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Un arca de Noé de cartón reciclado

La escultora Cova Orgaz lleva dos años entregada en su taller de Bilbao a crear animales sin trampa y de cartón. De sus manos salen patitos, perros, un mono, un gorila, un oso, un rinoceronte, un buitre… con almas recicladas, pues todos los cartones que usa son reutilizados.

Siguiendo las normas de esta ‘nueva realidad’ que impone la pandemia, evitamos desplazamientos largos y este mes nos quedamos cerca en nuestra serie de artistas que piensan en verde, artistas que crean, re-crean y reciclan. La escultora Cova Orgaz lleva dos años entregada en su taller de Bilbao a crear animales sin trampa y de cartón. De sus manos salen patitos, perros, un mono, un gorila, un oso, un rinoceronte, un buitre… con almas recicladas, pues todos los cartones que usa son reutilizados.

Cova Orgaz creció entre Burgos y Miranda de Ebro. Primero apostó por la música y se matriculó en el Conservatorio, pero pronto se le cruzó en el camino la escultura, aunque confiesa que los ritmos, sobre todo los de percusión, siguen palpitando fuerte dentro de ella. En 2002 se trasladó al País Vasco y finalmente montó su taller de escultura en Bilbao. Pero ella es una de esas personas que desde hace un tiempo está descubriendo los valores de la España vaciada (valores que yo creo que a raíz de esta pandemia mucha más gente va a poner en primer plano y reconsiderar), y hace año y medio se trasladó a vivir a Entrambasaguas, un pequeño pueblo del Valle de Mena, al norte de Burgos, ya lindando con Euskadi.

Cova Orgaz en su estudio

Con 37 años, mantiene su taller en Bilbao para trabajar, pero para vivir ha optado por la tranquilidad rural, por todo lo que aporta una casa más amplia, el paisaje, el huerto que comparte con vecinos, aspectos todos que durante la cuarentena muchos urbanitas han echado de menos. Y así, entre Bilbao y el Valle de Mena va dando forma a lo que se ha convertido en su trabajo y pasión: modelar animales con tiras de cartón reutilizado, jugando con las texturas y colores que este material ya trae consigo. “Y sus heridas, sus cicatrices, sus arrugas, sus vivencias… Tienen su personalidad propia. Sí, me encanta trabajar con material reutilizado, porque aporta su propia vida y además le das una segunda oportunidad”.

“Me ha gustado mucho trabajar con las cajas de Ikea, de un cartón muy maleable”, nos sigue explicando Cova, “pero últimamente me he aficionado a las cajas de embalaje de unos aperitivos vegetales que vienen de Colombia; son de un cartón fuerte con un acabado rojizo que me da mucho juego”.

De la madera y bronce al humilde cartón

Como escultora, Cova ha experimentado a lo largo de su carrera con los materiales más diversos, desde la piedra y la madera al bronce. Los más nobles. Pero al final ha decidido quedarse con el humilde cartón, sin trampas. “Modelaba cuerpos humanos a tamaño natural, pero no te puedes imaginar la presión que sentía, presión para que se parecieran al original; entonces, me refugiaba en el cartón para desatascarme, para liberarme y soltar mi creatividad; era eso lo que realmente me gustaba y, al final, eso, hacer lo que realmente me apetecía, fue ganando terreno y se ha convertido en mi dedicación profesional. Es mi sueño cumplido, poder dedicarme enteramente a la escultura con cartón”.

En estos dos años largos ha modelado una cuarentena de piezas. Siempre esculturas figurativas. Siempre animales, salvo alguna incursión aislada a modo de instalación. Reconoce que el proceso es laborioso; cada animal le ocupa unas 20 horas de trabajo de media; piezas que luego comercializa a través de sus redes, diversas galerías ­–en Gijón, La Rioja– o festivales como los Fair Saturday de Bilbao o encuentros como Bañarte, en Baños del Río Tobía (La Rioja), o los convocados en el Museo San Telmo en Donostia/San Sebastián. Piezas con precios que van desde los 250 € de los patos, que levantan como el palmo de una mano, a los 400 € de los perros, de medio metro de altura, y los 1.200 € del cerdo vietnamita, su último trabajo que da por terminado, porque confiesa que está desde hace tiempo dándole vueltas a un oso polar levantado sobre sus patas traseras (más de 2 metros, la escultura más grande en la que se ha embarcado), pero no termina de convencerle, lo encuentra “demasiado blando para ser un oso”.

A partir del Arca de National Geographic

Cova Orgaz parte de una imagen que le atraiga –el fotógrafo de National Geographic Joel Sartore y su proyecto Photo Ark le inspiran especialmente–, y luego ya se pone directamente a modelar, sin realizar previamente dibujos, ni bocetos, ni maquetas. Últimamente, junto a ese oso polar que se le resiste está rematando dos perros gran danés y un gorila con la cabeza ladeada y una concentrada expresión muy humana; todo un reto, reproducir con cartón esa mirada de gorila. “La cabeza, la expresión es siempre lo más complicado; conseguir la viveza que pide cada animal”.

Durante la conversación, sale obviamente el drama en el que estamos metidos: la pandemia. ¿Qué opina Cova? “Estamos haciendo mal muchas cosas. El humano, como individuo, conoce bien las respuestas sobre qué camino tendríamos que tomar para construir un mundo mejor y más sostenible; el problema surge como masa, como masa humana la respuesta es muy distinta y nos conduce al desastre. Está claro que debemos ser más ecológicos, más concienciados y más feministas, con una actitud más feminista. Hemos de trabajar con más fuerza en la sostenibilidad, porque, si no, recibiremos más golpes como este. Conciliando más, teletrabajando más, no cogiendo tanto el coche, consumiendo con más responsabilidad, viajando con más responsabilidad, se han hecho muchos viajes que no eran necesarios, y todo eso se traduce en contaminación y consumo de energía y recursos”. ¿Abriremos los ojos? “Sí, creo que esta pandemia nos ayudará a abrir los ojos. Nos habíamos entrampado en una rueda de consumo sin límites. Con esta crisis hemos visto hasta pájaros picoteando en las autovías y descubierto que los seres humanos somos una especie más, que ni somos tan fuertes ni tan primordiales, que la naturaleza no nos necesita en absoluto, y que por la cuenta que nos trae deberíamos vivir de otra manera”. Sin trampa y con la noble humildad del cartón.  

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