Al contrario de lo que algunos puedan pensar en un primer momento, la desertificación no hace referencia a los paisajes áridos naturales, tan valiosos como característicos de Oriente Medio, el Norte de África o el sudeste de la Península Ibérica. Ni tan siquiera hace referencia al avance del desierto. Más bien guarda relación con la degradación de la tierra y el mal uso de los recursos naturales, que están empobreciendo nuestros suelos y agotando nuestros acuíferos hasta límites insostenibles.