No hay duda, el turismo rural vive una época dorada. Si bien es cierto que una parte importante de los turistas que visitan España viajan atraídos por la oferta de sol y playa, el interior de la Península ofrece alternativas cada vez más interesantes a un sector de la población que no deja de crecer. Entre los años 2014 y 2019, el número de turistas rurales en España experimentó un auge que sólo la pandemia del Covid-19 pudo frenar. Tras alcanzarse un récord histórico de 4,4 millones de turistas, en 2020 apenas se superó la barrera de los dos millones.
El miedo al aumento de la incidencia epidemiológica del coronavirus también ha marcado las vacaciones de Semana Santa. Los cierres perimetrales en casi todo el territorio nacional han restringido de forma significativa la movilidad de los españoles, pero, al mismo tiempo, ha supuesto una oportunidad para redescubrir los pueblos más cercanos de nuestro entorno. Lugares, en mucho casos, realmente bonitos que aúnan paisajes espectaculares con una gastronomía excelente y edificios históricos de gran valor artístico y cultural.
El reto de combinar naturaleza, cultura y gastronomía
Es precisamente esa mezcla entre naturaleza, cultura y gastronomía el principal atractivo para un público cada vez más numeroso, en un país que cumple con todos los requisitos necesarios para convertirse en un referente de turismo rural a nivel internacional. “Tenemos un patrimonio histórico y cultural envidiable, pero también una de las mejores faunas de Europa: cabras montesas, lobos, osos, linces, águilas, buitres o aves acuáticas. El reto es combinar la gastronomía y la cultura con el avistamiento de fauna para dar ese salto de calidad que estamos demandando desde hace tiempo desde algunos sectores de la población con la mirada puesta en el turismo rural sostenible”, asegura Ignacio Jiménez, biólogo y conservacionista que ha trabajado en proyectos de turismo de naturaleza en áreas protegidas en cuatro continentes diferentes.
Existen ejemplos en otros países que están haciendo una gran labor en el desarrollo de un turismo rural basado en la naturaleza, como Eslovenia en Europa, Costa Rica en América o algunos países africanos. “Costa Rica lo está haciendo muy bien, sin grandes infraestructuras ni lujos, a base de crear un producto de calidad. España podría imitar algunas cosas de este país centroamericano, sobre todo la manera en la que los costarricenses se identifican con la naturaleza como parte de su identidad nacional”.
¿Qué modelo de turismo queremos?
Como nos explica el biólogo valenciano, el desarrollo sostenible del medio rural guarda una estrecha relación con un modelo de turismo ordenado, moderado y prolongado en el tiempo que dependa, fundamentalmente, del empleo local. “El turismo rural se puede enfocar de dos maneras muy diferentes: o bien desplazando a un montón de gente en autobús a visitar un lugar concreto, comer y marcharse; o bien intentando que ese grupo de personas se quede a dormir en pequeños alojamientos y disfrute de una experiencia más completa e inspiradora que combine naturaleza, cultura y gastronomía”.
El primer modelo, también conocido como “modelo crucero”, deja tras de sí impactos negativos en el medio ambiente y pocos beneficios en la localidad, mientras el segundo, implica a una gran cantidad de actores: “no sólo a la agencia de viajes o a la empresa de autobuses sino también a restaurantes de la localidad, guías locales, alojamientos rurales, etc. Todo eso se traduce a la larga en empleo y en desarrollo rural”, señala Ignacio Jiménez.
El turismo sostenible como solución a la España Vaciada
Con este objetivo el Plan de Medidas ante el Reto Demográfico del Ministerio para la Transición Ecológica tiene previsto destinar más de 10.000 millones y 130 políticas activas a luchar contra la despoblación y garantizar la cohesión territorial y social. Entre ellas, el Plan contempla el fomento de la actividad turística como motor económico, social y de desarrollo sostenible del territorio y como elemento que contribuya a la lucha contra la despoblación del medio rural y a la protección de su patrimonio.
La apuesta por un modelo de turismo sostenible impulsará el desarrollo de los destinos turísticos en áreas rurales y de interior, así como su promoción, competitividad y transformación verde y digital, en una estrategia destinada a profundizar y consolidar el concepto de integración sectorial como vía para avanzar en la conservación y el uso sostenible de este patrimonio natural.
El impacto ambiental del turismo de naturaleza
Sin embargo, toda actividad turística puede ser fuente de presiones para los espacios naturales, en especial aquella que se desarrolla directamente en plena naturaleza, pudiendo tener, en función del tipo de intensidad, así como de la fragilidad de los propios espacios, consecuencias importantes para la conservación del medio ambiente.
La Carta Europea de Turismo Sostenible en Espacios Naturales Protegidos (CETS) es una de las principales herramientas a nuestro alcance para promover el desarrollo del turismo en clave de sostenibilidad en los espacios protegidos de todo el continente europeo, implicando a los gestores de los parques naturales, así como a las empresas que operan en la zona.
España es el país líder en espacios protegidos acreditados con este distintivo europeo, nos comenta Ignacio Jiménez, así como el país con más geoparques o reservas de la biosfera. “Eso lo hacemos muy bien. Tenemos una gran experiencia en la creación de sellos de calidad. España ha sido un país líder en turismo antes de la pandemia y posiblemente lo seguirá siendo cuando todo esto termine. Ahora el reto es poner en valor todo este patrimonio natural y cultural tanto dentro como fuera de España. No podemos olvidar que la clave del turismo rural sostenible está en encontrar un equilibrio entre promover (llamar la atención con historias atractivas, ambiciosas e inspiradoras al alcance de todos) y regular (ordenar la visita de turistas de una forma lógica y sostenible)”, asegura Jiménez.