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Así funciona la “huertopía

La agricultura urbana que quiere (y está logrando) revolucionar las ciudades

Ya Metrópolis (1927), la primera película futurista de la historia del cine, imaginó a las ciudades de este siglo como superpobladas urbes atestadas de rascacielos, autopistas elevadas y habitantes infelices donde la naturaleza, lo verde, había sido aniquilado. El mito de la jungla de cristal y acero se mantuvo en Blade Runner (1982), una triste megalópolis gris con replicantes que fingen ser humanos pero donde nadie parece echar de menos a los árboles. Viendo los actuales modelos de urbanismo no parece que se hayan equivocado demasiado, muy alejados de los antiguos diseños medievales donde tan importante como la propia ciudad era el cinturón de campos de cultivo, al estilo de las míticas huertas de Valencia o Zaragoza.

Escena de la película Metropolis

A caballo entre ambos modelos, la agricultura urbana está comenzando a emerger como una tendencia global que transforma anodinos espacios en bellas áreas de cultivo sostenible intercaladas entre las edificaciones. Esta práctica no solo embellece las ciudades, sino que ofrece múltiples beneficios ambientales, sociales, económicos e incluso sanitarios. ¿Una utopía imposible? Mejor llamémosla “huertopía”.

¿Qué es la huertopía?

Es una palabra inventada por el sociólogo José Luis Fernández Casadevante ‘Kois’ que da título a su último libro (Capitán Swing, 2025). Con ella reivindica la necesidad de desarrollar otras formas de habitar y organizar la vida en común en las ciudades, articulándolas en torno a huertos comunitarios, bosques y jardines comestibles, granjas y viñedos urbanos, azoteas reverdecidas, e incluso con zonas de cultivo en escuelas y refugios climáticos. Son pequeñas plantaciones que mejoran nuestra alimentación, nos enraízan con la tierra, unen a las personas, movilizan comunidades, reverdecen el espacio público y luchan contra el cambio climático.

Frente al concepto de ciudad utópica propuesto en el siglo XVI por el filósofo Tomás Moro, quien ya propuso que todos los habitantes deberían tener huertos de autoconsumo en los patios de sus viviendas, Fernández Casadevante defiende la agricultura urbana como elemento estratégico de una nueva cultura del territorio basada en el ecourbanismo. Lo explica así: “Los huertos durante las crisis dan de comer, pero especialmente ayudan a mantener la esperanza, siendo fragmentos de orden cuando todo se encuentra patas arriba, zonas verdes que crecen gracias a la luz en tiempos oscuros, proyectos de futuro cuando el presente se vuelve insoportable”. El pensador presenta su teoría como “un esfuerzo por anclar lo utópico a prácticas que anticipan anteproyectos de ciudades más justas, convivenciales y ecológicas”. Y concluye con una utópica frase: “Los huertos urbanos fueron, son y serán lugares desde los que imaginar y cultivar mundos mejores”.

La importancia de los huertos urbanos

Las áreas urbanas ocupan alrededor de un 2% de la superficie de la Tierra, pero en ellas, según cálculos de la ONU, en 2030 vivirá aproximadamente el 60% de la población mundial. ¿Serán lugares que solo consuman recursos procedentes de lugares lejanos o pueden ser también ellos productores de alimentos de calidad?

Como destaca acertadamente Fernández Casadevante, los huertos son un sustento desde muchos puntos de vista. “Durante las crisis dan de comer, pero especialmente ayudan a mantener la esperanza, siendo fragmentos de orden cuando todo se encuentra patas arriba; remansos de paz y tranquilidad donde se cuida lo frágil en tiempos duros; zonas verdes que crecen gracias a la luz en tiempos oscuros y proyectos de futuro cuando el presente se vuelve difícil”.

El cambio de paradigma no puede ser más interesante. En lugar de mantener las ciudades cada vez más invivibles y empeñarnos al mismo tiempo en convertir los pueblos en tristes entornos urbanos deslocalizados, el ejercicio podría ser justo el contrario: ruralicemos las ciudades.

Oler la tierra, tocarla, trabajarla, recoger sus frutos, disfrutarla, sentirla viva es una experiencia única que toda persona debería probar al menos una vez en la vida. Muchos ya lo están haciendo. Las huertas reviven en las ciudades porque se vuelve a apreciar lo bueno, tomates y berenjenas que por fin saben a tomate y a berenjenas. Sus productos de kilómetro cero son la alegría de la huerta, nunca mejor dicho. Un placer para los hortelanos y hortelanas que los cultivan, pero sobre todo para quienes degustan luego sus sabrosos frutos.

