Una palabra que no aparece en el Diccionario de la lengua española nos sirve para llamar la atención sobre la alarmante pérdida de vida animal en los espacios naturales más emblemáticos de todo el planeta. Se llama defaunación y está estrechamente relacionada con el tráfico ilegal de especies. “Estamos provocando la desaparición masiva de especies, algunas de ellas tan icónicas como el tigre, el rinoceronte o el elefante”, asegura Luis Suárez, responsable del Programa de Especies de WWF.
Las cifras resultan realmente escalofriantes. Según el Ministerio para la Transición Ecológica, el tráfico de especies es una actividad “criminal grave”, que ocupa el cuarto lugar en la escala mundial, solo por detrás del tráfico de drogas, las falsificaciones y el tráfico de seres humanos. Afecta tanto a especies de fauna como de flora, muchas de ellas amenazadas de extinción. Por citar sólo algunos ejemplos especialmente sangrantes cabe señalar que cada año se trafican con 1,5 millones de aves vivas y 440.000 toneladas de plantas medicinales y se matan más de 100 tigres, 1.000 rinocerontes, 30.000 elefantes y alrededor de 100.000 pangolines.
Nos vamos a quedar solos
Como nos explica Luis Suarez, en los inicios del siglo XXI estamos asistiendo a una desaparición de insectos y anfibios sin precedentes, pero también a la erradicación de vida silvestre y de grandes especies de fauna a manos de cazadores furtivos. “¿Si no somos capaces de proteger a un elefante, que es el mayor vertebrado terrestre del planeta, como vamos a ser capaces de proteger a otras especies menos conocidas o de menor interés para la opinión pública?”, lamenta el responsable del Programa de Especies de WWF.
El principal problema del tráfico de vida silvestre radica en la elevada demanda de productos de fauna que encuentra en los canales de distribución y venta ilegal un mercado en auge que rebasa los límites de regeneración de los ecosistemas del planeta. “Se mata de una forma absolutamente irracional, indiscriminada y sin ningún tipo de control. No estamos hablando de caza ni de pesca, sino de furtivismo y de tráfico ilegal de especies”, señala Luis Suárez.


El caso paradigmático de los elefantes
La magnitud del problema es extraordinaria, no sólo por las cifras de negocio, sino por la rapidez con la que se están produciendo los hechos. José María Galán, instructor especialista en el rastreo de huellas de animales, que actualmente colabora con el Plan de Acción Español contra el Tráfico Ilegal y el Furtivismo Internacional de Especies Silvestres (TIFIES), lo sabe bien. “Desde el primer censo de elefantes que se hizo en 1979 hasta la fecha, el elefante de la sabana ha pasado de 1.350.000 ejemplares a los escasos 335.000 actuales - comparte ”, recalca el rastreador de fauna.
En este sentido, la semana pasada se conocía el último informe del Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) sobre la situación de los elefantes de la sabana africana y las conclusiones no pueden ser más desalentadoras. El estudio advierte que si continúa la persecución sobre este animal en los niveles actuales, desaparecerá en menos de 20 años.
El caso del elefante es especialmente paradigmático. El marfil se ha considerado durante mucho tiempo una cuestión de estatus, un bien muy preciado entre personas de alto poder adquisitivo en China y amplias regiones de Asia, sobre todo por lo difícil que resultaba conseguir un colmillo de elefante en el mercado.
Sin embargo, hoy en día resulta muy sencillo matar y capturar animales, ya sea en la Amazonía, el sudeste asiático o el sur de África, donde se concentra la mayor parte de la fauna del planeta. “Basta con poner un poco de cianuro en un trozo de fruta para abatir a un animal de seis toneladas de peso”, cuenta José María Galán. “No hay zonas de exclusión. A pesar de que el Parque Nacional de Kruger, en Sudáfrica, cuenta con los equipos tecnológicos más avanzados del mundo y los militares tienen orden de disparar a quien intente entrar de noche en áreas protegidas, todos los días de luna llena se siguen produciendo pérdidas de elefantes y rinocerontes”, asegura el experimentado guía del Parque Nacional de Doñana que ha aprendido las técnicas de rastreo de bosquimanos y pueblos indígenas de África para implementarlas en la Península Ibérica.
“Con todas las nuevas infraestructuras nuevas que se están abriendo en África, el acceso a la zona de elefantes es fácil, el acceso al veneno es fácil y la tentación a meterse en un problema también. Un kilo de rinoceronte puede llegar a costar 70.000 euros en el mercado negro chino”, señala José María.
De hecho, el tráfico ilegal de especies se ha convertido en una de las actividades ilícitas organizadas más lucrativas a nivel mundial. Si bien su magnitud es difícil de cuantificar, el programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) e INTERPOL, estiman que el mercado negro asociado al tráfico de especies silvestres asciende a 90.000 millones de dólares al año.
Un amplio abanico de productos
El marfil de los colmillos de elefante es sólo un símbolo. En la actualidad se trafica con todo tipo de materiales y especies. Desde aves en peligro de extinción, a cuernos de rinoceronte, pasando por el consumo de carne y escamas de pangolín, hasta la piel de los reptiles. “Hay gente que no se quiere dar cuenta de que el marfil blanco de objetos de culto está bañado de sangre de elefante, de guarda, de furtivo y de todo lo que toca”, concluye José María.
Los expertos aseguran que cualquier solución a este problema pasa por reducir la demanda y dejar de consumir la gran cantidad de productos que se utilizan como adornos ornamentales, productos medicinales, bolsos, zapatos, complementos o se destinan directamente al coleccionismo de élite.


España, enclave estratégico
Por su ubicación geográfica y su relevancia en el comercio europeo y mundial, España juega un papel muy importante en la lucha contra el tráfico de especies silvestres a nivel mundial. Por eso, en 2018 se aprobó el Plan de Acción Español contra el Tráfico Ilegal y el Furtivismo Internacional de Especies Silvestres (TIFIES), convirtiéndose España en el primer país de la UE que adapta al contexto nacional el Plan de Acción de la Unión Europea contra el tráfico ilegal de especies y el furtivismo.
Desde la organización ecologista WWF celebran la existencia de un marco legal europeo suficientemente desarrollado, así como la puesta en marcha del Plan TIFIES, pero denuncian la falta de voluntad política a la hora de poner énfasis en la lucha contra el tráfico ilegal de especies. “No hay recursos económicos ni humanos suficientes para combatir el furtivismo: falta coordinación, inversión e investigación para detectar y perseguir a las grandes redes mafiosas. Además, no hay un centro oficial de rescate preparado para garantizar el bienestar animal”, apunta Luis Suárez como algunas de las carencias fundamentales en estos momentos.