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DANA de Valencia: ¿Se podía haber evitado la tragedia?

Bulos, desinformación y medias verdades ambientales sobre la DANA de Valencia

La pregunta nos persigue desde hace días, nos quita el sueño y nos hunde en la tristeza, la desesperación y el espanto. Vivimos en el siglo XXI en Europa. ¿De verdad no se podía haber evitado la tragedia de Valencia? Más de dos centenares de fallecidos, miles de familias rotas y empobrecidas, 69 municipios afectados con una población de 845.000 personas, un tercio del parque empresarial valenciano tocado, 550 kilómetros de infraestructuras gravemente dañadas, más de 100.000 vehículos destrozados, cerca de cien mil millones de euros en pérdidas.

El desastre es colosal. La respuesta de la sociedad heroica. Pero en medio del lodazal, las teorías más antisistema han encontrado abono fácil, aprovechándose con maldad infinita de la fragilidad de las víctimas, echando gasolina a un fuego que nos quema el corazón, difundiendo mentiras alentadas por miserables idearios políticos que intentan convencernos de lo imposible, que existen soluciones sencillas a temas tan complejos como el cambio climático, la superpoblación, el descontrol urbanístico e incluso algo tan impredecible como es la propia naturaleza.

Analizamos a continuación todas esas medias verdades, falsedades, desinformaciones interesadas y manipulaciones descaradas que están intoxicando nuestra convivencia e hipotecando un futuro donde la única prioridad debería ser evitar que algo así vuelva a suceder. Porque las lluvias torrenciales serán cada vez más frecuentes, pero de nosotros depende que no sean tan mortales.

Mentira 1: No es el cambio climático, siempre ha habido desastres naturales en el mundo

Inundaciones, terremotos, volcanes, tsunamis, huracanes. Desde el bíblico diluvio universal la historia de la humanidad está marcada por los desastres naturales. Es el clavo ardiendo al que se agarran los negacionistas, quienes rechazan que la DANA de Valencia esté relacionada con el cambio climático. Se apoyan en que desde su fundación por los romanos en el siglo II a.C. la capital del Turia ha sufrido numerosas riadas catastróficas, al menos 11 a partir del siglo XIV, una cada 70 años pero sin periodicidad fija. Ocultan tres datos importantes:

  • Ninguna riada histórica en España tuvo la virulencia de la sufrida ahora. Las lluvias caídas han pulverizado las previsiones más alarmistas, aquellas que aseguraban que algo así era imposible. Nunca había llovido tanto, en tampoco tiempo y en una zona tan concreta.
  • El cambio climático mata. Lo confirma y advierte la ciencia: los fenómenos meteorológicos extremos cada vez serán más imprevisibles, frecuentes y catastróficos en un país como España, especialmente vulnerable al cambio climático por su posición geográfica. El Mediterráneo se ha convertido en una bomba de relojería. No creer en las advertencias de los científicos nos lleva al desastre. No adaptarnos a esta nueva realidad es un suicido.
  • La geología va por otro lado. Terremotos y volcanes no tienen nada que ver con el clima, son movimientos tectónicos imposibles de prever o controlar.

Mentira 2. Embalses y canalizaciones evitan las inundaciones

La extrema derecha se ha lanzado a elogiar las presas construidas durante el franquismo, considerándolas muros infranqueables que detienen las riadas, al mismo tiempo que atesoran esas aguas para regar luego los campos. También aseguran que la supuesta destrucción de embalses de los últimos años es responsable de las inundaciones en la provincia de Valencia. Como demuestra Maldita, tal afirmación es radicalmente falsa. No ha existido una “criminal voladura de presas” destinadas a contener el agua frente a las riadas.

En realidad, las presas tienen un efecto contrario. En primer lugar, porque se eleva el nivel del agua en zonas no controladas y pueden formarse tapones. Pero lo más importante, frente a una presa no hay Plan B. Si el agua logra derribar el dique la catástrofe es gigantesca, como quedó demostrado con la rotura de la presa de Tous tras la DANA de 1982.

Lo mismo ocurre con las canalizaciones de ríos y torrentes. Están diseñadas para recibir riadas medias, pero no repentinas avenidas que, de acuerdo con los científicos, cada vez serán más gigantescas. Cuanto más limpios estén esos cauces, con mayor velocidad correrá el agua y mayor será su poder destructivo. El nuevo cauce del Turia ha podido salvar vidas, pero en las poblaciones al sur de la ciudad esa infraestructura hidráulica quizá haya contribuido a empeorar la situación, pues olvidamos que la tercera ciudad más importante de España se extiende sobre una laguna prácticamente cerrada al mar, la Albufera de Valencia.

