productos de consumo más rápidos. Y luego está esa falta de concienciación respecto a que consideramos la comida como algo menor, cuando en realidad es la base de nuestra salud.
Debería de haber más ayudas por parte de los gobiernos para que todos estos productos ecológicos tuvieran un precio más asequible. No puede haber alimentos de primera y de segunda. Entiendo que todos queremos comer el pollo con las menos hormonas y antibióticos posibles y eso tiene un coste para el productor, pero habrá que hacer una política ambiental que llegue también a los mercados del usuario final.
El consumo de carne está detrás de los grandes desastres ambientales del planeta.
Relacionamos el ocio infantil con las cadenas de comida rápida que ofrecen carne en hamburguesas asociadas a juguetes, y los niños entran en esa dinámica carnívora. No se trata de optar por el vegetarianismo, pero sí que es cierto que tenemos un consumo abusivo de carne. Hace ya varios años que la OMS dice que el consumo de carne roja más allá de las proporciones adecuadas es contraproducente para la propia salud, pero es una noticia que fue silenciada porque a las grandes empresas cárnicas no les interesa que esto se conozca. Si encima alguien ha visitado alguna vez una granja de carne de vacas o de leche se le caerá el alma a los pies, como me pasó a mí, al ver las condiciones en las que están estos animales. Son macrogranjas productoras de grandes cantidades de metano, uno de los gases responsables del efecto invernadero. Pero luego no somos capaces de relacionar una hamburguesa con el cambio climático.
Cuéntanos en qué consiste vuestro proyecto Recreo Residuos Cero.
La sostenibilidad ambiental se basa en tres erres, pero el reciclaje es la última, la que ya no tiene solución. La R fundamental es la primera, la de reducción. Y luego la de reutilización. Hubo un momento en el que los centros escolares eran una auténtica colección de contenedores. Llegamos a la conclusión de que el mejor residuo es el que no se produce. Las meriendas que traen los alumnos y alumnas a los centros con mayor cantidad de residuos son precisamente las menos saludables, la bollería industrial, los zumos que no son zumos. Esta campaña es tan fácil como cambiar la bollería industrial y todos estos productos envasados individualmente y volver al tupper, a la fiambrera, donde tienes la fruta, el bocata, y en lugar de la botella de plástico una cantimplora.
Estamos muy contentos con este programa porque ha tenido muy buena aceptación. Se han inscrito muchísimos colegios. Y lo más importante no es solo la reducción del residuo, que es fundamental. El camión que recoge estos residuos que nosotros separamos también emite CO2. Si nosotros producimos menos, el camión de la basura tendrá que venir menos veces. La reducción de residuos debería de ser un objetivo muy importante.
Pero también estamos trabajando con las familias para que a la hora de hacer la compra vayan pensando en no incluir estos alimentos industriales y de embalajes de un solo uso que acaban siendo un residuo que la mayor parte de las veces no son ni tan siquiera reciclables.
Queremos comprar mejor, pero muchas veces no tenemos tiempo.
Debemos tener en cuenta la solidaridad asincrónica. Ya no es solo que el problema lo tengamos ahora, que evidentemente tenemos un problemón que ya no es solo de medio ambiente, pues repercute también socialmente agudizando las diferencias entre las clases como ha pasado ahora en la pandemia. Las crisis no afectan igual a todos. Pero debemos pensar en el futuro que les dejamos a los que vienen detrás, a nuestras hijas e hijos, cómo seremos capaces de mirarlos a la cara porque no podíamos pararnos 10 minutos más para elegir un producto mejor.
El consumidor suele hacer un consumo prácticamente idéntico de los mismos productos. Quizá debes de hacer un esfuerzo la primera vez que te preocupas por elegir uno que tenga una menor huella ambiental, pero después mecanizas esas compras. Y esto es fundamental, porque la ecología también empieza en la cesta de la compra.
Los profesores y profesoras os pasáis la vida pidiendo plastilinas, rotuladores… al final obligáis a un gasto tremendo de productos de usar y tirar.
