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Tecnología para una movilidad sostenible

En general, cuando alguien escucha el término movilidad sostenible lo identifica con restricciones al tráfico y, aunque es cierto que es una de las estrategias más utilizadas en cualquier gran ciudad, la realidad es que hay otros muchos aspectos que se incluyen en él y que, de forma recurrente, se suelen pasar por alto. En este sentido, la tecnología juega un papel esencial a la hora de que las emisiones procedentes de los vehículos de combustión sean cada vez menos.

Uno de los principales retos en materia de sostenibilidad es reducir el impacto que los vehículos de combustión tienen en el medioambiente. Se trata de un problema que afecta principalmente a las grandes ciudades aunque, como veremos un poco más adelante, implementar una estrategia de movilidad sostenible también debería incluir a las zonas rurales o áreas más despobladas.

En general, cuando alguien escucha el término movilidad sostenible lo identifica con restricciones al tráfico y, aunque es cierto que es una de las estrategias más utilizadas en cualquier gran ciudad, la realidad es que hay otros muchos aspectos que se incluyen en él y que, de forma recurrente, se suelen pasar por alto. En este sentido, la tecnología juega un papel esencial a la hora de que las emisiones procedentes de los vehículos de combustión sean cada vez menos.

Con el coche eléctrico no basta

Uno de los elementos en los que más han incidido los gobiernos y las entidades locales para reducir las emisiones que se producen en las ciudades es fomentar la adquisición y el uso del coche eléctrico. Sin embargo, como ya hemos comentado en algún que otro artículo de este blog, este tipo de vehículos no es la panacea de la sostenibilidad. Fundamentalmente por dos motivos: es imposible tener el mismo parque automovilístico que existe en la actualidad con coches eléctricos porque no hay capacidad para fabricar los millones de baterías que se necesitarían para cambiar unos por otros. Además, fabricar semejante cantidad supondría un impacto ambiental mucho mayor sobre todo, a la hora de reciclar todas aquellas que han agotado su vida útil.

Por otro lado, el coche eléctrico es cierto que no emite gases, pero para cargar su batería necesita una toma de corriente. En nuestro país, el 42% de la energía eléctrica que consumimos proviene de fuentes renovables (se espera alcanzar el 50% en 2023). Es decir, la mayoría proviene de energías que no lo son y eso, a pesar de que somos una de las naciones más avanzadas. Pero en lo que se refiere a todo el mundo, la realidad es que el carbón sigue siendo la fuente de energía más importante y el pódium lo completan el petróleo y el gas. Así que lo que dejamos de emitir por una parte, lo suplimos por la otra.

En realidad, el avance hacia un mundo más sostenible sólo es posible cambiando de forma radical la economía. ¿Estamos dispuestos a cambiar un modelo de consumo irracional y de producción intensiva por mejorar la salud del planeta? ¿Queremos dejar de viajar? ¿Renunciaríamos a tener moto o coche propio para viajar en metro o autobús en nuestros trayectos cotidianos? ¿Dejaríamos de comprar ropa, móviles o cualquier otro artículo sólo por capricho?

Como la respuesta a todas estas preguntas parecen una negativa en toda regla (sólo hay que fijarse en las conclusiones de la última cumbre del clima), la implementación de medidas para paliar los efectos del cambio climático son esenciales, aunque lo único que conseguirán serán alargar la agonía del planeta.

Tecnología para favorecer la movilidad sostenible

A la espera de políticas más valientes, la tecnología desempeña uno de los pilares sobre los que debe sostenerse la estrategia de movilidad sostenible. Restringir el acceso de vehículos contaminantes al centro de la ciudad puede ser una medida inicial, pero las políticas más efectivas se tienen que abordar desde múltiples ángulos. La expansión de infraestructuras de carga o la promoción activa de la movilidad compartida que haga más rentable el uso del transporte público frente al vehículo privado parece una medida más sostenible que fomentar la adquisición de coches eléctricos para uso particular. Aquí hay dos frentes fundamentales para que tenga éxito esta estrategia: que el coste para el usuario sea muy bajo y que las líneas de metro, autobús y tranvía lleguen a cualquier punto de una ciudad y de forma rápida: si el coste es bajo y el trayecto en transporte público es menor que en vehículo privado, el usuario optará fundamentalmente por este modelo de transporte.