Beneficios de la agricultura urbana

  • Mejora de la salud mental: El contacto con la naturaleza en entornos urbanos contribuye al bienestar psicológico de los habitantes. Trabajar con las manos, adaptar nuestra vida a los ritmos de la naturaleza, reduce el estrés, la ansiedad y la depresión, mejorando el bienestar emocional. Así lo destaca el informe Green and Blue Spaces and Mental Health [Espacios verdes y azules y salud mental] de la Organización Mundial de la Salud, donde se demuestra con estudios científicos que pasar más tiempo al aire libre nos sienta bien.
  • Mejora la salud física: Cultivar un huerto o un jardín es un ejercicio saludable, continuado, al aire libre. Por si fuera poco, los alimentos obtenidos resultan saludables fuentes de proteínas, vitaminas, minerales y fibra que contribuyen a reducir los riesgos cardiovasculares y disminuyen los niveles de colesterol.
  • Seguridad alimentaria: Proporcionan acceso fácil a alimentos frescos y saludables de temporada y kilómetro cero, locales y ecológicos.
  • Aumento de la biodiversidad: La incorporación de espacios verdes en las ciudades promueve la presencia de aves, insectos y plantas con flores que favorecen la creación de ecosistemas más resilientes, saludables y, por supuesto, amigables. Su capacidad de adaptación es tal que no resulta extraño descubrir especies amenazadas en estos lugares aparentemente tan artificiales, como los búhos reales que han llegado a criar en el madrileño Parque del Retiro. La presencia de abejas y otros insectos polinizadores son fundamentales para la producción de alimentos, pero también para garantizar la supervivencia de infinidad de especies.
  • Control de plagas: Muchas aves, mamíferos e insectos son controladores naturales de plagas. Al alimentarse de ellas, reducen sus poblaciones y evitan la necesidad de utilizar pesticidas e insecticidas. Una pareja de lechuzas o de cernícalos resultan mucho más eficientes contra los ratones que cualquier rodenticida, pero al mismo tiempo son inocuos e infinitamente más bellos.
  • Regulación climática: Los huertos urbanos ayudan a mitigar las temperaturas extremas, mejoran la calidad del aire y actúan como refugios climáticos durante las cada vez más frecuentes olas de calor.
  • Belleza natural: Los huertos son pura naturaleza urbana que embellece las ciudades, las hace diferentes, diversas y conectadas con ese entorno natural que tanto necesitamos.
  • Fomento de la cohesión social: Estos espacios se convierten en puntos de encuentro comunitario, fortaleciendo las relaciones entre los vecinos, que se hablan, aconsejan e intercambian semillas, herramientas ye incluso recetas de cocina.

Ejemplos inspiradores alrededor del mundo

  • La Vivera Orgánica en Buenos Aires, Argentina: Un grupo de mujeres inmigrantes transformó una antigua villa miseria en un huerto comunitario que produce alimentos agroecológicos y plantas nativas, promoviendo la autosuficiencia y la educación ambiental. Frente al hervidero urbano porteño, allí reina el silencio agitado por una brisa suave que acaricia los cultivos y alivia el calor.
  • Les Murs à Pêches en Montreuil, Francia: Este proyecto desarrollado cerca de París ocupa 30 hectáreas entre viviendas sociales y pequeñas casas donde los vecinos mantienen una vieja tradición hortícola que la gran ciudad había engullido. Revitalizan antiguos huertos, creando un microclima óptimo para el cultivo de frutas al mismo tiempo que fortalecen la identidad cultural local.
  • ‘Cómete Fuenlabrada’ en España: En la segunda ciudad más industrial de la Comunidad de Madrid, el Ayuntamiento de Fuenlabrada ha creado un Parque Agrario que promueve la venta de productos agrícolas locales, facilitando el acceso a alimentos frescos y apoyando a los pequeños agricultores de la región. Cuenta con una App que ofrece rutas guiadas dirigidas a los centros educativos, junto con consejos y propuestas para desarrollar en los cada vez más frecuentes huertos escolares.
  • Bosque comestible en Milán, Italia: En 2008 el Ayuntamiento de Milán y la asociación Italia Nostra Onlus pusieron en marcha un proyecto para instalar más de 250 huertos en el parque Boscoincittà para el uso de cultivadores no profesionales, con especial atención a los ancianos. Boscoincittà es una zona verde de 80 hectáreas abierta a la ciudad, con estanques, praderas, bosque, y riachuelos; un pulmón verde que, gracias a las huertas, está cobrando aún más protagonismo ambiental, pero igualmente social.
  • Jardinería de guerrilla en Melbourne, Australia: Es un movimiento ciudadano que, mediante acciones directas, muchas veces realizadas sin permiso y en secreto, transforman espacios urbanos degradados en jardines y huertos improvisados, fomentando la participación comunitaria y la sostenibilidad como una forma de protesta o acción directa. Entre otras iniciativas, el colectivo «Guerrilla Gardening Narrm» se creó en 2023 y ha creado un gran huerto comunitario en Coburg llamado «Radicle Roots Common».
  • Una granja sobre los tejados de Brooklyn, Estados Unidos: Considerado un estandarte de la agricultura urbana, son 560 metros cuadrados de huerta ubicados sobre el techo del edificio de Broadway Stages. Todos los domingos abre sus puertas para que el público suba a la reverdecida azotea para comprar sus productos y conocer las ventajas de la agricultura ecológica. Este proyecto busca demostrar el potencial que la infraestructura urbana tiene para producir los alimentos del futuro.
  • Huertas en las estaciones de tren, Japón: El proyecto Soradofarm es una iniciativa japonesa de agricultura urbana que transforma las azoteas de las estaciones de tren en huertos comunitarios. Impulsado por la compañía East Japan Railway (JR East), su objetivo es revitalizar las áreas alrededor de las estaciones y ofrecer a los ciudadanos espacios verdes donde puedan cultivar sus propios alimentos.

Tranquilidad y buenos alimentos

¿Y si al final lo de antes sea ahora lo más moderno? ¿Tener una huerta o un jardín se haya convertido en símbolo de buena salud y buen barrio?

La expansión de las «huertopías» por todo el mundo demuestra que no son proyectos tan utópicos. Refleja un movimiento global hacia ciudades más verdes y sostenibles, donde la comunidad juega un papel central en la transformación de su entorno. Lentamente y con buenos alimentos.

En realidad no estamos inventando nada nuevo. Ya lo decía Marco Tulio Cicerón, famoso orador y político de la Antigua Roma, donde nacieron las primeras grandes ciudades: “La agricultura es la profesión propia del sabio, la más adecuada al sencillo y la ocupación más digna para todo hombre libre”.

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