Vista aérea de la Albufera de Valencia

Frente a ello, los expertos recomiendan justo lo contrario, soluciones basadas en la naturaleza, que al fin y al cabo es quien decide. Como jardines de lluvia y parques inundables o lagunas temporales que reducen el agua que discurre por la superficie, permitiendo que se retenga, se filtre, se drene e incluso se almacene. O los tanques de tormentas que absorben parte de la capacidad destructiva de una riada. Paradójicamente, Madrid ha construido 36 mientras Valencia tan solo tiene uno.

Mentira 3. La DANA ha sido provocada por malvados ingenieros climáticos

Los bulos más disparatados circulan estos días por las redes sociales asegurando que las inundaciones han sido provocadas artificialmente. Ahí está Miguel Bosé, metido ahora en gurú negacionista, culpando del desastre a las «ingenierías climáticas, chemtrails o Haarp», un poco de todo. Afirma, sin más pruebas que su fanatismo, que los gobiernos están «empeñados en vendernos algo que no existe y que ellos mismos provocan para lucrarse una vez más». Da por hecho que el cambio climático es en realidad una tecnología secreta, una colosal conspiración mundial que pone y quita lluvia cuando y donde quiere. Otros echan más lodo al barrizal de la desinformación asegurando que esas tecnologías están orquestadas por Marruecos (o Rusia, o China) para acabar con la agricultura española y así vendernos sus productos, pero que en el caso de Valencia, “se les fue de las manos”.

Lo increíble es que en pleno siglo XXI todavía haya gente que se crea tamañas tonterías. Como bien han señalado la psicóloga Carolina Belenguer y el investigador del CSIC Fernando Valladares en un artículo esclarecedor, «el negacionismo mata y la prevención salva vidas«.

Mentira 4. La culpa la tienen los ecologistas

No hay más que ver los resultados de las últimas elecciones para comprobar la escasa fuerza del movimiento ecologista en España. Una realidad que no impide señalarlos como responsables de todas las limitaciones ambientales de este país, responsables por tanto de que no se limpien los ríos, no se hormigonen los cauces, no se construyan embalses, no se desvíen las ramblas, permitan que el agua se pierda en el mar.

Ya quisiera el puñado de pequeños grupos ecologistas tener tanto poder, pero la realidad es bien distinta. Quienes imponen esas limitaciones son los gestores públicos, tanto españoles como europeos. Se basan en la ciencia y las certezas de expertos sin más interés político que el de querer salvar vidas. Son ellos la voz de la sensatez a escuchar, y no las chifladuras de cantantes venidos a menos.

Mentira 5. Los ríos están sucios y por eso se desbordan

Lo que llamamos suciedad es vegetación y lo que llamamos cauce es un río. Lo natural es que las riberas tengan árboles y sean dinámicas, con zonas inundables de alivio que drenan y frenan el agua durante las crecidas reduciendo su virulencia. Que las montañas donde nacen estén cubiertas de bosques, evitando así el arrastre de toneladas de tierra y piedras por culpa de terribles avenidas sobre suelos desnudos. Que los lechos por donde discurren sean permeables, que las infraestructuras no taponen sus salidas naturales hacia el mar o las lagunas.

La catástrofe de Valencia va más allá de ser un aislado episodio climático violento. Detrás del desastre hay una insensata falta de planificación territorial, de cultura ambiental y de adaptación urgente a un cambio climático que ya está aquí, zurrándonos con bestial fuerza. Hay también mucha ignorancia, mucho sordo a las evidencias de la ciencia, demasiada improvisación y mucha prisa por hacer lo fácil, ganar dinero rápido, hormigonar y construir en zonas inundables (más de un millón de viviendas en España), con la irresponsabilidad de pensar que el río o el mar no se van a mover nunca de esa línea artificial que les hemos marcado en los mapas. Pero se mueven y cambian, vaya si lo hacen. Cuando quieren y como quieren, ajenos a esa entelequia tan humana de creer que dominamos a la naturaleza cuando es y será siempre al revés: la que manda es ella.

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