La crisis de la Covid-19 ha cambiado nuestra manera de relacionarnos e incluso de entender el trabajo, rompiendo viejas costumbres en el mercado laboral que hace tan solo unos meses parecían imposibles de modificar. Durante la pandemia, el teletrabajo ha pasado de ser una opción residual en las sociedades más avanzadas (utilizada únicamente por el 5 % de los europeos) a convertirse en una práctica habitual para un gran número de empresas y empleados en todo el mundo.
El repentino aumento del teletrabajo, primero durante el confinamiento y después debido al elevado riesgo de contagio, ha demostrado que muchos trabajos que antes se realizaban desde la oficina se podrían desempeñar casi con total normalidad sin salir de casa, abriendo un nuevo marco de oportunidades para las empresas, los trabajadores y el medio ambiente.
El teletrabajo permite reducir los costes asociados al transporte, la oficina o la productividad, así como una mayor flexibilidad horaria o una mejor conciliación entre la vida familiar y profesional de los trabajadores. Pero no solo eso, también aporta indudables beneficios para la sociedad (menos accidentes itíneres) o para el planeta a través de la mejora la calidad del aire y la movilidad en las grandes ciudades.

Según un estudio realizado por el Instituto de Estudios Futuros y Evaluación de Tecnología (IZT), si teletrabajaran de forma permanente un mayor número de personas en el mundo se lograría ahorrar la emisión de grandes cantidades de CO₂ a la atmósfera. Estas nuevas rutinas contribuirían, además, a reducir las emisiones globales de efecto invernadero y cumplir con los Acuerdos de París para la protección del clima.
El estudio, encargado por la organización ecologista Greenpeace, se plantea qué pasaría si el teletrabajo se convirtiera en una costumbre y empezara a formar parte de nuestras vidas de ahora en adelante. Para ello, coge como modelo de referencia la sociedad alemana y analiza los desplazamientos diarios de casa al trabajo aportados por el Ministerio Federal de Transporte de Alemania sin tener en cuenta los gases de efecto invernadero adicionales producidos por los viajes de negocios. El informe concluye que “las emisiones de dióxido de carbono (CO₂) provenientes del transporte rodado podrían reducirse en 5,4 millones de toneladas al año si el 40 % de los empleados trabajara desde sus casas dos días a la semana”.
Los resultados de este estudio ponen de manifiesto los beneficios del teletrabajo para proteger el clima, aliviar el tráfico rodado en las grandes ciudades y aportar tiempo y flexibilidad a los empleados. “No podemos volver a cometer los errores de la crisis financiera de 2008, donde la lucha contra el cambio climático y la salud del planeta (y de las personas) fueron relegadas, mientras que los intereses económicos a corto plazo dominaron y estuvieron presentes en la agenda política”, aseguran desde Greenpeace.

Otros estudios realizados durante la pandemia confirman los efectos positivos del teletrabajo para el medio ambiente, como los publicados en Nature Climate Change o las imágenes que ha difundido la Agencia Espacial Europea (ESA por sus siglas en inglés) del norte de Italia donde se aprecia una disminución significativa de las emisiones de dióxido de nitrógeno (NO₂) y otros contaminantes en los últimos meses.
Las políticas de quedarse en casa para detener el virus han dado lugar a descensos muy pronunciados de algunos contaminantes del aire ampliamente publicitados. Según el estudio del Centro para la Investigación de la Energía y el Aire Limpio (CREC), por ejemplo, los niveles del NO₂ cayeron un 40 % y los de partículas en suspensión un 10. Portugal encabeza la lista europea con la mayor caída de los niveles de NO₂ (58 %), seguidos por España (51 %), Noruega (48 %) e Italia (43 %).
Los beneficios del teletrabajo no terminan en su potencial para reducir las emisiones de CO₂, sino también otras emisiones que impactan en el clima, como los óxidos de nitrógeno (NOx), especialmente el dióxido de nitrógeno (NO₂), las partículas en suspensión sólidas o líquidas de polvo, cenizas, hollín, partículas metálicas, cemento o polen (PM2,5 y PM10) y otros gases de efecto invernadero, principalmente del transporte.

Aún así, las organizaciones ecologistas son conscientes de que el teletrabajo es solo una parte de la solución. Las actividades humanas emiten una amplia gama de gases y partículas a la atmósfera. Aunque es innegable que las emisiones de los vehículos de pasajeros y la aviación han disminuido durante la pandemia, las emisiones de otros sectores (por ejemplo, generación de energía, agricultura) no se ven afectadas en gran medida por el Covid-19. Incluso podríamos anticipar un aumento en ciertas emisiones, por ejemplo, de productos químicos volátiles debido al aumento de la limpieza del hogar y el lugar de trabajo.
También hay que tener en cuenta el aumento del consumo de energía en los hogares. Cisco, la empresa global de telecomunicaciones, calcula que el tráfico de datos global podría acumular 200.000 millones de kilovatios-hora de electricidad por año. En este sentido, y pese a que la balanza ambiental del teletrabajo sigue siendo claramente favorable, las organizaciones ecologistas insisten en la necesidad de seguir potenciando el autoconsumo y las energías renovables.