Somos lo que comemos, pero también vivimos mejor o peor según la calidad de lo que comemos. Y no solo nosotros; el medio ambiente se resiente o beneficia de nuestros hábitos alimentarios según cuáles, cómo son y de dónde vienen los alimentos que nos nutren. Porque la relación entre dieta, naturaleza y salud es mucho más estrecha de lo que podríamos imaginar.
En este artículo exploraremos cómo comer de manera insostenible contribuye al deterioro ambiental y al mismo tiempo pone en riesgo nuestra salud. Frente a ello, ofreceremos consejos prácticos para adoptar una dieta saludable beneficiosa tanto para nosotros como para nuestro entorno, esa casa común llamada planeta Tierra que nos da de comer y a la que tanto maltratamos.
Demasiada carne industrial
La agricultura y ganadería modernas, especialmente la dedicada a la producción industrial de carne, es una de las principales responsables de la degradación ambiental. Según ha demostrado la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en un importante estudio, la ganadería representa aproximadamente el 14.5% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por el ser humano. La producción de carne requiere vastas extensiones de tierra, una enorme cantidad de agua y grandes cantidades de alimentos para el ganado que habitualmente se importan de lejanos terceros países (con un consumo salvaje de combustibles fósiles para su transporte), y suelen ser piensos basados en cereales transgénicos.
Para producir un kilogramo de carne de vacuno se necesitan alrededor de 15.000 litros de agua. En contraste, la producción de un kilogramo de trigo requiere menos de 1.500 litros. Este uso desproporcionado de recursos naturales tiene consecuencias devastadoras para nuestros ecosistemas. La deforestación para crear pastizales y cultivos de alimentos para el ganado contribuye además a la pérdida de biodiversidad y a la degradación de los suelos. Pero cada vez consumismos más proteínas de origen animal. En España, el consumo de carne aumentó un 6,4 % durante el 2023, más de 40 kilos por persona y año, una tendencia que va en contra de nuestra salud y la del planeta.
El consumo elevado de carne, especialmente carnes rojas y procesadas, está relacionado con un mayor riesgo de enfermedades como el cáncer de colon, enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares. Por cierto, que la carne de porcino está igualmente considerada carne roja, ya sea la del famoso cerdo ibérico como razas industriales “de capa blanca”. También son carnes rojas las de cordero, cabra y caballo.
Demasiados pesticidas y fertilizantes
La agricultura intensiva depende en gran medida de pesticidas y fertilizantes químicos que contaminan el suelo y el agua de ríos y acuíferos. Paralelamente, la exposición prolongada a pesticidas está vinculada a problemas de salud humana, como el cáncer y enfermedades neurológicas. Es una razón importante para elegir productos no industriales y de cercanía, a ser posibles ecológicos, pues, aunque sean más caros, serán siempre más saludables. Para nosotros y para el planeta.
Demasiados alimentos ultraprocesados
Los alimentos ultraprocesados, que incluyen refrescos, snacks, comidas rápidas o ya preparadas, tienen altos niveles de azúcares añadidos, grasas saturadas y sal, junto con potenciadores del sabor, aditivos y colorantes que no le hacen ningún bien a nuestro organismo. Al ser ricos en calorías y pobres en nutrientes, son una de las principales causas de la actual pandemia de obesidad. Según un estudio publicado en el British Medical Journal, el consumo excesivo de estos productos se asocia con un mayor riesgo de enfermedades crónicas como la obesidad, diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares.
Al distribuirse en envases de un solo uso, son igualmente el origen de la mayor parte de la contaminación por microplásticos.
Paradójicamente, este tipo de alimentos altamente insalubres resultan fácilmente accesibles, asequibles, se comercializan intensamente gracias a grandes inversiones publicitarias y dominan nuestra cesta de la compra, frente a frutas, legumbres y hortalizas que, al no venir de la mano de potentes empresas multinacionales, carecen de tales estímulos.
Demasiadas grasas de palma
La producción y consumo masivo de aceite de palma es malo para la salud y una tragedia para el medio ambiente. Es responsable de la deforestación de cientos de miles de hectáreas de selvas tropicales de Asia, África y América, la extinción de decenas de especies de animales y plantas únicos en el planeta, el aniquilamiento de seres tan maravillosas (y evolutivamente cercanos a nosotros) como los orangutanes, la contaminación con pesticidas, incendios gigantescos, apertura de carreteras o desecación de turberas.
La grasa de palma no solo se usa para las fritangas. Está presente en infinidad de alimentos preparados, incluso en la leche infantil y las papillas para bebés, pero también en las sopas de sobre, la mayor parte de la bollería industrial, los pasteles y helados o las pizzas.
Toda esa comida barata luego nos sale muy cara, pues los aceites de palma son tan peligrosas o más que los animales debido a su alta concentración en grasas saturadas, las que disparan los niveles de colesterol.
Consejos prácticos para tener una dieta sostenible y saludable
- Reducir el consumo de carne y productos de origen animal
Una de las maneras más efectivas de reducir nuestra huella ambiental es disminuir el consumo de carnes y productos de origen animal, o al menos consumir menos carnes rojas y optar por carnes blancas como las del pollo, el pavo o el conejo. Elegir fuentes de proteínas vegetales como legumbres, nueces y semillas puede reducir significativamente el uso de recursos naturales y las emisiones de gases de efecto invernadero. La dieta mediterránea, rica en frutas, verduras, legumbres, granos enteros y aceite de oliva, es un buen ejemplo de una dieta sostenible, saludable y muy sabrosa.
- Elegir alimentos de temporada y locales
Consumir productos locales y de temporada ayuda a reducir la huella de carbono asociada con el transporte de alimentos. Además, los productos de temporada suelen ser más frescos y nutritivos. Apoyar a los agricultores locales también fortalece la economía regional, ayuda a luchar contra la despoblación del mundo rural y promueve prácticas agrícolas sostenibles tan beneficiosas como la agroganadería regenerativa.
- Evitar alimentos ultraprocesados
Reducir el consumo de alimentos ultraprocesados no solo beneficia a nuestra salud, sino que también disminuye la cantidad de residuos generados por envases y embalajes. Optar por alimentos frescos y mínimamente procesados es siempre una elección más sostenible y saludable.
Cocinar en casa es un placer, se tarda menos en guisar un plato que pedirlo por internet y esperar a que nos lo traigan, sabemos lo que comemos, nos enorgullece hacerlo y además sabe mejor. Son hábitos esenciales que no deberíamos haber perdido y que todos podemos recuperar fácilmente.
- Reducir el desperdicio de alimentos
El desperdicio de alimentos es un problema global que contribuye a la inseguridad alimentaria y a la degradación ambiental. Según la FAO, aproximadamente un tercio de todos los alimentos producidos a nivel mundial se desperdicia cada año. Esto equivale a 1.300 millones de toneladas de alimentos, que podrían alimentar a millones de personas.
Reducir el desperdicio de alimentos es una responsabilidad compartida que comienza en nuestros hogares. Planificar las comidas, evitar compras compulsivas, rechazar la comida basura, almacenar los alimentos adecuadamente y aprovechar las sobras son estrategias efectivas para reducir ese desperdicio insostenible.