La Navidad es tiempo de descanso y felices reencuentros, pero no son tiempos en los que podamos descansar de algo tan fundamental como es la sostenibilidad. Nuestro compromiso con el medioambiente no conoce vacaciones. Especialmente en estas fechas en las que el consumo se dispara en torno a unas mesas donde, cada uno según sus posibilidades, no se escatima en gastos. Porque una cocina respetuosa con el planeta puede seguir siendo sabrosa y lujosa sin necesidad de incorporar productos raros o hábitos derrochones que en nada aportan a la brillante calidad que buscamos para agasajar con ella a nuestros seres más queridos.
Un derroche contra toda lógica
La gigantesca presión publicitaria de estas fechas busca promover un consumismo exacerbado basado en un modelo deslocalizado e insostenible. Es un disparate ambiental, porque serían necesarios tres planetas (con todas sus materias primas y fuentes energéticas) para satisfacer ese tipo de demanda. Y es también una vergüenza social, pues sólo un 12 % de la gente que vive en Norteamérica y Europa occidental es responsable del 60 % de ese consumo.
La comida es una de las principales víctimas de este derroche loco. Salvo que optemos por una opción más racional basada en la que durante siglos fue la única cocina posible, aquella que todavía reconocemos como “la de nuestras abuelas” pues se apoya en productos de proximidad y de temporada, en recetas hechas con mucho cariño, tiempo y pocos o ningún envase de usar y tirar.
Frente a ello, los nuevos tiempos nos han hecho abrazar un modelo de cocina rápida, pues ya sea por falta de tiempo o de ganas cada vez se cocina menos en las casas. Se compran muchos alimentos ya cocinados y envasados en plástico. Las recetas tradicionales van perdiendo fuerza. Usamos productos y recetas más exóticas, menos cercanas a nuestra cultura y paisaje. Al final todo nos sale más caro, más aburrido y menos sano, pues nunca será lo mismo disfrutar del placer de cocinar una tarde que optar por abrir los blísteres y descongelar platos preparados en el microondas.
Productos locales y de temporada
Olvidémonos del melón, las fresas, los pimientos de Padrón o las alubias verdes, porque por mucho que se empeñen algunos supermercados no son productos de temporada, con estos fríos solo pueden proceder de invernaderos o de países lejanos. Abracemos exquisiteces como las alcachofas, los cardos, la borraja, los puerros y las patatas, las setas, la escarola con granada, la naranja con bacalao y huevos de gallinas felices.
Busca siempre productos de kilómetro nacional, pues lo de kilómetro cero es prácticamente imposible en estas fechas. Recuerda que apostando por lo local no solo consigues productos frescos de altísima calidad, sino que con tu compra estás apoyando al mundo rural, única manera de evitar un despoblamiento que nos empobrece a todos.
Elige carnes locales siempre de ganadería extensiva, primera opción en la cesta de la compra antes incluso que las ecológicas si queremos ayudar a vertebrar el territorio y no aceptamos macrogranjas industriales basadas en soja transgénica y transoceánica. También local puede y debe ser el marisco y pescado siempre que optemos por el salvaje, el de cofradía y no el de piscifactoría, pues este último consume piensos poco sostenibles. Y siempre que podamos debemos huir de los productos ultraprocesados. Hágalo usted mismo, que no es tan difícil.
Buenos hábitos en Navidad
- Comprar con antelación: No esperes a que todo esté por las nubes. Se puede congelar o dejar medio preparadas las bases o directamente elegir productos congelados de buena calidad.
- Comprar con cabeza: Calcula la comida en relación al número de comensales. Que luego nos pasamos dos semanas comiendo sobras o tirando la mitad de lo que cocinamos en exceso.
- En la cocina no se tira nada: Piensa siempre en recetas que se complementen, para que la media cebolla de un plato se pueda usar en otro. O los restos de vegetales en caldos y las cabezas de los langostinos y el pescado en deliciosos suquets para esos arroces o sopas.
- Pregunta qué traen las visitas: O al final nos encontraremos en la mesa con 10 ensaladas y 20 postres.
- Vuelve a las servilletas y trapos de tela. Huye de platos y cubiertos desechables, aunque sean de bambú o cartón. Para algo tenemos la vajilla buena olvidada en el armario, úsala. Recuerda que el mejor residuo es aquel que no se genera.
Aprovecha las sobras. Hay recetas para el día después que pueden ser más sabrosas que la comida previa, como sopas y purés, ropa vieja, croquetas, ensaladas, pasteles de carne y pescado o lasañas.