Comprar una vivienda es una decisión importante, pero dar con la vivienda apropiada lo es aún más. Ya no vale solo con elegir buen precio, ubicación y que tenga terraza o jardín. Cada vez se tiene más en cuenta la sostenibilidad en el proceso de construcción y edificación de los hogares. Y sí, también las futuras facturas de luz y calefacción.
Seguramente por todo ello, el 65% de los españoles dice estar dispuesto a pagar más dinero por una vivienda sostenible, de acuerdo con los resultados de una encuesta promovida por el II Observatorio Vía Célere de la vivienda en España. Frente a esta mayoría, apenas un 6% de los entrevistados van de negacionistas y no le da ninguna importancia a la sostenibilidad de su futuro hogar.
¿Pero qué es una vivienda sostenible? ¿De verdad tenemos claro este concepto o es poco más que un nuevo marketing urbanístico? Intentemos explicarlo.
Planeta Tierra, tenemos un problema
El sector de la construcción es por definición una actividad extractiva y altamente contaminante. Para levantar un edificio hace falta extraer toneladas de áridos, fundir acero, quemar cemento, cocer ladrillos, cortar árboles, mover camiones, grúas y hormigoneras. Según el Green Building Council España (GBCe), la edificación es uno de los principales culpables de la crisis climática al ser responsable del 30,1% del consumo de energía final y del 25,1% de las emisiones de carbono a la atmósfera.
Hoy prácticamente todo se construye con hormigón y eso tiene terribles consecuencias ambientales. Según señala el periodista Jonathan Watts en el diario The Guardian, si la industria del cemento fuera un país, sería el tercer mayor emisor de dióxido de carbono del mundo con hasta 2.800 millones de toneladas, solo superado por China y Estados Unidos.
La ineficiencia de su reciclado agrava aún más este impacto, pues la mayoría los escombros acabará en vertederos, algunos controlados y muchos incontrolados. Para hacerse una idea del desastre, basta saber que todos los residuos que en dos años generamos en el mundo con el hormigón equivalen a las mismas toneladas procedentes de los residuos plásticos tirados a la basura a lo largo de 60 años.
Otro serio problema es el consumo energético de las viviendas; al hacerlas, pero especialmente al habitarlas después. Los edificios se han seguido construyendo en el siglo XXI según modelos del siglo XX donde la energía era barata y se derrochaba con alegría. Eso de aislar bien las fachadas o tener unas buenas ventanas no entraba en los estándares constructivos. Pero ahora tenemos un problema ambiental grave, añadido a una escasez y pobreza energética preocupantes que nos obligan a cambiar de modelo.
¿Qué es una vivienda sostenible?
Una vivienda sostenible es aquella que reduce al máximo su impacto ambiental y social durante todo el proceso de diseño y construcción, manteniendo ese compromiso a lo largo de toda su vida útil gracias a una alta eficiencia energética, utilización de materiales naturales o reciclados duraderos, apuesta por las energías renovables para el autoconsumo, ahorro y reutilización del agua.
Gracias a ello se logran espacios saludables, confortables, respetuosos con la naturaleza y las personas, abanderados de la economía circular, la transición energética y la lucha contra la emergencia climática. Un progreso en el diseño que devuelve a la edificación su olvidado compromiso con las personas y el entorno.
Pensando en esto último, para Iñaki Alonso, arquitecto especializado en arquitectura sostenible, fundador y socio-director del estudio sAtt, la vivienda sostenible debería dar todavía un paso más hacia el cambio. En su opinión, además de lograr la máxima eficiencia ambiental necesita incorporar la socialización de los espacios comunes, el buen rollo entre vecinos. Por eso Alonso defiende que la vivienda incorpore una “sostenibilidad social”, unos modelos amables de viviendas con espacios compartidos. “Que la arquitectura sea también capaz de construir relaciones entre las personas, no sea solo un contenedor de individualidades”, remarca.
Y que las viviendas sean sanas. Es lo que defienden jóvenes arquitectos como Irene Vallejo, abanderada de la construcción sostenible en madera a través de su blog Toca Madera – Sound Wood. Según Vallejo, “necesitamos que medio ambiente, salud y arquitectura vayan juntos. Porque vives en una casa, trabajas en un edificio, te curas en un hospital y esos sitios donde pasas mucho tiempo también tienen que ser sanos, no solo cuando salgas al exterior para respirar aire puro”. Y según Irene, Iñaki y otros muchos arquitectos españoles, eso se logra apostando por la construcción en madera, habitual de las casas en los últimos 7.000 años y que está llamada a convertirse en el material estrella del siglo XXI.
Por qué apostar por una vivienda sostenible
Varios son los factores que empujan al consumidor a buscar una vivienda sostenible. Además de la creciente preocupación por nuestro impacto ambiental, vivir en una casa sostenible ayuda a reducir la factura energética. Según cálculos de la UCI (Unión de Créditos Inmobiliarios), una mayor eficiencia energética puede suponer un ahorro de luz y gas de hasta 70 euros al mes, que multiplicado por los 50 años que como mínimo usaremos la casa supone un dineral.