La autocrítica es una herramienta fantástica. En Teachers for Future Spain tenemos un documento que se llama ecoauditoría para que tratemos de tomar conciencia respecto a la cantidad de problemas que tenemos en los centros escolares. No podemos estar hablando de cambio climático o de los problemas de los plásticos y luego mandar comprar a los alumnos goma eva “Brilli Mary” que son microplásticos que acaban en los pescados que nos comemos. O un montón de cartulinas de charol y de plástico que las niñas y niños están manipulando constantemente, cuando podemos emplear muchos de esos materiales y cajas usadas que tenemos en casa. No podemos estar hablando de cambio climático y estar calentándonos con una calefacción de gasoil o consumiendo un montón de tóner, o no teniendo en cuenta si los rotuladores son rellenables o de usar y tirar. Este documento también está hecho para que el alumnado tome conciencia, revisando todo lo que se está haciendo bien o lo que tenemos que mejorar.
Pero no todos podemos hacer un cambio radical de sostenibilidad. No se trata de mortificarnos cada día que se nos olvida la bolsa de tela en casa. Se trata de ir incorporando pequeños cambios y darnos cuenta de que todo lo que hacemos deja una huella positiva o negativa.
También los centros tienen que entrar en esta dinámica y hacer esta autoevaluación de cómo están funcionando, promoviendo por ejemplo los bancos de materiales. ¿Por qué no se cede lo que ya no se utiliza? Pero parece que tomar algo prestado y luego devolverlo está asociado a no tener poder adquisitivo, cuando de lo que se trata es de compartir. Tenemos que volver a aprender a colaborar.
Apoyáis la iniciativa liderada por Francesco Tonucci de promover que los niños y niñas vayan caminando al cole.
Es aberrante la cantidad de contaminación a la que sometemos a nuestros hijos e hijas. Si lo supiéramos no utilizaríamos tanto el coche, pues resulta insostenible e insalubre. Los caminos escolares seguros son una buena herramienta. Comprendo que pueda haber reticencia a que nuestras hijas e hijos vayan caminando hasta el centro escolar por que las noticias cada vez más sensacionalistas nos llevan a vivir en una actualidad de miedo permanente, pero si los ayuntamientos tomaran partido y se ocupasen de trazar una serie de rutas seguras para llegar al centro caminando o en bici, y pudieran poner una serie de personas, o contar con los vecinos o con el comercio local que nos permitiera hacer cómplices a toda la red social, el camino escolar seguro nos enriquecería muchísimo.
Muchas veces las distancias no son tantas como para tener que coger el coche o el autobús, pero volvemos a caer en la necesidad de concienciación y de colaboración. Qué mejor manera para luchar contra el cambio climático, mejorar nuestra salud y potenciar esta movilidad sostenible que promover lo que nosotros llamamos “colecaminos”.
Las ciudades se han diseñado para hombres jóvenes con coche y profesión liberal. Hemos olvidado los espacios públicos y a los niños.
Estoy totalmente de acuerdo. Las ciudades están pensadas para hombres de cochazo y maletín, hemos perdido el concepto del espacio público. Hay que reivindicar el derecho a poder estar en una plaza en las mejores condiciones posibles; quiero que haya árboles y poder juntarme allí con mis vecinos como lo hacían nuestros abuelos. Tenemos que reclamar el derecho a disfrutar de un espacio público confortable donde poder evitar la tiranía del reloj.
Pero luego durante el confinamiento se cerraron los parques y los primeros permisos que se dieron para salir con niños fue para ir a los supermercados. Nos olvidamos de cosas tan fundamentales como que necesitan jugar, moverse, ensuciarse. Por no hablar de las consecuencias que esta falta ejercicio tiene en su salud.
Pero luego durante el confinamiento se cerraron los parques y los primeros permisos que se dieron para salir con niños fue para ir a los supermercados. Nos olvidamos de cosas tan fundamentales como que necesitan jugar, moverse, ensuciarse. Por no hablar de las consecuencias que esta falta ejercicio tiene en su salud.
¿Cómo está influyendo en el alumnado las nuevas tecnologías y la educación online?
Que tenga una buena competencia digital es necesario y es verdad que con la pandemia nos ha permitido continuar con las clases de mejor o peor manera. Pero en ciertos niveles como Primaria la presencialidad es insustituible
Estamos cayendo del uso al abuso de lo digital, olvidando que también contamina con ese consumo eléctrico y esos servidores donde se aloja toda la información, o el litio y el coltán. Hemos pasado de la cultura extractivista del petróleo a la cultura extractivista de las tierras raras manteniendo la bandera de que es más ecológico, cuando realmente no lo es.
Debemos promover un uso racional de estas tecnologías, pero no podemos vivir de espaldas a la naturaleza resguardados detrás de las pantallas. Primero, porque el aprendizaje vivencial es el que queda. Y segundo, porque la bandera del ecologismo en este caso es una falsa bandera.