Una tecnología para buscar esa eficiencia y que consiga una movilidad sostenible es la Inteligencia Artificial (IA). La gran ventaja de la IA es su capacidad para procesar grandes cantidades de datos, aprender patrones y tomar decisiones en tiempo real.

Un área donde la IA destaca es en la gestión del tráfico. Singapur es uno de los ejemplos más claros. Gracias al uso de algoritmos de aprendizaje automático y la instalación de múltiples sensores a lo largo de toda la urbe se analizan patrones de tráfico históricos y en tiempo real para predecir congestiones y proponer rutas alternativas. Con ello se mejora la eficiencia del tráfico y se reducen las emisiones al minimizar los períodos de inactividad de los vehículos.

La planificación urbana también se empieza a beneficiar del uso de la inteligencia artificial. Los algoritmos pueden analizar datos demográficos, patrones de uso del suelo y preferencias de movilidad para mejorar los nuevos desarrollos urbanos. Asimismo, se está empleando para el desarrollo de nuevas rutas de transporte público o mejorar y hacer más eficientes las que ya están en uso. El objetivo es crear una red mucho más inteligente para que los tiempos de desplazamiento de los usuarios se reduzcan de forma significativa. De esta forma, la ciudad se vuelve más compacta y los habitantes acaban optando por el uso del transporte público.

Internet de las Cosas

Más allá de la IA, existen otras tecnologías que ya se están utilizando para hacer realidad la movilidad sostenible. La más importante es el IoT o Internet de las Cosas que se integran dentro de la infraestructura viaria. Con el uso de sensores y dispositivos conectados las ciudades tienen la capacidad de monitorear en tiempo real el estado de las carreteras y otros elementos clave de la infraestructura. Con toda la información que recopilan estos sensores se pueden prevenir problemas antes de que se conviertan en emergencias lo que permite, no sólo mejorar el tráfico, sino también un mantenimiento más eficiente de las carreteras.

Un ejemplo de uso son los semáforos inteligentes. Su empleo permite optimizar el movimiento de vehículos en las carreteras ya que son capaces de adaptarse de forma dinámica a las condiciones del tráfico, lo que reduce los tiempos de espera en los semáforos y mejora la fluidez del tráfico. Con ello se minimizan los embotellamientos, se reduce la emisión de gases de efecto invernadero y se mejora la eficiencia del transporte. Otro campo en el que se emplea IoT, es en la gestión de aparcamientos. Los sistemas de gestión de estacionamiento inteligente utilizan sensores y aplicaciones móviles para proporcionar información en tiempo real sobre la disponibilidad de espacios de estacionamiento con ello se reduce el tiempo que los conductores pasan buscando estacionamiento.

Más allá de la ciudad. El pueblo también existe

Aunque los principales retos para conseguir una movilidad sostenible se centran de forma mayoritaria en las ciudades, las zonas más despobladas, también pueden apostar por una movilidad más sostenible. En las áreas rurales, la conectividad y la accesibilidad a menudo son obstáculos significativos. Por eso, las soluciones de movilidad cobran especial importancia. La implementación de servicios de transporte bajo demanda a través de aplicaciones móviles en áreas rurales puede ofrecer flexibilidad y accesibilidad, reduciendo la dependencia de la propiedad de vehículos individuales.

Pero es en el área de la logística donde parece que se van a producir más innovaciones en el ámbito rural y de las zonas menos pobladas. En este caso, el desarrollo de vehículos autónomos que, respaldados por algoritmos de inteligencia artificial, puede hacer que, de forma automática, desarrollen la ruta más eficiente para la entrega de bienes y servicios en áreas rurales.

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