En esta clase de edificaciones se puede conseguir un ahorro del 40% de facturación en agua y entre el 30% y 50% en energía. Paralelamente se reducen las emisiones de dióxido de carbono y permiten un mejor aprovechamiento de la luz solar y la reutilización del agua.
Por eso no son más caras. Pueden parecerlo cuando se comparan precios del mercado inmobiliario y se ven diferencias de hasta el 10%, pero como recomiendan los expertos de Passivhaus, el estándar de viviendas con un consumo energético casi nulo, es necesario tener en cuenta lo que nos costará esa vivienda a largo plazo. Por ejemplo, a lo largo de los 30 años en que estaremos pagando la hipoteca. En realidad, en poco más de 5 años se logra el retorno de ese sobreprecio y a partir de ahí la vivienda, en lugar de darnos gastos nos da ingresos.
Desde UCI también hacen hincapié en que las viviendas con una elevada eficiencia energética no solo permiten ahorrar, sino que dan a sus ocupantes una extraordinaria sensación de confort y de bienestar emocional. El placer de vivir en una casa saludable donde no se derrocha energía ni, claro está, dinero.
Las siete claves de una vivienda sostenible
Orientación: Debe aprovechar al máximo la iluminación natural, clave para disminuir la demanda de energía en la futura vivienda. Es importante recibir sol suficiente en invierno y tener protección frente al él en verano, especialmente en aquellas habitaciones que más utilicemos como salones y dormitorios. El este es, en general, la mejor orientación para una casa, pues el sol entra por las mañanas y se mantiene hasta el mediodía. Esta opción te asegura un mayor confort y un menor consumo de energía.
Ventilación: El bienestar de una vivienda depende mucho de disfrutar en su interior de un aire fresco y renovado. Gracias a un buen diseño arquitectónico se crean corrientes naturales con solo abrir las ventanas que garantizan una correcta calidad del aire que se respira, libre de contaminación, compuestos volátiles y todos esos nocivos productos químicos que hemos incorporado a nuestras vidas.
Aislamiento: Es sin duda la principal exigencia de un edificio sostenible, ofrecer máximos niveles de aislamiento térmico y acústico en fachadas, ventanas y cubiertas que permitan disfrutar de un consumo energético casi nulo. Porque ahorrar energía es una excelente herramienta para luchar contra la crisis climática al reducir las emisiones de CO₂.
Materiales: Hay que prestar atención tanto a los constructivos como a los decorativos. El hormigón está considerado uno de los materiales más contaminantes del mundo, por lo que todo lo que permita reducir su utilización en una obra ayudará a hacerla más sostenible. Justo lo contrario de la madera, cuyo uso reduce la huella ecológica siempre y cuando cuente con una certificación como las de FSC que garantizan una silvicultura responsable. En todo caso, deben primarse siempre materiales que sean los más naturales, locales, duraderos y reciclables posibles, de fácil mantenimiento, que no demandan un gran consumo de energía para su producción o tienen un origen renovable. Por último, se deben favorecer procesos constructivos industrializados y ligeros, que como las estructuras de madera laminada permiten una rápida instalación.
Energía: Desde 2013 la Unión Europea obliga a que todo comprador o usuario de un edificio conozca su eficiencia energética. Se basa en un modelo que analiza sus emisiones de CO₂ y su consumo energético, en una escala que va de la A, la calificación más eficiente, a la G, la menos eficiente. La vivienda sostenible apuesta por utilizar energías renovables, a ser posible basadas en el autoconsumo. Las placas fotovoltaicas, la aerotermia y la geotermia son sistemas cada vez más eficientes y competitivos, con el plus de que en muy pocos años se amortiza la inversión y a partir de ese momento todo son ganancias.
Agua: La vivienda sostenible optimiza al máximo este cada vez más escaso y valioso recurso natural. Incluye sistemas de depuración y reutilización, además de captación de aguas de lluvia que igualmente ayudan a abaratar la factura.
Salud: Hay edificios enfermos que enferman a las personas, y edificios bien diseñados que nos hacen sentir bien. “Las viviendas se pensaron como nuestro primer abrigo de protección, nuestro cobijo, y deben volver a adquirir esa función primordial de proteger a las personas, no podemos seguir generando edificios enfermos que nos enferman”, sostiene el arquitecto Iñaki Alonso. Las sostenibles priman el confort y evitan el uso de productos tóxicos o peligrosos, por eso nos hacen sentirnos mejor. Y eso es algo que no se paga con dinero.
Entorno: De nada sirve tener una casa maravillosa en un lugar horroroso. La edificación sostenible debe integrarse en un entorno amable donde abunden las zonas verdes. También es importante una buena conectividad urbana, la existencia de transporte público cercano, carriles de bicicleta y buenas comunicaciones que faciliten la movilidad sostenible.
Suena interesante y tiene sentido)
De hecho, ahora ha comenzado la tendencia ecológica.
¡y esto no es solo en términos de bienes raíces residenciales, sino también de bienes raíces comerciales! Esto es especialmente evidente en espacios de coworking u oficinas privadas.
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