fbpx

Vete haciendo a la idea ¡Comeremos insectos!

La Comisión Europea ya permite la venta de insectos para consumo humano ¿Por qué hay tanto interés por que comamos insectos? ¿Qué tiene de beneficioso?

Tanto hablar de super alimentos, de carne hecha sin carne, de transgénicos, de ultra procesados, de dieta vegana, vegetariana o al menos flexitariana, y al final el futuro alimenticio de la humanidad parece estar en comer insectos. ¿Acabaremos siendo todos entomófagos? ¿Publicaremos fotos en nuestros perfiles sociales de platos rebosantes con blancos gusanos y crujientes grillos?

Ascos dietéticos aparte, tal posibilidad no es una ocurrencia de extravagantes visionarios. Y va más allá de una moda. Nada menos que la promueve la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Y la Comisión Europea ha dado luz verde el verano pasado a la venta de grillos domésticos, larvas del escarabajo del estiércol, gusano de la harina y langosta (el saltamontes, no el crustáceo) para consumo humano. El futuro se perfila insectívoro.

¿A qué se debe esta decisión? Analizamos a continuación las razones que justifican la incorporación en los menús de tan poco agradables animales y las consecuencias que este cambio de dieta puede tener en nuestra salud y en la de nuestro planeta.

¿Por qué hay tanto interés por que comamos insectos?

Según la FAO, los insectos van a tener un interés creciente en las dietas de todo el mundo. De hecho, se considera que están llamados a desempeñar un “papel fundamental” frente a los numerosos desafíos del siglo XXI, en especial el aumento del coste y la demanda de las proteínas animales, la inseguridad alimentaria, la lucha contra el hambre y el cambio climático, la contaminación y deforestación causada por la industria cárnica y láctea, la soberanía alimentaria y el crecimiento de la población.

De acuerdo con la Comisión Europea, el consumo de insectos contribuirá a los objetivos de la estrategia “De la granja a la mesa” que aspira a lograr un sistema alimentario sostenible en la UE y en el mundo. Lo que muchos gastrónomos no sospechaban es que esas granjas que nutren nuestras mesas puedan ser de insectos.

¿Es peligroso comer insectos?

No todos los insectos son comestibles. No se trata de matar una cucaracha de un zapatazo y comérsela sobre la marcha. Ni de tragarse la mosca que caiga en la sopa. Los insectos que pueden acabar en nuestro plato deben proceder de especies concretas que cuenten con autorización expresa, en nuestro caso europea. Y deben estar producidos en “granjas” que cuenten con todos los permisos y controles sanitarios tanto para su producción, procesamiento, embalaje y distribución. Y al igual que cualquier otro alimento, también tienen que cumplir con el etiquetado de alérgenos, pues, por ejemplo, los gusanos de harina pueden provocar alergias a los crustáceos y a los ácaros del polvo.

¿Qué tiene de bueno comer insectos?

Frente a vacas, cerdos o peces, los insectos tienen numerosas ventajas alimentarias. Son muy abundantes, ricos en proteínas y nutrientes, crecen rápidamente, consumen pocos recursos, contaminan poco y tienen una mínima huella de carbono frente a la provocada por la producción de carnes y lácteos, responsable de la cuarta parte de los gases que calientan el planeta. Por ejemplo, un estudio ha demostrado que la proteína obtenida de los gusanos de la harina amarillos consume un 70 % menos de tierra y emite un 23 % menos de gases de efecto invernadero que la misma cantidad de proteína obtenida de los pollos.

Y aunque parezca mentira, los insectos son saludables, pues apenas aportan grasas a la dieta.

Otra gran ventaja es lo económico de su cría, pues ocupan poco espacio, se reproducen con rapidez y ganan peso rápidamente.

Se entiende así que se presenten como la alternativa ideal para mejorar nuestra alimentación y llevarla hacia modelos más sanos y sostenibles.

¿Pero de verdad alimentan los insectos?

Mucho más de lo que podríamos pensar. Por ejemplo, un saltamontes tiene un 20% de proteínas frente al 27% de un filete de ternera. Las concentraciones de proteínas de los insectos pueden aumentar si se consume deshidratado, pudiendo llegar a un 60% proteico.​ En el caso de algunas orugas, la concentración de proteínas puede estar entre el 30% y el 80%.

Lógicamente, hay que comerse muchos de estos animalitos para hacer una ingesta proteica semejante a la de una hamburguesa. Pero también es fácilmente entendible que resulta mucho más sencillo criar grillos y gusanos que vacas.

¿Comeremos insectos sin enterarnos, mezclados con otros alimentos?

Por supuesto que no. En Europa, el triturado de insectos no se podrá añadir a la harina, el pan, las galletas o la pasta sin que se advierta claramente en el etiquetado. Aunque la cantidad sea mínima.

En contra de lo que muchos alarmistas han agitado por las redes sociales, es falso que vayamos a comer insectos sin enterarnos, camuflados en las harinas.

¿Esto de comer insectos es nuevo?

Tan nuevo como nuestra especie. Estamos comiendo insectos desde que el Homo sapiens comenzó su asalto evolutivo al cielo. Y con toda seguridad, otros homínidos que nos precedieron también lo hacían, igual que hoy los comen muchos primates como chimpancés y bonobos.

Según la FAO, los seres humanos hemos utilizado como alimento en el mundo más de 1.900 especies de insectos. Dependiendo de la cultura y la especie se consideran en la actualidad desde “comida de pobres” hasta un verdadero manjar.

En México se comen orugas de al menos 67 especies diferentes de insectos, además de otras muchos en su versión adulta que incluso incluyen a los escorpiones. En China, los insectos comestibles más numerosos son las orugas de 70 especies como el gusano del bambú, polillas, libélulas, saltamontes, cigarras y un largo etcétera.

¿Habrá mucha variedad o serán muy pocas especies las que se cuelen en nuestras mesas?

La lista potencial es interminable, pero todo dependerá del tirón del mercado y de las facilidades que den las administraciones. De momento, la Comisión Europea autorizó el pasado 24 de enero la UE a la venta de larvas de gusano en polvo, congeladas, en pasta o deshidratadas, mientras que los grillos podrán ya venderse en polvo parcialmente desgrasado.

Son los primeros permitidos, pero ya ha recibido varias solicitudes de autorización, con arreglo al Reglamento sobre nuevos alimentos, de otras especies de insectos, como Alphitobius diaperinus larvae (escarabajo del estiércol), Gryllodes sigillatus (grillo rayado), Acheta domesticus (grillo doméstico), Locusta migratoria (langosta migratoria) y Hermetia illucens larvae (mosca soldado negra).

Todo apunta a que en los próximos años, las especies de insectos autorizadas vayan en aumento y terminen convirtiéndose en una fuente cada vez más importante de proteína alternativa.

¿Deberíamos incorporarlos en nuestra dieta?

Eso ya es decisión personal de cada uno. A nadie le van a obligar a comer insectos. Ni se los van a colar de extranjis en la mortadela. Pero las proteínas de insectos podrían ser una alternativa barata para las rentas bajas y países menos desarrollados, sobre todo incorporadas en los alimentos procesados.

También están llamados a convertirse en nuevas estrellas de la cocina, en el caso de que los consumidores logren vencer la actual repugnancia que para las culturas occidentales representa ver un insecto en el plato.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *