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Cinco evidencias científicas que explican el desastre de Doñana

Tras realizar un exhaustivo análisis de toda la información científica disponible hasta el momento y, gracias a la participación de cerca de 30 expertos de diferentes disciplinas, WWF ha publicado el informe “Ciencia para salvar Doñana” donde se demuestra de forma indiscutible las principales evidencias científicas del colapso ecológico al que se enfrenta Doñana.

Una de las asociaciones que sigue clamando en el cada día más grande desierto de Doñana es WWF.  La veterana organización conservacionista también acaba de presentar una exhaustiva revisión de evidencias científicas sobre el deterioro actual de Doñana, realizado en colaboración con 30 científicos y científicas de los principales organismos de investigación CSIC-EBD, IGME, CSIC-IEO y varias universidades. El informe alerta de que las actuales presiones han desencadenado un “efecto dominó” de pérdida de biodiversidad que están llevando a Doñana a un punto de no retorno. 

Todas las evidencias científicas apuntan a que es la sobreexplotación del agua, junto con el crecimiento irracional del regadío legal e ilegal, agravado por el urbanismo insostenible en Matalascañas, las razones del deterioro de este humedal único en el mundo provocando la caída en picado de su biodiversidad.

Tras realizar un exhaustivo análisis de toda la información científica disponible hasta el momento y, gracias a la participación de cerca de 30 expertos de diferentes disciplinas, WWF ha publicado el informe “Ciencia para salvar Doñana” donde se demuestra de forma indiscutible las principales evidencias científicas del colapso ecológico al que se enfrenta Doñana, fruto de la sobreexplotación agrícola y el urbanismo insostenible. Se resumen en cinco bloques:

El humedal recibe cada vez menos agua

La red fluvial del entorno de Doñana, a excepción de la cuenca alta del Guadiamar, está en mal estado ecológico, como evidencia el vigente plan hidrológico del Guadalquivir. Uno de los datos más alarmantes es la disminución de los caudales circundantes del arroyo de la Rocina, que alimenta directamente a la marisma, y que han disminuido más del 60 % (de 775 l/s a 292 l/s) en parte por falta de aportaciones superficiales, por la disminución de las precipitaciones asociada al cambio climático, así como por la falta de aportaciones subterráneas naturales desde el acuífero sobreexplotado.

Hay muy poca agua y muy contaminada

Los vertidos urbano-industriales y los fertilizantes y otros químicos usados en la agricultura industrial están contaminando el agua superficial y subterránea de Doñana. Como consecuencia, 14 masas de agua están en mal estado químico según el Plan Hidrológico del Guadalquivir. La eutrofización y concentración de compuestos farmacéuticos de los afluentes y la marisma se ha acelerado en las últimas décadas y en muchas ocasiones alcanza niveles incompatibles con la conservación de la biodiversidad.

Aunque estos problemas deberían haberse resuelto hace décadas y, pese a la construcción de las depuradoras para los vertidos desde el año 2002 y a la declaración de la zona vulnerable a nitratos que tuvo lugar en el 2008, los datos a día de hoy muestran que estos problemas de contaminación se han incrementado y afectan a especies y a todos los ecosistemas. Ni las depuradoras se han mantenido y actualizado adecuadamente, ni se han ejecutado programas ambiciosos contra la contaminación de origen agrario, pese a contar con un presupuesto de aproximadamente 1 000 millones de euros en actuaciones desde 2010 para toda la cuenca del Guadalquivir.

Otros estudios científicos consultados apuntan a que la concentración de nitratos en el Estuario del Guadalquivir se mantuvo por encima del umbral permitido en un 40-50 %, y se superó entre un 60-80 % el umbral permitido para los herbicidas terbutilazina y simazina durante el periodo de estudio (1981-2009).

El acuífero de Almonte-Marismas está en alerta roja

Hasta la fecha, y pese a la gravedad en la que se encuentra Doñana, todavía se desconoce cuánta agua se extrae realmente del acuífero, pero de acuerdo con toda la evidencia científica existente, se concluye que se extrae más agua de la que se recarga y se constata que las aportaciones subterráneas a los arroyos que alimentan a la marisma han disminuido de forma alarmante.

Décadas de sobreexplotación, principalmente ligada a la expansión de un modelo de producción agrícola industrial, destinado a la exportación han provocado que el nivel de las aguas subterráneas del acuífero Almonte-Marismas muestre mínimos históricos o valores próximos a estos en más de la mitad de los piezómetros de control. De los 16 sectores en los que la CHG subdivide el acuífero, ni uno solo está en situación de normalidad, y este año un nuevo sector ha entrado en el nivel máximo de alarma, elevándose hasta los 10 sectores.

Más de la mitad de las lagunas peridunares han sido borradas del mapa

El crecimiento del área turística de Matalascañas también ha contribuido al deterioro del ecosistema dunar, una de las mejor estudiadas de todo el espacio protegido y durante una serie temporal más larga. En todo el enclave donde están las lagunas peridunares, cuyas aguas dependen en buena medida de la descarga del acuífero, hay una tendencia descendente desde 1995 hasta la actualidad de unos dos o tres metros, agravado por los efectos del incremento de la evaporación registrado debido al aumento de la temperatura del aire.

En años de grandes precipitaciones, se han llegado a estimar y cartografiar más de 3000 lagunas temporales en el manto eólico del Parque Nacional de Doñana. Sin embargo, gracias a la teledetección se confirma la pérdida de inundación desde 2013 en un 60 % de las lagunas que se detectan con imágenes de satélite (mayores de 900 m2).

Todas las lagunas, tanto temporales como permanentes, incluida la laguna de Santa Olalla, se han secado completamente durante los veranos de 2022 y 2023, tras un periodo de ausencia de dos años húmedos y el mantenimiento de las extracciones de esta zona del acuífero de Almonte-Marismas.

La biodiversidad de Doñana se encuentra en “caída libre”

Todos estos impactos están provocando una progresiva y alarmante disminución de la biodiversidad en Doñana, ya que no llega agua suficiente, ni subterránea, ni superficial, a los ecosistemas acuáticos y terrestres que la necesitan para sobrevivir.

Consecuencia de ello es la dramática reducción de indicadores clave, como la muerte  de los alcornoques centenarios, que precisan de altos niveles freáticos para alimentar sus raíces, la pérdida de especies de anfibios por desaparición de lagunas y reducción de superficie de la marisma, que ha pasado de una media de 4,3 especies por km2 en 2003 a 2,5 especies por km2 en 2021; y la desaparición en 40 años de 28 especies de libélulas y caballitos del diablo, especies que actúan como bioindicadores y que dependen de los ecosistemas acuáticos para desarrollar sus larvas. 

Científicos y ecologistas no necesitan consultar al gran oráculo de Chat GPT para ver el oscuro futuro que le aguarda a Doñana. Así lo confirma Teresa Gil, responsable del Programa de Agua de WWF España: “Hemos revisado toda la información científica disponible y hemos contado con los mejores expertos para demostrar de forma irrefutable como la contaminación de sus aguas, la sobreexplotación del acuífero para el cultivo de fresas o el turismo insostenible han deteriorado significativamente los hábitats y las especies propias de Doñana”. Y concluye contundente: “La ciencia es clara y se necesita voluntad política para poner en marcha acciones valientes e integrales que ataquen la raíz del problema y reduzcan la presión de la agricultura industrial que seca Doñana”.

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